Preocupaciones por la instalación de la Zona de Ubicación Temporal del Frente 33 del EMBF en el Catatumbo
- Daniel Parra y Francisco Daza
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Por: Daniel Parra y Francisco Daza

El mes de mayo inició con un anuncio trascendental por parte del presidente Gustavo Petro: la instalación de una Zona de Ubicación Temporal (ZUT) para el Frente 33 del Estado Mayor de Bloques y Frentes (EMBF) en la zona rural del municipio de Tibú, en la región  del Catatumbo. Esta medida, enmarcada en la Ley 2272 de 2022 que establece los lineamientos de la llamada "Paz Total", busca fortalecer el Estado social de derecho a través de la presencia institucional y la implementación de transformaciones territoriales pactadas con estructuras armadas en proceso de diÔlogo con el gobierno nacional.
Como antecedente inmediato, el Gobierno Nacional expidió el Decreto 0448 de 2025, mediante el cual se suspenden durante un mes āhasta el 18 de mayoā todas las operaciones militares contra el EMBF. Esta medida se produce tras 18 meses de cese al fuego bilateral y tiene como propósito habilitar condiciones de seguridad y logĆsticas que permitan el trĆ”nsito ordenado de las estructuras que componen el EMBF hacia las ZUT, facilitando asĆ procesos de transformación territorial, particularmente en las regiones de CaquetĆ” y el Catatumbo. Sin embargo, la designación de TibĆŗ como sede de una de estas zonas ha encendido las alarmas entre autoridades locales, organizaciones sociales y comunidades, debido al frĆ”gil contexto de seguridad en la región y la superposición de actores armados con una disputa armada abierta. A continuación, exponemos por quĆ© no existen condiciones adecuadas para su implementación y los posibles efectos adversos que esto podrĆa desencadenar en la ya compleja dinĆ”mica del conflicto en el Catatumbo.
Un enclave en disputa: riesgos geoestratƩgicos de la ZUT
La concertación de una ZUT en TibĆŗ para el Frente 33 representa un riesgo geoestratĆ©gico de alto nivel. Aunque el Gobierno ha manifestado que la zona estarĆa protegida por la fuerza pĆŗblica, la realidad es que TibĆŗ constituye un territorio altamente disputado, donde la presencia activa del EjĆ©rcito de Liberación Nacional (ELN) genera condiciones de extrema vulnerabilidad. En este contexto, la eventual concentración del Frente 33 en una ubicación fija podrĆa representar una oportunidad para el ELN, que ha intensificado su ofensiva armada en la región, incluyendo el uso de drones con explosivos y emboscadas, para debilitar o expulsar a su contraparte del territorio.
Por otra parte, el Frente 33 ha operado históricamente en el Catatumbo, y su negativa a ser reubicado fuera de su zona de influencia demuestra la importancia estratĆ©gica de este enclave para su estructura. Esta situación anticipa una resistencia a cualquier propuesta de desplazamiento y, al mismo tiempo, eleva las tensiones con el ELN, que ha reiterado en mĆŗltiples ocasiones su intención de confrontar a este grupo armado y al EjĆ©rcito Nacional hasta consolidar su control territorial. Como consecuencia, las comunidades rurales, ya afectadas por dĆ©cadas de violencia, quedarĆan aĆŗn mĆ”s expuestas al fuego cruzado, el desplazamiento forzado, las amenazas y otras violaciones de derechos humanos, profundizando la crisis humanitaria que se viene presentando desde enero de este aƱo.
Un frƔgil equilibrio y el riesgo de colapso del proceso
El escenario se torna aĆŗn mĆ”s preocupante ante la posibilidad de una ruptura de la mesa de diĆ”logo entre el EMBF y el Gobierno Nacional. De suceder, los distintos frentes del Bloque Magdalena Medio permanecerĆan replegados en el Catatumbo ācomo lo autoriza el Decreto 0448ā, lo que transformarĆa las ZUT, concebidas como espacios de trĆ”nsito hacia la paz, en enclaves de consolidación armada. Esta concentración militarizada podrĆa desencadenar una escalada de confrontaciones con el ELN o con la fuerza pĆŗblica, agudizando la violencia y debilitando gravemente el proceso de paz.
