Por: María Victoria Ramírez M.
Me estremecieron mujeres
Que la historia anotó entre laureles
Y otras desconocidas gigantes
Que no hay libro que las aguante.
De la canción Mujeres de Silvio Rodríguez.
Rosalba Salazar Uribe nació el 19 de abril de 1940, en la ciudad de Pereira. Fue una de las primeras mujeres que ingresó a estudiar ingeniería eléctrica en la Universidad Tecnológica de Pereira (UTP), pero debido a un daño congénito que le hacía temblar las manos, no pudo aprobar la asignatura Dibujo Técnico y por ello debió retirarse de la carrera.
Obtuvo el título de licenciada en Ciencias Sociales de la Universidad Tecnológica de Pereira en 1980, y el de Magíster en Filosofía Latinoamericana y Educación de la Universidad Santo Tomás de Aquino de Bogotá en 1987. Su tesis de grado del Magíster en Filosofía se tituló La concepción antropológica filosófica de la mujer en la legislación de familia en Colombia. Hizo carrera como docente y directiva del magisterio público de la ciudad y fue catedrática de Ética Profesional de la UTP.
Paralelamente a su formación académica e intelectual, fue artífice de tres grandes proyectos para promover y proteger los derechos de la mujer pereirana y risaraldense: como cofundadora de la CASA DE LA MUJER Y LA FAMILIA “Stella Brand” en 1980, fundadora de EL ALBERGUE PARA ADOLESCENTES EMBARAZADAS en 1996 y de la Red de Mujeres de Risaralda en el año 2007. Además, muy consciente de la importancia de incidir en las políticas públicas, fue consejera en representación de la mujer en el Consejo de Planeación Territorial del Departamento de Risaralda.
Nadie como Rosalba celebraba tanto que una mujer se educara, rompiera los estereotipos de género y los roles sociales asignados históricamente a las mujeres. Ella nunca se casó, no tuvo hijos y para lo que no le temblaban las manos ni la voz era para señalar la discriminación de género. Por eso en 2008, en el marco del debate nacional sobre la práctica de la mutilación genital femenina que se hacía pública entre la comunidad embera-chamí, Rosalba escribía un artículo titulado La ablación, una práctica brutal que mutila y distorsiona la naturaleza propia de la sexualidad femenina, del cual cito apartes:
“Las culturas primitivas tienen derecho a conservar lo mejor y lo más humano de sus prácticas culturales y con ello, dan cátedra a las culturas llamadas civilizadas porque éstas han estado siempre dispuestas a copiar y a adaptar lo mejor de las otras, En ese orden de cosas, la cultura occidental que se precia de ser la más evolucionada, no ahorra reconocimientos para las prácticas indígenas que respetan y defienden la tierra como un todo, como un ser viviente, que necesita mantener su equilibrio para que la naturaleza conserve la vivacidad, la armonía y el vigor para regalarnos la vida en toda su diversidad y con toda la generosidad que la caracteriza.
Ellos son maestros en este tema, y así, lo registra con gran humildad la sociedad capitalista que tanto daño le ha hecho al planeta Tierra, manipulándola a su antojo para satisfacer sus apetitos utilitaristas. Los indígenas observan espantados los alcances destructivos, a tal punto, que no se compromete ni siquiera con un mínimo de previsión con el futuro del planeta, ni de respeto y solidaridad con las generaciones posteriores. …
Es una contradicción antagónica, el hecho de respetar con fervor al planeta por concebirlo como la Madre Tierra, y, en cambio, a la mujer – Madre de las y los Indígenas- se les mutile, se les distorsione y se les manipule su naturaleza sexual, rompiendo con su equilibrio biológico y emocional, negándoles el derecho al placer erótico y, además, cargándolas (a ellas, casi, exclusivamente) con los deberes de la reproducción, la crianza y los cuidados de las y los hijos; sin reconocerles, ni siquiera, el derecho natural de que sea placentero el acto que los/as concibe.
Esta sentencia cultural, menoscaba el futuro del género femenino porque es impuesta y ajena a la voluntad de las niñas, y mucho menos, cuando ellas no están edad para resistir y oponerse ni física ni conceptualmente. …se debe hacer lo necesario por motivar, suscitar, promover una reflexión humanista de parte de la Cultura Chamí, para que, por fin, decidan erradicar la práctica de la ablación. El modo y el tiempo para lograrlo, ya se irá construyendo con lo mejor que tenga dicha cultura y, por supuesto, con lo más evolucionado de la nuestra.”
Rosalba, una mujer que disfrutaba la música, que detestaba el ajo, que bailaba, que reía, que nunca se vistió de colores apagados, que gustaba de recibir a sus amigas y cómplices en la lucha feminista en su casa. Una mujer que no era religiosa, pero que respetaba la opinión y convicciones de todos.
Durante el Día internacional de la Mujer y en el marco de la campaña “Sin mi puño y con mi letra”, el 8 de marzo de 2011, Rosalba pronunció un discurso público del que quiero destacar lo siguiente:
“A mis compañeras aquí presentes, a esas incansables soñadoras, quienes sacrificando sus asuntos personales se reúnen en largas jornadas de trabajo, imaginando cómo hacer posible una vida de pareja mucho más justa y gratificante y cómo aportar para que esta ciudad brinde mayores oportunidades de realización personal tanto para los hombres como para las mujeres.
