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Las elecciones de Consejos de Juventud: Algunas conclusiones

Por: Daniela Garzón

Investigadora Nacional

Foto: El Espectador


El domingo 5 de diciembre, después de varios cambios en el calendario, se llevaron a cabo las elecciones de los Consejos de Juventud, nuevas instancias de consulta en las que se espera que las y los jóvenes entre 14 y 28 años tengan más participación en la agenda de los entes territoriales.


Los Consejos de Juventud surgieron de la Ley estatutaria 1885 de 2018, que modificó la ley 1622 de 2013, por medio de la cual se expidió el Estatuto de Ciudadanía Juvenil, reglamentando lo que respecta al Sistema Nacional de Juventudes. En este sentido, son “mecanismos autónomos de participación y concertación, vigilancia y control de la gestión pública” y buscan ayudar a la juventud en la interlocución entre sus agendas territoriales y las instituciones públicas.


A pesar de que se inscribieron 8.592 listas, la primera jornada electoral, que convocaba a personas entre los 14 y los 28 años, no puede calificarse de exitosa si se analizan los niveles de participación, pues apenas un poco más del 10% del censo electoral habilitado para hacerlo acudió a las urnas. De los 12.282.273 jóvenes habilitados para votar, según los resultados del preconteo de la Registraduría Nacional del Estado Civil (RNEC), votaron 1.279.961, una de las abstenciones más grandes de la historia de los eventos electorales en Colombia y, sin duda, la más alta de un evento nacional de la última época. ¿Qué se puede concluir de los resultados?


1. El abstencionismo es una constante en Colombia


A pesar de que es histórico el abstencionismo de esta jornada, Colombia, usualmente, ha tenido cifras de abstención más altas que sus pares latinoamericanos. Según cifras de la RNEC, desde 1958 hasta 2010 el promedio de asistencia a elecciones presidenciales fluctuó alrededor del 56,52%. Por ejemplo, en el plebiscito, convocado para refrendar el acuerdo firmado entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC-EP, la participación no superó el 38%. El abstencionismo es un problema porque si la mayoría no participa la legitimidad política de quienes salen elegidos se pone en tela de juicio.


El abstencionismo, por supuesto, es un fenómeno que responde a diversas variables, como decir: desinterés en la política; una posición militante, asumida como una forma de protesta, que cree que votar no funciona porque el ejercicio electoral ya está “amañado” o no cambia en mayor cosa los sucesos de la vida política; el cálculo cuando se reconoce que los costos de votar superan los beneficios para quien elige; o cuando, simplemente, no se tiene información de que va a haber un proceso electoral. La última encuesta de cultura política del DANE, publicada en 2019, que utiliza una muestra de mayores de 18 años, mostró entre otras cosas que:


1. Para el 80,7% es importante vivir en un país democrático.

2. El 47,1% está muy insatisfecho con la manera en la que funciona la democracia en Colombia.

3. El 71,4% ha oído hablar de mecanismos de participación ciudadana.

4. Solo el 32,6% considera que el conteo de votos en su municipio es transparente.

Esto hace evidente que muchas personas sí consideran importante vivir en una democracia, pero que a la vez desconfían de los procesos electorales. Por lo cual, es probable que por ello no participen.


2. Los jóvenes no se enteraron ni confían en los mecanismos de participación electoral


Ahora bien, en el caso específico de los jóvenes, lo sucedido con los Consejos de Juventud sorprende, en parte, porque fueron ellos quienes tuvieron especial protagonismo en las sucesivas protestas que se han dado en Colombia desde 2019, incluso con la organización de grupos como las primeras líneas, por lo cual podría haberse esperado una participación mayor.


¿Por qué la participación no fue masiva? En primer lugar, puede decirse que los jóvenes, a pesar de ser los mayores entusiastas en las marchas, paros, plantones, etc, son de las poblaciones que menos acuden a las urnas. Esto se ha explicado usualmente con una apatía electoral, pero al ver que en efecto han impulsado procesos de democracia directa como las marchas no puede explicarlo todo el desinterés.


En este sentido, es evidente que muy pocas personas sabían que el proceso electoral se llevaría a cabo el domingo 5 de diciembre. De hecho, según la Ley 1885 de 2018 el proceso electoral debería haberse realizado a más tardar dentro de los dos años posteriores a la promulgación de la misma, pero por la pandemia y los cambios sucesivos en el calendario hechos por el registrador Alexander Vega, finalmente el proceso se llevó a cabo en un mes en el que no son usuales las elecciones en Colombia y con un despliegue de información mínimo.