A esto se suma una preocupante ausencia de claridad en aspectos logĆsticos y operativos esenciales: ĀæquiĆ©n garantizarĆ” la protección efectiva de las zonas?, ĀæquĆ© mecanismos de verificación se implementarĆ”n?, Āæcómo se identificarĆ” a los miembros del EMBF reubicados?, ĀæquĆ© rol jugarĆ”n las autoridades locales en el proceso? Estas preguntas siguen sin respuesta y alimentan el escepticismo entre la población civil y las instituciones regionales.
Advertencias desde el territorio: voces que deben ser escuchadas
Luis Fernando NiƱo, Alto Consejero para la Paz y la Reconciliación en Norte de Santander, ha expresado con franqueza las preocupaciones que genera la instalación de la ZUT en TibĆŗ. Si bien reconoce el potencial beneficio de reducir la violencia armada (āmenos muertos y menos ataques a la población civilā), tambiĆ©n alerta sobre los vacĆos estructurales del proceso: āNo sabemos quiĆ©nes serĆ”n los verificadores, quiĆ©nes los van a proteger, cuĆ”les serĆ”n las condiciones logĆsticas para garantizar la seguridadā.
NiƱo advierte, ademĆ”s, sobre los posibles efectos de una reacción armada por parte del ELN ante la presencia del Frente 33 en la región. En sus palabras: āUna situación que se puede presentar es que todos los hombres armados en una zona no van a irse a luchar a otras zonas, sino que estarĆ”n todos ubicados luchando contra el ELNā. De ser asĆ, la ZUT no serĆa un paso hacia la paz, sino la antesala de una intensificación del conflicto armado en el corazón del Catatumbo.
Reflexiones finales: el Catatumbo no puede ser un experimento
La instalación de una Zona de Ubicación Temporal (ZUT) en TibĆŗ, sin garantĆas mĆnimas de seguridad y sin claridad institucional sobre su implementación, representa un riesgo significativo para la población civil, el gobierno nacional y el propio proceso de negociación con el Estado Mayor de Bloques y Frentes (EMBF). Las experiencias previas en contextos similares han demostrado que los procesos mal planificados, o llevados a cabo sin el involucramiento activo de las comunidades ni mecanismos robustos de verificación, terminan profundizando los ciclos de violencia, debilitando la confianza ciudadana y erosionando la legitimidad de las negociaciones.
En este contexto, se hace urgente una evaluación mĆ”s rigurosa del terreno, asĆ como una articulación efectiva con los actores territoriales, entre ellos los gobiernos locales, las organizaciones sociales y las comunidades del Catatumbo. Del mismo modo, es indispensable diseƱar e implementar un sistema sólido de monitoreo, verificación y protección que brinde garantĆas reales tanto a la población como a los actores en proceso de transición.
AdemĆ”s, la implementación de cualquier medida de ubicación transitoria debe ir acompaƱada de condiciones contextuales que la habiliten, es decir, de un entorno mĆnimo de seguridad, confianza institucional y compromiso real con los cambios prometidos. Esto implica mostrar resultados tangibles en el territorio, que reflejen la voluntad polĆtica de avanzar hacia una paz duradera.
Hoy por hoy, esas condiciones no estÔn dadas en el Catatumbo. La prioridad para esta región debe centrarse en reducir las acciones armadas de todos los grupos presentes, garantizar el retorno digno y seguro de las familias desplazadas, y avanzar en la consolidación de una estructura estatal integral que responda a las demandas históricas del territorio. Sin esto, cualquier intento de establecer una ZUT corre el riesgo de convertirse en un experimento fallido, con consecuencias graves e irreversibles para la paz y la seguridad en la región.
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