A ellas, les digo que aunque la realidad sea a veces despótica y la resistencia que genera el tema parezca inquebrantable, las invito para que continuemos en este empeño irrevocable mientras que la discriminación por motivo de género siga siendo habitual en la mayoría de las culturas y comunidades del mundo; mientras que más de la mitad de los pobres sean mujeres; mientras que la participación del género femenino en puestos de dirección siga siendo una utopía en casi todos los municipios colombianos; mientras exista tres de cada cinco mujeres maltratadas por sus compañeros sentimentales, y mientras se siga creyendo en el mito de la mujer pereirana que simbólicamente nos deshonra; la lucha tendrá que seguir siendo continua, vigorosa y dinámica mientras existan tantos motivos para mejorar la calidad de vida de un poco más de la mitad de la población humana. …
La campaña, Sin mi puño y con mi letra realizada hoy, representa la promesa de los hombres pereiranos de hacer conciencia que: “acabar con la violencia contra las mujeres y las niñas también está en las manos de los hombres”. Y, para las mujeres, significa una esperanza de pacificar la inseguridad de gran alcance que vive muy especialmente en sus propios hogares.
Hoy, los hombres pereiranos han dado un mensaje de aliento a la ciudad y al país, reconociendo como dice el pacto masculino: “que la violencia contra las mujeres y las niñas es una violación grave a los derechos humanos que las afecta desproporcionadamente y se han comprometido a no maltratarlas más, e ir superando los modelos culturalmente establecidos que incuba la violencia contra ellas. Con este hecho, responsable, cívico y ético, si están dispuestos a cumplir, están aportando a la superación de unas de las causas determinantes de la violencia que en el campo y la ciudad nos aqueja desde mediados del siglo XX.”
Rosalba falleció el 11 de diciembre de 2019. Su lucidez y generosidad le permitieron, incluso, escribir una carta de despedida que algunos de sus sobrinos leyeron en el funeral, parte de ella está aquí:
“Mi gratitud por los hombres que me tuvieron en cuenta como novia y a quien gratificó mi vida como compañero íntimo con su amorosa cercanía y por soportar mis limitaciones como pareja y como ser humano.
A mis compañeros de trabajo por ser coequiperos en la batalla diaria por la existencia y en los esfuerzos conjuntos por aportar desde nuestras capacidades profesionales a una patria que nos dio la oportunidad para orientar las nuevas generaciones hacia una existencia que valga la pena vivir y ponerlos en capacidad de darse a sí mismos y a los demás con calidad. A mis estudiantes que confiaron en mis enseñanzas. A los profesionales que me atendieron con eficacia cuando fallaba algún órgano de mi sistema vital y a otros por orientar de buena fe, alguna de las formas de responder a mis necesidades existenciales.
A mis vecinos por estar “ahí” respetuosamente, por sus auxilios y por aceptar cordialmente mi presencia humana en los aledaños de sus viviendas. Para mis mascotas, expresión de alegría, por despertar mi ternura y por recordarme que pertenezco al reino animal, que gracias a la evolución de las especies, estuve en capacidad de cuidarlos, protegerlos y disfrutarlos.
A Monchis mi mascota viviente, que entretuvo mi instinto maternal, espero que alguien lo acoja y lo cuide hasta su muerte. Gracias a mis verdaderas amigas,…(por portarse como unas verdaderas hermanas) y a mis amigos por regalarme incondicionalmente su amistad sincera y cordial, por darme la oportunidad de aprender de ellas y ellos tantas lecciones de vida, y, por su apoyo afectuoso y gentil tanto en las buenas como en las malas.
Mil gracias a mis maestros que me animaron a superarme para luchar por un proyecto de vida que trascendiera las posibilidades y limitaciones que traía originalmente como mujer y como persona. A varias empleadas domésticas, quienes me acompañaron, mis reconocimientos por hacer que la cotidianidad de mi vida fuera más llevadera. Mi admiración y reconocimiento a las mujeres que con convicción, y tenacidad apoyaron y acompañaron las largas y arduas luchas por conquistar y concretar el propósito fundamental de la RED DE MUJERES DE RISARALDA, definido como:
“Como un tejido humano, pluralista; conformado por mujeres y organizaciones de mujeres cuyos esfuerzos están orientados a la construcción de la equidad de género desde un compromiso ético para fortalecer modos de vida incluyentes, que nos conduzcan a una cultura de la no discriminación”. Ojalá no abandonen nunca este importante e impostergable ideal que tanta falta le a nuestras mujeres y a la humanidad misma. Con responsabilidad y respeto, Rosalba”
Tengo el honor de haberla tenido como una de mis referentes feministas, luego como compañera en el activismo y sobre todo, el de haber sido su amiga. Cuando enfermó y fui a visitarla al hospital San Jorge de Pereira, a finales del año pasado, ella me recibió con sonrisas y felicitaciones por haber logrado mi doctorado. Me dijo: “Pispirina, no sabes lo orgullosa que estoy”. Pispirina era la forma de llamar Rosalba a las personas cercanas.
En esa ocasión fui a decirle que en su homenaje quería impulsar el proyecto denominado Museo de la Memoria Femenina Rosalba Salazar Uribe, que me diera su aval. Ella aceptó, no por vanidad, sino porque sabía que su nombre aglutinaba y generaba consensos, pero también porque era muy consciente de su aporte a la ciudad. El museo es apenas una idea condensada en algunas páginas que espero un día se concrete. Por lo pronto, esta columna es mi forma de honrar su memoria, de dar noticia de esa gran mujer y de devolverle, así sea póstumamente, un poco de todo lo que ella nos dio.
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