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Ricardo Darín, la dignidad de un actor que le dijo no a Hollywood

Por: Iván Gallo - Coordinador de Comunicaciones


Acaba de salir en Netflix El Eternauta. Esta es la novela gráfica más importante en la historia de Latinoamérica. Fue la primera vez además que dos autores, Francisco Solano López y Germán Oesterheld, ubicaron una invasión extraterrestre en Buenos Aires. Hasta ese momento parecía que Nueva York o Londres sólo eran el epicentro de estas calamidades. El Eternauta tiene un poder devastador. No sólo prefigura la violencia con la que los militares invadieron Argentina en 1976 con toda su brutalidad, sino que, también, tuvo una visión profética, la de la tragedia de uno de sus autores. Al dibujante de la obra, Germán Oesterheld, lo desaparecieron y también a sus cuatro hijas durante la sangrienta dictadura. La novela gráfica es de 1957 y llevaban décadas pensando en una adaptación al cine. Tuvo que llegar Netflix para que esto se hiciera realidad.

 

El protagonista de El Eternauta es Ricardo Darín. Casualmente el actor más famoso de Latinoamérica -Quentin Tarantino lo ha comparado con Al Pacino- nunca había hecho una serie. Acá es Juan Salvo quien es en la adaptación un veterano de las Malvinas atormentado por todo el horror que tuvo que vivir en batallas tan descarnadas como Monte Longdom. Tiene una puntería de miedo y esto será una de las pocas armas que tenga la humanidad para resistir la invasión. Ricardo, aunque no lo crean, ya está grande, tiene 68 años. En Colombia lo conocimos a comienzos de este siglo por una racha de exitos en el cine que nos dejó con la boca abierta: El hijo de la novia, Nueve Reinas, El mismo amor la misma lluvia. Fue el protagonista además de El Secreto de sus ojos, la película que le dio a la Argentina el segundo Oscar de su historia.

 

 Años después esa fama se convertiría en fervor cuando se estrenó en el mundo Relatos Salvajes. Allí encarnaba al intransigente Bombita, un hombre que se harta de la burocracia de un país que se cae a pedazos. Y desde entonces es Bombita. Darín debutó en la actuación a los ocho años en una radionovela que protagonizó con una de sus maestras, Norma Aleandro, con quien compartiría set en El hijo de la novia y quien lo convenció para hacer otro de sus papeles insignia en el teatro, en la adaptación que hicieron en Buenos Aires sobre Escenas de la vida conyugal de Ingmar Bergman.

 

A pesar de las ofertas que le han llegado desde Hollywood ha sido indeclinable en decir que no. Hubo una en la que dijo no más de una vez. En el 2003 el exitosísimo productor y director Tony Scott le propuso ser el malo en una película que sería una de las más taquilleras de ese año, Hombre en llamas, con Denzel Washington y Dakota Fanning. Darín tenía que encarnar a un mafioso mexicano. Juntando los dedos a lo argentino Darín se preguntaba irónico, sardónico: “Y yo qué tengo que ver con ser un mafioso mexicano” La insistencia de la producción fue abrumadora. Le dijeron, retadores, “No podemos aceptar un no como respuesta” e igual Darín los mandó al carajo.

 

El mensaje de Darín es poderoso para tantos actores latinoamericanos, incluídos colombianos, que queman sus naves acá para irse a probar suerte a los Estados Unidos y quedan con sus sueños rotos. Obviamente que este hombre, que ha sabido convertirse además en una estrella en España, no tiene problema para conseguir trabajo. Las propuestas le llueven en su país y en España, pero nunca fue “falta de ambición actoral” el no enfrentarse a un público como el de Estados Unidos.

 

Igual está bendito y todo lo que toca lo transforma en oro. Con El eternauta lo ha demostrado. La conexión con los jóvenes es una preocupación constante para un hombre que no para de aprender, de expandirse.

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