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¿Pueden los hombres cuidar a la niñez?

  • Foto del escritor: Ghina Castrillón Torres
    Ghina Castrillón Torres
  • hace 5 horas
  • 3 Min. de lectura

Por: Ghina Castrillón Torres. Politóloga feminista.



El caso de Freddy Castellanos, capturado como presunto abusador sexual de al menos 12 niños y niñas en un hogar infantil operador del ICBF en BogotÔ, ha generado varios debates, entre ellos, uno que considero que se debe abordar a profundidad ¿pueden los hombres cuidar a la niñez, especialmente en la primera infancia? Es necesario cuestionar las respuestas institucionales y sociales que, en nombre de la protección, reproducen estereotipos de género y lógicas excluyentes.


Entre las primeras reacciones, la directora del ICBF anunció la intención de priorizar la contratación de mujeres en entornos de cuidado infantil. Aunque la intención es una medida de protección urgente ante la gravedad del caso, refuerza una narrativa sexista y un estereotipo de gĆ©nero que asocia el cuidado como una cualidad ā€œnaturalā€ de las mujeres. Esta idea desplaza el problema hacia la exclusión de los hombres del ejercicio del cuidado, sin cuestionar el fondo del asunto que la ausencia de mecanismos robustos de prevención, control y formación.


El cuidado no es una cualidad ā€œnaturalā€ de las mujeres, sino una prĆ”ctica que ha sido históricamente feminizada, precarizada e invisibilizada. Vincular la capacidad del cuidado a las mujeres perpetĆŗa la división sexual del trabajo y la desigualdad; y excluir a los hombres del mundo de los cuidados les impide la posibilidad de ejercer roles de afecto, ternura y corresponsabilidad, bloqueando su transformación hacia roles de ternura, empatĆ­a y corresponsabilidad.


Cuando comparamos reacciones, es evidente el doble racero social ante estas noticias. Cada vez que las mujeres denunciamos agresiones sexuales, algunos hombres nos dicen "no todos los hombres violan". Pero cuando un hombre agrede a niños y niñas, de inmediato proponen excluir a todos los hombres del cuidado, "por si acaso". Esta lógica de sospecha produce un efecto contrario, criminalizando el potencial de cuidado masculino y refuerza la idea de que las mujeres son naturalmente mÔs seguras para el entorno infantil.


No obstante, las cifras del Instituto Nacional de Medicina Legal sustentan la preocupación, dado que en 2024 se registraron 22.106 casos de presuntos delitos sexuales en Colombia, de los cuales el 96% de los agresores identificados fueron hombres. Sin embargo, reconocer esta realidad no debe significar una prohibición de facto de su participación en espacios de cuidado, sino en la urgente necesidad de transformar las estructuras de formación, supervisión y garantía de derechos.


Asimismo, los datos del DANE de 2023 refuerzan el sesgo de género en el sector educativo, pues en el nivel de preescolar, el 95,1% del personal docente son mujeres, frente a solo un 4,9% de hombres. Esta proporción cambia a medida que aumenta la edad de los y las estudiantes. En bÔsica primaria (6 a 10 años) las mujeres docentes representan el 77%, en la educación bÔsica secundaria (12 a 14 años) son el 52,3% y en la educación media (15 a 16 años) un 46,5%. El mensaje claramente muestra que cuanto mÔs pequeños los niños y niñas, menos presencia masculina en los espacios de enseñanza y cuidado.


A propósito de este debate, esta semana, preguntĆ© a varios de mis contactos sobre el tema. Las mamĆ”s de niƱos mostraron mayor flexibilidad frente a la idea de que un hombre pueda enseƱar o cuidar. Pero las mamĆ”s de niƱas respondieron con una palabra en comĆŗn ā€œinseguridadā€, manifestaron su temor, especialmente por las tareas de higiene. Entre los papĆ”s, algunos coincidieron en aceptar, sin mayor problema, la idea de profesores hombres, pero otros respondieron con una negativa tajante. Pero mamĆ”s y papĆ”s daban por sentado la presencia de mujeres docentes. Esto muestra lo arraigada que estĆ” la idea de que el contacto masculino con la infancia no es lo apropiado.


Pero entonces, considero que formar hombres cuidadores implica apostar por una educación que cuestione las masculinidades hegemónicas centradas en la fuerza, el silencio emocional y la distancia afectiva. Implica enseñar a los hombres a cambiar pañales, a acompañar procesos de aprendizaje de higiene en la primera infancia, a ser figuras de ternura, de escucha y de apoyo emocional. También exige políticas públicas que fortalezcan la vigilancia, el control y los protocolos de prevención, sin caer en la exclusión por sexo. Se requiere una inversión institucional seria en formación ética, verificación de antecedentes, vigilancia a operadores de estos servicios y acceso efectivo a rutas de denuncia. La protección infantil no se logra excluyendo, sino profesionalizando el cuidado.


Creo firmemente que enfrentar las violencias implica eliminar los estereotipos de gƩnero y promover masculinidades afectivas. Necesitamos hombres cuidadores, no ausentes. Pero tambiƩn necesitamos instituciones capaces de garantizar seguridad.


No hay justicia si excluye en nombre de la protección dejando que el prejuicio nos diga qué hacer.


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