Al mismo tiempo, hay que preguntarse por los beneficios de la votación vs. sus costos. Los Consejos serán órganos de carácter consultivo, no se les pagará a sus miembros por su participación y sus funciones, como consta en la Ley 1885, dependen principalmente de la buena voluntad y el diálogo que las instancias que están encargadas de los planes, programas y proyectos que afectan a la juventud quieran tener. En pocas palabras, los Consejos tienen muy pocos dientes para llevar a cabo su tarea de veeduría pública y su tarea se limita a emitir recomendaciones, que no serán de carácter vinculante, para las dependencias encargadas de sus asuntos. Esto, por supuesto, desestimula la participación, pues no hace expresos los beneficios de la existencia de estos órganos.


A la vez, los jóvenes que han protestado no tienen necesariamente que ver en la política electoral una vía para encauzar sus demandas; justamente utilizan otras formas porque no ven en las urnas posibilidades de encontrar respuestas a problemas como el desempleo, el acceso a la educación superior o a ser las principales víctimas de la represión policial. De hecho, en las tareas de los consejos no es claro que estos temas hagan parte de la conversación.


3. El vergonzoso papel de la Registraduría


En estos comicios fue evidente la falta de experiencia de la RNEC. En primer lugar, debido a los sucesivos aplazamientos para realizarlos, sumado a los cambios en el calendario electoral para la inscripción de candidaturas que acabaron beneficiando a los partidos políticos tradicionales. Aún cuando la conformación inicial de los consejos trata de beneficiar a las listas independientes, los hechos mostraron que la Registraduría no se los tomó suficientemente en serio. A la vez, los cambios en el despliegue del aparato electoral y de la logística necesaria para el proceso electoral se hicieron sin previo aviso ni información suficiente para los votantes.


Como no era posible extender la misma cantidad de puestos de votación que en una elección nacional de Congreso o Presidenciales, se asignaron nuevos puestos de votación sin informar a los participantes, lo que hace más difícil que las personas supieran a dónde debían acudir para poder votar. Como la información solo puede consultarse por internet, en las páginas de la registraduría, esto supone serias limitaciones para los jóvenes que no cuentan con fácil acceso a la red y que no saben que es allí donde tal información se encuentra.


La improvisación del registrador Alexander Vega llegó al punto de emitir la resolución 15881 de 2021 el 4 de diciembre, un día antes de las elecciones, para autorizar que los jóvenes de 14 a 17 años pudieran votar en el puesto más cercano a la residencia y no en el que estaban inscritos, con el registro del documento de identidad en un formulario E-10. Esto implica abrir una puerta enorme a un posible fraude electoral, pues la verificación sobre si una persona votó dos veces o se inventaron números de documento para poner votos se hace prácticamente imposible.


Siguiendo esta misma línea, es diciente que una denuncia en Twitter haya mostrado que una persona mayor de edad, es decir no cobijada por la resolución anterior, presuntamente haya podido votar en dos mesas distintas en la misma zona de votación:



Tomado de: Twitter

Otro problema ocurrió con el diseño del tarjetón electoral, que se vio en las cifras alarmantes de votos nulos. Los votos válidos, de acuerdo con el preconteo, fueron apenas el 72,46% del total, mientras que los nulos alcanzaron a ser el 22,76%. Para tener una idea, en la segunda vuelta presidencial de 2018 los votos nulos fueron el 7,31%. Es decir, mientras que en esas elecciones en todo el país hubo 263.373 votos nulos, en las elecciones del pasado domingo hubo 291.345 votos nulos, 27.972 más, con casi 19 veces menos número de votos.


Como lo ha denunciado la Fundación Paz & Reconciliación (Pares), esta no es la primera sombra que se pone sobre el registrador Vega. El jugoso negocio detrás de la aprobación del Código Electoral; haber puesto cuotas políticas en las delegaciones departamentales; las peleas con el director del DANE para sembrar dudas sobre el censo electoral; las amenazas a la oposición sobre las garantías electorales; seguir beneficiando a los mismos contratistas privados que han encontrado una mina de oro en los software de conteo y digitalización electoral, entre otras, hacen parte de lo documentado por la Fundación.


Si esto pasa con unas elecciones con muchos menos intereses que las elecciones nacionales, ¿qué se puede esperar de las elecciones del próximo año en las que la RNEC es quien está encargada, como organismo autónomo, de brindar las garantías electorales?


4. Los partidos salieron ganando


A pesar de que la conformación de los Consejos de Juventud, en el artículo 47 de la norma que los regula, pretende beneficiar a las listas independientes y a los procesos organizativos y darle menos representación a los partidos al designar sólo el 30% de los Consejos para estos, las votaciones que obtuvieron las listas de los partidos políticos muestran que siguen teniendo mucha más capacidad de agregación y movilización que los procesos y prácticas organizativas y las listas independientes.


