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La más gobernable

Por: Michel Levien

Especialista en anticorrupción y director para México en Pares




No sé por quién voy a votar en estas elecciones. Nunca sé, realmente; siempre me decido hacia los últimos días de las campañas y siempre —sin falta— me queda un sabor de boca muy feo. ¿Como cuando uno se tarda mucho y duda para tomarse una medicina? Así.

Ahora —con los dos pies 100 % plantados en medio de las campañas— esta conversación se está teniendo cada vez más. Una de esas pláticas fue así:


-        ¿Por quién vas a votar?

-        Todavía no sé.

-        Y, ¿cómo vas a decidir?

-        Todavía no sé.

Un demóstenes, yo, como pueden ver.


Pero la plática me hizo pensar en cómo hacemos para tomar esa decisión cuando no queremos tomarla a la ligera. Porque —claro— siempre va a estar quien diga que nuestro voto no cambia nada (falso) y nunca va a faltar quien asegure que debemos salir a votar porque cada voto cuenta (tampoco muy cierto, que digamos). En especial la pregunta es interesante en los zapatos de alguien que no sabe cómo escoger, pero que tampoco quiere ser mal ciudadano. ¿Cómo decido por quién votar?


Mi abuela —una mujer que creció sin estudios y con pocas oportunidades— lo tenía muy claro; ella siempre votaba por el PRI porque mi abuelo —un hombre que creció sin estudios y con poca visión— le ordenaba «Tú siempre vota por el PRI». Un método fácil, pero incompatible con la civilización que queremos en el siglo XXI.


En generaciones más recientes era también común escuchar «Vota por el que —aunque robe— haga algo». Un método pragmático y realista, pero totalmente contrario a la decencia que las candidatas nos deben a la ciudadanía.


Yo mismo pensé en, al menos, dos elecciones presidenciales «voy a votar por el[1] menos peor; ninguno1 es bueno, pero al menos por el “menos peor”». Este método —además de ser un cliché feo y chafa— es irresponsable (y también fácil). Es irresponsable porque el voto se delibera un ratito antes de la elección y se regala con resignación quien da menos señales malas que buenas.


Y ya.

¡Y ya; nos vemos en seis años!


¿No nos merecemos algo más que un voto resignado? ¿No nos merecemos una ciudadanía que vote, pero que le dé seguimiento a su voto? Es que en realidad —y esto es lo que me hace torcer la boca— no es cómodo votar y dar seguimiento a mi voto. Es más cómodo votar y fingir que, solo por eso, ya me merezco los beneficios de ser un ciudadano responsable. Pero, como todos entendemos en algún momento de la vida, eso no es compatible con la realidad.


No es compatible con la realidad —en especial, la realidad de México en 2024— alzar los hombros, mover la cabeza de lado a lado y decir «esto no es lo que votamos». O, al menos, no es compatible con la realidad de una democracia que ya no es adolescente.


Votar por «el menos peor» es aceptar —en lo más íntimo de nuestra mente y de nuestro corazón— una verdad horrible: el sistema de partidos escoge qué nos sirve de comer y nosotros solo escogemos lo que nos parece menos repugnante. Si nosotros mandamos un mensaje diferente, los partidos no van a tener otra opción más que escucharnos y empezar a subir el nivel de sus candidatas.


Así fue como caí en esto de votar por «la más gobernable». Tratando de sacarle jugo a las colegiaturas del pasado intenté imaginarme cómo puedo votar y darle seguimiento a mi voto. ¿Cómo darle seguimiento al voto en un gobierno de Claudia Sheinbaum? ¿Cómo en uno de Xóchitl Gálvez? ¿Cómo en uno de José Antonio Meade; de Ricardo Anaya; de Josefina Vázquez Mota; de Gabriel Quadri; de Roberto Madrazo; de Patricia Mercado? Con las instituciones que rodean a la presidencia.


Me tardé, pero me quedó clarísimo que son políticas y políticos y eso, naturalmente y sin excepción alguna, significa que son reptiles oportunistas e inescrupulosos. Repito para disipar dudas: Los políticos son reptiles oportunistas e inescrupulosos. Pero hay más y menos oportunistas. Hay más y menos inescrupulosos. Hay más y menos controlables; y —aquí mi superdescubrimiento— hay más y menos gobernables.


No es necesario decidir cuál es menos peor; es mucho mejor encontrar cuál de las candidatas será la más respetuosa de todas las instituciones que rodean a la presidencia.


Si Xóchitl Gálvez es presidente, ¿va a escuchar a las organizaciones internacionales? ¿Qué tal a los tribunales internacionales, los nacionales y los estatales? ¿A las diputadas y senadoras?

Si Claudia Sheinbaum es presidente, ¿va a respetar los compromisos que México tiene con la comunidad internacional? ¿Va a escuchar recomendaciones de cuerpos intergubernamentales? ¿Va a oír a los congresos federal y locales?


Cuando Claudia o Xóchitl se encuentren con un amparo[2] o una sentencia de una juez, ¿la van a obedecer? Cuando se crucen con una decisión o una orden del INAI (transparencia y datos personales); del IFETEL (comunicaciones); de la COFECE (antimonopolio); de la CRE (energía); o del INE (elecciones), ¿van a ser respetuosas de los límites que fija la ley o van a ser ingobernables?


Esto es exactamente lo que necesitamos descubrir. Arriba escribí «votar y darle seguimiento a mi voto». En acciones y realidades eso significa que, una vez elegida la presidente, será nuestro trabajo acercarnos a nuestras diputadas y senadoras; a las fundaciones, asociaciones civiles y ONG que se dedican a cuestionar el poder; a las jueces y tribunales que pueden poner límites legales a las funcionarias públicas, incluyendo a la presidente;  y a los medios de comunicación y de información que vive —o deberían— de reportar cada detalle de la vida pública. Votar y dar seguimiento a mi voto significa que, una vez que tú y yo decidamos quién es la próxima presidente de México, nos toca hacer lo que tengamos que hacer para asegurar que haga su trabajo y lo haga bien. Podemos hacer esto con sentencias, con recomendaciones, con reportajes, con iniciativas, con manifestaciones y, sí, hasta con periodicazos. En realidad ese fue mi gran superdescubrimiento; hay un montón de instituciones que pueden ayudar a la ciudadanía a vigilar al gobierno, pero para eso hay que escoger a una gobernante que sepa respetar estas instituciones.


La verdadera pregunta es «¿Cuál de las dos candidatas es #LaMasGobernable?» Vota por esa; así le voy a hacer yo.

 


 

[1] «El» y «ninguno» porque, claro, las candidaturas que, según yo, tenían posibilidades «reales» eran de señores; todos hemos hecho cosas penosas.

[2] Yo sé que, en realidad, se llaman «suspensiones provisionales/definitivas» dictadas dentro de juicios de amparo, pero ustedes me entienden.

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