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Sobre Iván Márquez: el vértigo de salir de la guerra

Por: Luis Eduardo Celis


Participar de un proyecto de organización que agencia sus propósitos mediante un ejercicio sistemático de uso de la violencia, es una decisión de vida que involucra mente y corazón, y que requiere construir la noción de amigo y enemigo. Al amigo se le protege y cuida con todo, se está dispuesto a morir por él, y al enemigo se le ve como el otro, distinto, y al cual hay que eliminar, reducir y, si es necesario, tomar su vida. Hay grises por supuesto, pero las coordenadas son sobrevivir y triunfar, a cualquier costo.


Las personas que han participado de organizaciones que hacen uso sistemático de la violencia generan una cultura particular y todos los sentimientos los cruzan de manera intensa. Es el mundo del saber que se levanta, pero no sabrá si se acuesta, que se puede perder la vida en cualquier momento y que se está dispuesto a morir y a matar, ambas por convicciones y proyectos.


Entrar a la guerra es una decisión trascendental y salir de ella quizás es más difícil. Se entra con entusiasmo y convicciones, y al salir se vive con la carga de lo vivido y sufrido, con las tragedias y alegrías compartidas con los propios y lo experimentado al relacionarse con los otros, los enemigos, que han mostrado su humanidad y con quienes quizás, al verles los ojos y darles una mano, o recibir de ellos miseria o respeto, se coloca la vida ante un extremo. Esa es la guerra, pequeña o grande, vida y muerte entrecruzadas y todo lo que puede transcurrir: lo mejor y lo peor del alma humana en unos y otros.


Salir de la guerra es un acto de valor, de mucho valor, requiere de templanza de espíritu y fe en el cambio que se experimenta. Es más difícil salir qué entrar, porque al entrar se va con la fe del triunfo y al salir, cuando no se ha logrado el triunfo, hay que reconocer al enemigo y pactar con él un acuerdo para convivir.


La experiencia colombiana fue que el Estado no se pudo imponer a las guerrillas, y las guerrillas no pudieron derrotar al Estado. Ante ese impasse quedó abierto el camino de dialogar, negociar y construir acuerdos. Camino para todos doloroso de tomar y ha sido el único viable.


Una vez le escuché a Rosembert Pabón, exdirigente del M-19, que las guerras se ganan, se pierden o se empatan, y que los acuerdos de paz son la expresión del empate. Y me pareció una explicación lúcida, de un protagonista de esta historia de rebeliones, sueños de triunfo y aterrizajes en acuerdos. Esa ha sido nuestra experiencia y lo vivido.


En el 2016 logramos cerrar un acuerdo de paz entre el gobierno del expresidente Juan Manuel Santos y las FARC. Siempre agradecer a las dos partes por el coraje y compromiso, eso nos ha dejado una Colombia donde se han visto de manera más nítida nuestros conflictos, ya sin la bruma que impuso una persistente violencia, que mostraba las tragedias de la guerra y ocultaba las raíces que la han soportado: exclusiones y precaria democracia.


Ahora se habla si Iván Márquez está vivo o ya no hace parte del mundo de los vivos, pronto lo sabremos, es una tristeza que el hombre que lideró con un destacado grupo de hombres y mujeres que persistieron en la guerra y luego asumieron de manera decidida la construcción de un acuerdo de paz, no haya podido salir de la guerra, porque fue hostigado y perdió el valor para seguir batallando en paz junto a sus hermanos y hermanas de la vida. Ahí siguen, a pesar de incumplimientos y agresiones, y no están solas y solos, hay una Colombia que persiste en que ese acuerdo firmado es para llevarlo a la realidad y que esas vidas deben ser protegidas y respetadas, como las de todas y todos quienes habitamos nuestro país.


Iván Márquez es parte de esta larga historia de compromiso por transformar a Colombia. Si vive esperemos que pueda volver a la Colombia que sigue buscando paz y democracia de calidad, si está en el mundo de los idos, no permitir que quede en impunidad la operación qué lo empujó a este triste final. En su momento, cuando Iván Márquez volvió al camino de la guerra, más ficción qué realidad, lo vi en su debilidad y desatino, a diferencia de quienes han seguido batallando desde la palabra y la acción civil. Héroes desde la enorme experiencia de ser sobrevivientes de enormes violencias con todo lo vivido.

 

*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido autora y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación al respecto.

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