Sobre esto, es importante ver que los partidos lograron que se ampliara el plazo de inscripción de candidaturas y con ello inscribieron muchas más listas que en algunos casos superaron en número las que habían inscrito durante el primer periodo designado para ello, con lo que tenían muchos más chances de ganar. Por otro lado, es claro que los partidos, como organizaciones dedicadas a lo electoral, tienen un mayor acceso a la información que otro tipo de organizaciones políticas y tienen capacidades de negociación que estas organizaciones, muchas de ellas incipientes, no poseen.


En unas elecciones con pocos recursos para quienes se organizaron para participar, los partidos también tienen todas las ventajas para ganar. Ellos pueden disponer de dinero, logística, y de sus políticos ya consolidados para impulsar las candidaturas de los jóvenes inscritos, es decir, pueden ofrecer muchos más incentivos para que participen y hagan campaña. De hecho, como muchos candidatos a Congreso ya están en correrías regionales para buscar su reelección, en no pocos casos estuvieron en eventos impulsando tanto sus candidaturas como las de los aspirantes a consejeros al mismo tiempo.


A la vez, los partidos políticos pueden explayar campañas en todo el país mientras que las listas independientes y los procesos y prácticas organizativas apenas trabajan localmente. Esto se hace evidente al ver los resultados: mientras el partido Liberal, que fue el que más obtuvo votos, sacó un poco más de 100.000 (100.592 según el preconteo); tanto la lista independiente Unidad Popular- Cali en Resistencia, como el proceso y práctica organizativa Asociación Red Departamental de Jóvenes del Cauca obtuvieron cada una un poco más de 2.300 votos (2.345 y 2.352 respectivamente).


Esos resultados, además, confirman que las maquinarias políticas no surgen de la noche a la mañana, sino que son procesos que los partidos consolidan poco a poco y que son efectivos en diversos escenarios electorales. Es justamente el partido Liberal, que hace mucho tiempo no cuenta con un líder visible, el que hasta hoy cuenta con la mayor cantidad de curules en la Cámara de Representantes. Los partidos que se mueven alrededor de caudillismos y liderazgos personalistas obtuvieron peores resultados: las listas del Centro Democrático ocuparon el quinto lugar y las de la Colombia Humana-UP el séptimo.


Es probable que los jóvenes con aspiraciones políticas y quienes quieren encontrar en ella una profesión vean en los partidos más opciones que trabajando en solitario, no solo para llegar a un cargo de elección popular, sino para entrar en redes de contactos, obtener un empleo o empezar a entender cómo funciona la política electoral. Particularmente, los resultados de estos consejos le dejan como lección a muchos de sus participantes que la tarea de buscar votos y encontrar electores interesados en sus propuestas demandan esfuerzos titánicos. Los partidos políticos, a su vez, siguen siendo, a pesar de su impopularidad, los principales agregadores electorales de las democracias representativas.


5. Esto no es un medidor de las elecciones de 2022


Aunque muchos creen que esto puede ser un termómetro sobre el escenario electoral del próximo año, al ver que este proceso sufrió de improvisaciones, falta de información y de seriedad de las instituciones que las tuvieron a su cargo las comparaciones son difíciles.


Lo primero que puede decirse es que los partidos políticos, siendo unos de los ganadores, tienen una base electoral que se manifiesta en cada proceso electoral y que están dispuestos a disputarse espacios que no fueron pensados para ellos.


Lo segundo, que la Registraduría no está a la altura de las garantías electorales que necesita Colombia en un escenario con mucha incertidumbre. La improvisación de Vega mina la confianza en el papel de la entidad y aumenta el recelo que tiene la ciudadanía respecto de los procesos electorales. La fecha de realización de los comicios fue tremendamente inconveniente porque muchos de los escenarios convocantes de jóvenes, como los colegios y las universidades ya se encuentran en su mayoría en vacaciones.


Lo tercero, aún no es posible medir los efectos de las movilizaciones sociales que se han hecho noticia desde el 2019, pues muchos de sus participantes están apuntando a las elecciones de Congreso y a las presidenciales y el desgaste de llevar a cabo varios procesos de campaña política es bastante alto y puede ser ineficiente. Además, en particular sobre los consejos de juventud, aún son inciertos los réditos de la participación e inclusión en esos espacios.


Muestra, de igual forma, que los procesos organizativos impulsados por los y las jóvenes tardarán tiempo en consolidarse, necesitan apoyo institucional, recursos, publicidad y una articulación con otras instancias como las juntas de acción comunal y local, que llevan tiempo funcionando, para que puedan crearse redes de transmisión de experiencia y conocimiento. Hacer política no es fácil, se necesitan más que buenas intenciones y, a la vez, hay que revisar si los escenarios de democracia representativa son siempre la respuesta para el trámite de las demandas de la ciudadanía y si no sería más útil desarrollar otro tipo de organizaciones y entidades consultivas.



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