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Las grietas de la derecha populista

Por: León Valencia, director – Pares


El ascenso de Donald Trump a la presidencia de la primera potencia mundial, de Jair Bolsonaro al poder en el país más poblado de América Latina y el triunfo del Brexit en el Reino Unido, llevaron a pensar que estábamos ante la posibilidad de que la derecha populista se estableciera como fuerza hegemónica en la política mundial. Antes, Marendra Modi se había alzado con el triunfo en las elecciones de la India, y en toda Europa las fuerzas populistas se metían de lleno en varias coaliciones de gobierno.


Esto significaba un giro en el destino de esta corriente política. Se había pensado siempre que el populismo era sólo un acompañante incómodo de la democracia. Siempre estaba allí, latente, para aprovechar los momentos de crisis y para llamar la atención sobre las promesas incumplidas del liberalismo y la democracia.


“El político populista tiene corto recorrido en la democracia robusta donde las instituciones políticas y la sociedad civil gozan de buena salud. Cuando las cosas son así, el juicio político de los ciudadanos se nubla difícilmente y el programa del populista se refuta con facilidad”. Esta valoración se encuentra en la introducción del libro La geografía del populismo, una exhaustiva compilación de artículos sobre experiencias populistas de todos los tiempos.


En efecto, algunos acontecimientos de este año han mostrado que el auge del populismo puede tener una corta vida y esta corriente tenderá a regresar a su condición habitual. Algunos de los principales líderes de estas fuerzas están en serias dificultades en sus países, y pueden recibir duras derrotas en los próximos meses y años.


Los signos de recesión de la economía norteamericana puede llevar a la derrota a Donald Trump en las próximas elecciones. A pesar de estar siempre en un bajo nivel en las encuestas y de meter la pata una y otra vez en la política internacional, Trump acariciaba la posibilidad de un segundo mandato. No había serios nubarrones en el cielo. El pronóstico comienza a cambiar. Si la economía empieza a ir mal, Trump tendrá poco chance de repetir.


La crisis del gobierno de Bolsonaro es más que evidente. Los brasileños empiezan a pasarle la cuenta por sus desbocadas alabanzas a las dictaduras militares, el desprecio por las mujeres y su irresponsable actitud frente a la selva amazónica. Los insultos contra mandatarios extranjeros y contra altos funcionarios internacionales tienen también un alto costo para la diplomacia brasileña, sin duda la más reputada de la región latinoamericana.


Boris Johnson, con apenas un mes en su puesto de Primer Ministro del Reino Unido, se está quedando solo en su pretensión de salir a como dé lugar de la Unión Europea. Lo más probable es que se vea obligado a convocar a elecciones generales donde el mapa político del país puede sufrir cambios decisivos.


Otros mandatarios abiertamente solidarios con esta corriente política también están en serios aprietos. Es el caso de Mauricio Macri quien ha sufrido una grave derrota en las elecciones primarias en Argentina, con lo cual ese país se ha hundido aún más en una pavorosa crisis económica. Es improbable que Macri puede revertir la derrota y ganarle la batalla al kitchnerismo en las próximas elecciones.


Iván Duque y su mentor, el expresidente Uribe, también la están pasando mal en la coyuntura política. Duque no sobrepasa el treinta por ciento en la favorabilidad en las encuestas, al tiempo que sus principales estrategias están enredadas en el pantano de su incompetencia. Crecen el desempleo, la inseguridad, la tensión con Venezuela, las dificultades en el proceso de paz. Y el llamado a indagatoria de Uribe por parte de la Corte Suprema de Justicia, es un indiscutible ingrediente de perturbación para un gobierno en crisis.


El próximo año podremos valorar con mayor certeza el rumbo que tomará la política mundial. Quizás decaiga la derecha populista. Pero tampoco es evidente la renovación y el crecimiento de las corrientes progresistas y el fortalecimiento de la democracia.

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