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DJ Duq y sus intentos de cautivar a la generación que reprimió

Por: Sebastián Solano – Coordinador de la Línea de Jóvenes en Riesgo y Participación Juvenil



La reciente incursión del expresidente Iván Duque en el mundo de la música bajo su nuevo nombre artístico "DJ Duq" y su lanzamiento del programa "Dreamers & Makers" a través de su Fundación I+D han sido tendencia en últimos días en la opinión pública. Estos intentos por presentarse como un líder político y empresarial cercano a la juventud pretenden eclipsar su legado como presidente, caracterizado por la represión sistemática y la falta de respuesta a las demandas sociales de los jóvenes.



Los videos que se han hecho virales en los que Duque se encuentra mezclando en una consola de DJ en un evento con jóvenes empresarios en Cartagena, han abierto el debate sobre la autenticidad de sus esfuerzos por conectar con la juventud colombiana. Este evento, parte del congreso organizado por Global Leadership Community, reunió a aproximadamente 35,000 jóvenes empresarios de diversas partes del mundo, ofreciendo a Duque una plataforma para exhibir una faceta hasta ahora forzada de su personalidad pública. Sin embargo, la pregunta que surge de manera inevitable es si estos gestos son suficientes para redimir su historial de represión y violencia contra la juventud durante su mandato presidencial.


El lanzamiento reciente del programa "Dreamers & Makers" a través de su Fundación I+D: Innovación para el Desarrollo, que tiene como objetivo apoyar a jóvenes emprendedores colombianos, añade una capa adicional a esta compleja narrativa. Si bien es necesario proporcionar oportunidades de desarrollo a la juventud, no se puede ignorar el contexto político y social en el que surgen estos esfuerzos. ¿Son estos programas genuinos intentos de apoyar a la juventud, o simplemente estrategias de relaciones públicas diseñadas para suavizar la imagen pública de un exmandatario cuestionado?

 

Para comprender plenamente la paradoja de Duque, es crucial examinar su legado durante su gobierno. El año 2019 fue testigo de un Estallido Social sin precedentes en Colombia, motivado por la exacerbación de problemas sistémicos como la corrupción, la desigualdad y la violencia durante su administración. La juventud desempeñó un papel central en estas protestas, alzando sus voces en demanda de justicia y cambio. Sin embargo, en lugar de escuchar y responder a las preocupaciones legítimas de la juventud, el gobierno de Duque optó por una estrategia de estigmatización, criminalización, represión y persecución.


Los informes de organizaciones de derechos humanos como Temblores ONG revelan un panorama desgarrador de abusos de poder y violaciones de derechos humanos perpetrados por la fuerza pública durante el gobierno de Duque. Las cifras son alarmantes:


“Durante el 2021, registramos un total de 5808 casos de violencia policial, de los cuales 5048 ocurrieron en el Paro Nacional. Del total registrado, 80 casos corresponden a violencia homicida, 47 a violencia sexual y 1991 a violencia física.”



Casos como el de Dilan Cruz, Lucas Villa, Héctor Fabio Morales, Brian Rojas o la joven de 17 años que se quitó la vida luego de haber sido abusada sexualmente por miembros de la policía en Popayán en el marco de las manifestaciones, sucedieron en el gobierno de Iván Duque, quien dio la orden de tener “mano dura contra los manifestantes”. Muchos de estos casos quedaron impunes.


En un intento desesperado y fallido por "conectar" con la juventud durante el Estallido Social, el gobierno de Duque lanzó lo que denominó la "Gran Conversación Nacional". Esta iniciativa pretendía ser un espacio inclusivo donde diversos sectores de la sociedad pudieran expresar sus preocupaciones y visiones para el futuro del país. Sin embargo, la realidad distó mucho de la retórica oficial. La mesa de conversación dedicada a los jóvenes fue un reflejo de la desconexión y la falta de representatividad que caracterizó a toda la iniciativa. A pesar de la retórica de inclusión, la composición de los participantes no reflejaba la diversidad y la amplitud de las voces juveniles presentes en las calles durante las protestas. Las voces de los manifestantes, que representaban la vanguardia del movimiento social, quedaron marginadas en favor de figuras menos contestatarias y más afines al gobierno.


Además, la falta de compromiso real por parte del gobierno para abordar las demandas y preocupaciones planteadas por los jóvenes socavó aún más la credibilidad de la "Gran Conversación Nacional". En lugar de ser un espacio de diálogo genuino, se convirtió en un ejercicio superficial donde las voces disidentes fueron silenciadas o ignoradas.


No podemos obviar el trágico episodio del 7 de noviembre de 2019, cuando el entonces presidente Duque pronunció la controvertida frase "¿De qué me hablas, viejo?" en respuesta a una pregunta del periodista Jesús Blanquicet sobre el bombardeo en el Caguán, donde perdieron la vida ocho niños inocentes. Este incidente marcó un punto de inflexión en la percepción pública del gobierno de Duque y sus acciones en materia de seguridad y derechos humanos.




El bombardeo en el Caguán fue el resultado de una operación militar contra uno de los campamentos de las FARC, llevada a cabo bajo la orden del exministro de Defensa, Guillermo Botero. La posterior destitución del exministro de Defensa, Guillermo Botero, por ocultar la verdad sobre la muerte de los menores, solo confirmó las fallas sistémicas y la falta de transparencia dentro del gobierno de Duque.


La paradoja que encarna Iván Duque refleja las complejidades y ambigüedades inherentes a la política contemporánea. Su intento de proyectarse como un líder juvenil y emprendedor, con gestos como su participación en eventos con jóvenes empresarios y el lanzamiento de programas de apoyo a emprendedores, contrasta de manera llamativa con su historial de represión y violencia durante su mandato presidencial. Esta dicotomía pone de relieve las tensiones entre la imagen pública y la realidad política, entre la retórica de inclusión y la práctica autoritaria, que son cada vez más comunes en el escenario político global. Mientras Duque continúe buscando redimir su imagen sin abordar de manera significativa las injusticias del pasado, su credibilidad seguirá en entredicho y su legado permanecerá marcado por la sombra de la represión y el sufrimiento de la juventud colombiana.

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