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Soñar con los pies en la tierra: el legado de Antonio López Herazo

Por: Redacción Pares


Foto tomada de: lazaron.co y RTVC


Lo primero que recuerdan los amigos más cercanos de Antonio López Herazo, además de su entrega, de su lucha incansable, era su alegría. “Fue un caribeño mordaz, un mamador de gallo”, me dice Antonio Sanguino con la voz acuchillada. López Herazo creía, como el poeta Jorge Guillen, que la vida eran los amigos y nada más: el resto, la selva. La revolución bien podría ser el lugar en donde todos los amigos se dan cita a escuchar canciones viejas.


Este monteriano llegó a Bogotá a mediados de los ochenta a liderar el movimiento político A Luchar, creado en 1984 por sindicalistas, estudiantes, líderes campesinos y algunos miembros de grupos clandestinos de izquierda que habían visto en él la posibilidad de hacer un cambio en el país sin tener que recurrir a otra arma que no fueran las ideas. Tenían las propuestas claras, entre ellas realizar una Asamblea Nacional Popular que se convirtiera en una llave para abrirle las puertas de la democracia a rincones de Colombia olvidados. Hicieron campañas políticas innovadoras como El pueblo habla, el pueblo manda, y apoyaron la idea de realizar una nueva constituyente. Fueron innovadores y coherentes y eso muchas veces se paga con la vida.


Como sucedió con la Unión Patriótica y el Frente Popular, quisieron exterminarlos. Las fuerzas más oscuras de la derecha colombiana desplegaron en 1990 la Operación Relámpago que dejó contra A luchar, este saldo devastador: 305 vidas, 35 amenazas de muerte, 27 heridos de bala, 14 exiliados, 149 detenidos, 21 allanamientos y 9 torturados. Los autores fueron los de siempre, grupos paramilitares en un 38% y Fuerzas Militares y Policía Nacional en un 57%. La impunidad en este caso fue muy alta.


En 28 de junio de 1986 realizaron su primera convención nacional en el Teatro Jorge Eliecer Gaitán. Antonio López fue uno de los oradores. El magnetismo de su discurso y su audacia lo fueron convirtiendo en un referente político. Hasta en sus derrotas fue grande. Aspiró al congreso en varias oportunidades, pero no contó con suerte y pagó, acaso, el precio de ser consecuente con sus ideas de izquierda, aplastadas por las maquinarias de sus rivales. Igual nunca perdió la fe. Siempre soñó con los ojos abiertos.


Pero no necesitaba una curul en el senado para hacerse escuchar. Fue uno de los creadores del Polo Democrático, de la CUT y, junto a León Valencia, lideró la Corporación Nuevo Arco Iris, un semillero de investigadores tan brillantes como Claudia López, Laura Bonilla, Ariel Ávila entre otros. Las denuncias de Nuevo Arco Iris se transformaron en un dolor de cabeza para el gobierno de Álvaro Uribe. Descubrieron la estrategia de las Autodefensas Unidas de Colombia para tomarse el congreso en las elecciones del 2002. Al estudio lo llamaron Parapolítica y sus consecuencias aún las está pagando el uribismo.


Toño, como lo llamaban los que lo conocieron, fue un tipo de izquierda, pero jamás un mamerto acartonado. Los que lo amaron recuerdan su fervor por el vallenato. Antonio Sanguino, su amigo de toda la vida, recordará siempre que cuando compartían algún espacio de fiesta cantaban a coro “Mi hermano y yo” el himno de los Zuleta. Aunque era un estudioso de la obra de Marx su curiosidad lo llevó a leer a los pensadores del momento, Mariana Mazzucato, Thomas Piketty, Yuval Noah Harari. En sus últimos días tenía una confianza absoluta en el proyecto político de Gustavo Petro, su paisano, quien lamentó su partida a través de redes sociales.


Antonio se fue a los 68 años. Sus tres hijas y amigos de toda la vida como Martha Ruiz, Edgar Ruiz, León Valencia, Antonio Sanguino, Javier Darío Vélez, Antonio Navarro y tantos otros empiezan a tener la amarga certeza de que Jorge Guillén tenía razón y que lo que empieza a quedar es la selva.

 

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