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El extraño mes del gobierno de Duque

Por: León Valencia, director – Pares


El balance del primer mes del gobierno es un poco extraño. Después de haber tenido una clara victoria electoral, los augurios de un gobierno cierto en sus propósitos, de muy buen recibo en la opinión y de holgadas mayorías parlamentarias, ha tenido un arranque no tan acorde con esos vaticinios. No ha tenido luna de miel, para utilizar una expresión que sirve en estos casos.

Duque tuvo la lucidez de montarse en la consulta popular contra la corrupción enfrentando el desdeño o la oposición de su partido. Fue una gran decisión dado el inesperado resultado de cerca de doce millones votantes que en tiempo frío, sin maquinarias políticas empujando la votación, sin incentivos económicos a la vista, acudieron a las urnas.

Pero Duque no fue el mentor de esta idea, su auténtico vocero, ni su promotor principal. Claudia López fue la madre de la propuesta y la oposición de izquierdas su principal bastión. De ahora en adelante los réditos de la iniciativa siempre podrán capitalizarlos estas fuerzas y las inconsecuencias o limitaciones en la implementación parlamentaria recaerán en el gobierno y los partidos que lo acompañan.

El propósito de hacer un gobierno sin mermelada, compuesto por técnicos de una nueva generación y jugado a la discusión abierta de sus iniciativas en el Congreso, a pesar de no ser plenamente cierto y categórico, ha tenido unos costos puros y duros en la formación de una coalición mayoritaria.

El gabinete tiene un claro corte uribista en sus principales carteras: Interior, Defensa, Hacienda, Relaciones Exteriores y Trabajo, ni nueva generación, ni puramente técnicos, esa es la realidad. Las demás carteras las ocupan personas con poca o ninguna experiencia en el sector público, pero que no han sido ajenas a la filiación política del Centro Democrático o del Partido Conservador. Digamos entonces que la mermelada es para untar en una parte de la tostada.

Eso no ha pasado inadvertido para los liberales, los de Cambio Radical y una parte minoritaria de los miembros del Partido de la U, que se han declarado en independencia frente al gobierno. Así las cosas, las fuerzas que acompañan a Duque en el Senado suman 54 senadores y los partidos que se han declarado independientes o de oposición suman 52, una mayoría precaria. En la Cámara es a la inversa, la oposición y los independientes tienen mayorías ajustadas y el gobierno está en minoría.

Esta realidad se sintió en la composición de las directivas del Congreso donde el Centro Democrático tuvo que ceder dignidades claves a las fuerzas independientes y de oposición y luego se expresó más claramente en la elección del Contralor General de la República donde el candidato del uribismo quedó en franca minoría.

En el discurso de posesión el presidente Duque le apostó con claridad a retomar los lemas de la seguridad, la legalidad, la autoridad, la estabilidad y la justicia y subordinar a estos los designios de la paz, la concertación, la convivencia y la reconciliación que había enarbolado el gobierno de Santos. Pero la apuesta no le está resultando fácil. La realidad de hoy es muy distinta a la que encontró Uribe en el 2002 y las primeras decisiones de Duque no son tan contundentes y en algunos casos resultan ambiguas.

La retórica contra el acuerdo de paz con las FARC se ha ido desdibujando y la pretensión de impedir a toda costa la participación política de los líderes del nuevo partido, la idea de echar para atrás la Justicia Especial para la Paz y la Comisión de la Verdad y la pretensión de hacer cambios significativos a la legislación que dejó el pacto de La Habana, han pasado a un segundo plano a pesar de que algunos líderes del uribismo no dejan de agitar las aguas en el Congreso o en la opinión pública.

Se ha hecho mucha bulla con modificaciones profundas a la lucha contra el narcotráfico. Las amenazas de volver a las fumigaciones con glifosato, poner en primer lugar la erradicación forzada y decretar la incautación de la dosis mínima, nos pueden regresar a la fracasada política de concentrar los esfuerzos en atacar los eslabones débiles de la cadena del narcotráfico y golpear sin medida a los campesinos cultivadores y a los consumidores del país.

Pero aun estas medidas anunciadas con bombos y platillos, con el ánimo expreso de ganar opinión en un momento de crecimiento exponencial de los cultivos y de duras críticas de las autoridades norteamericanas, tienen sus bemoles y ambigüedades. Para volver a fumigar con glifosato hay que ganar el favor de los tribunales y eso no es tan fácil, la erradicación voluntaria con sus incentivos sociales ha mostrado sus buenos frutos y es difícil relegarla, la incautación de la dosis mínima sin penalización tendrá muy poco de realidad.

Quizás todas estas limitaciones, estas marchas y contramarchas, estas contradicciones y ambigüedades del primer mes de Duque han hecho que pierda más de 10 puntos en la popularidad y su registro en la encuesta de Gallup este apenas en un 40 por ciento de favorabilidad. Es, desde luego, un extraño comienzo para un gobierno que reemplazó a Santos que batía el record de la impopularidad.

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