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Soportó cárcel, torturas y persecución: Lula da Silva, el nadie que transformó al Brasil

Por: Redacción Pares


Foto tomada de:France 24


Lula nos recuerda a esos mandatarios de antes. Independientemente de sus errores, su carisma es su salvavidas. Cada vez que pisa un aeropuerto es la atracción para ver, y todos los focos de los fotógrafos se dirigen a un solo punto. Es como si irradiara una luz, el magnetismo que tenían Fidel, Gorbachov o Clinton lo ha heredado el brasilero.  Ayer llegó a Bogotá a encontrarse con Petro, cuadrar una agenda entre dos países, regalarle un cuadro bastante feo, casi imposiblemente feo, donde Pelé abraza a García Márquez. Estamos lo suficientemente viejos todos para no entender ya qué es bueno y qué es malo en el arte. Pero el motivo de la visita es algo más grato, es inaugurar la Feria del Libro de Bogotá. Acompañado por una pléyade de escritores, Lula refleja salud a los 78 años, determinación y carisma, la misma con la que pudo salir de la pobreza y convertirse en líder sindical a los 18 años, peleando contra una dictadura feroz.


Salió de la nada, era un nadie como describió a los que no tienen nada que perder y quieren cambios nuestra actual vicepresidenta, Francia Márquez. En una biografía describe a su papá “Como un pozo de un ignorancia” un borracho consumado. A los 12 años era limpiabotas en Sao Paulo, ciudad a donde la familia había llegado tras el gran sueño de surgir. Pero en los países pobres la ascensión social no se da a punta de madrugar. A los 14, después de vender tapioca en la calle, ingresó a una empresa de tornillos. Allí perdió parte de un dedo, trabajaba 12 horas diarias y se fue politizando, no por ninguna pasión al socialismo ni mucho menos, sino que quería mejorar sus derechos y también los de los demás. En 1968 una de las pocas esperanzas que tenían los brasileros se centraba en su selección nacional, dirigida por Joao Saldanha y capitaneada por Pelé. De resto todo iba mal. La dictadura, encabezada por el mariscal Artur da Costa e Silva, trituraba cualquier tipo de sueños. Lula, quien ya había abrazado el partido comunista brasilero, fue arrestado y torturado. Cuando salió de la cárcel se había ganado el respeto de los miembros del sindicato.


Lula fue creciendo y en 1980 su nombre retumbó en todo el Brasil: era la cabeza de una huelga que duró 41 días y que aglutinó a 300 mil trabajadores de Sao Paulo. Un tribunal militar lo encontró culpable de “desorden público” y lo condenaron a 3 años de cárcel. Pero con cada detención su fama iba tomando cariz de leyenda. Los militares se fueron de Brasil en 1986 y él pudo emprender una carrera política siempre del lado de los trabajadores. En los años noventa se presentó tres veces a la presidencia de Brasil y las tres fue derrotado por la maquinaria tradicional. Uno de los rivales que lo venció fue Fernando Collor de Melo, conservador y neoliberal consumado que salió de la presidencia destituido sumiendo al Brasil en una de sus peores crisis económicas y sociales. En el 2002, con más de 52 millones de votos, ganó la presidencia e hizo historia al transformar a Brasil. Mucho después vendrían los años oscuros, Lavajato, de nuevo la cárcel, pero en la primera década de este siglo es imposible negarle a Lula su sitial en la historia.


Entre el 2002 y el 2010 triplicó el PIB y convirtió al Brasil en la sexta economía más grande del mundo. Y eso que dicen que la gente de izquierda no sabe de finanzas. Metió a 52 millones de personas en su ambicioso programa social Hambre Cero, se convirtió en un líder mundial contra el uso de bombas atómicas. Salió de la presidencia con una popularidad incuestionable, arrasadora, 80%, pero empezarían las malas noticias. Sus años de fumador consumado le pasaron factura y en el 2011 le diagnosticaron un cáncer de garganta. Luego vendría la ascensión de un líder que estaba en sus antípodas, una especie de Donald Trump del trópico, un hombre que no respetaba mujeres, y que le entregó el Amazonas a las multinacionales destruyendo a más de dos mil millones de árboles. La victoria de Bolsonoro no sólo sería un revés político para él sino para la humanidad entera. Después vendría lo peor, el escándalo de Odebrecht, la operación Lavajato y de nuevo la cárcel, luego de una implacable persecución del juez Sergio Moro.


A sus 73 años Lula tuvo que pasar 580 días en una cárcel. El líder del Partido de los Trabajadores había sido encontrado culpable por corrupción pasiva y lavado de dinero en el 2021. Luego un juez comprobó que había una persecución de Moro contra Lula y salió libre y pudo volver a ser presidente.


Y ahí está, indestructible, irradiando energía a sus 78 años. En política ya es difícil encontrar a alguien con ese poder a una edad que muchos consideran avanzada, pero pocos recuerdan que Mick Jagger y Keith Richards, a sus 81 años, están a punto de lanzarse en una nueva gira de conciertos mundial. Los Rolling Stones y Lula comprueban eso de que los 80 son los nuevos 60.

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