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Municipio de Morales, entre el café y la coca

Por: Olga Portilla Dorado

Oficina Pares - Pacífico


Según el Observatorio de Drogas de Colombia (ODC), el municipio de Morales concentra alrededor de 400 hectáreas de coca[1]. La economía ilícita ha ganado terreno, especialmente en los límites con Suárez y en las faldas de las montañas que rodean la Salvajina, en la zona occidente de Morales. Sin embargo, el cultivo tradicional de la población moralense, el café, aún está en buena parte del territorio: según el Comité Departamental de Cafeteros, hay 6.827 hectáreas de café[2] en manos de familias que resisten entre la pobreza, la esperanza y proyectos de transformación.


Habían pasado 48 horas desde que se tuvo noticias de Yeisi Campo. La última vez que sus familiares la vieron con vida fue la tarde del lunes 12 julio del presente año. Dos días después, a Yeisi la asesinaron. El hecho ocurrió en el Crucero (vereda Altamira, Morales, en el Cauca).


Yeisi Campo fue presidenta de la Junta de Acción Comunal (JAC) de la vereda El Playón, ubicada dentro del Consejo Comunitario La Fortaleza, al que ella pertenecía. Este consejo comunitario está ubicado en la zona occidente del municipio de Morales, también conocido como ‘Distrito 8’, en donde se concentra la mayor parte de la hoja de coca que hay sembrada en este territorio.


Su labor como lideresa era bastante visible tanto en la política como en lo social y comunitario. En los reportes del Sistema de Información de la Fundación Paz & Reconciliación (SIPARES) se registra que, con corte a septiembre, en lo que va del año han sido asesinadas, al menos, 11 personas líderes y defensoras de derechos humanos en el Cauca (Yeisi Campo es la única víctima reportada en el municipio de Morales). Por su parte, a nivel nacional, en Colombia, durante este mismo periodo de tiempo, se reporta el asesinato de 98 personas que ejercían algún tipo de liderazgo.


Pese a ese reconocimiento social por su labor, en Morales, los comentarios sobre la muerte de Yeisi Campo fueron otros. Y es que, debido a la actual presencia de grupos armados ilegales en el municipio, especialmente de la ‘Columna Jaime Martínez’, disidencia de las FARC, líderes y lideresas sociales han tenido que “tomar partido” o callar ante lo que vean. “… A ella se le vio con unos que eran del otro bando (la ‘Nueva Marquetalia’), y eso no les gustó a los de la ‘Jaime’, por eso dicen que la mataron, porque decían que era una colaboradora. Acá no estar con ellos es ser enemigos”, comenta un líder comunal que, por obvias razones, prefiere quedar en el anonimato.


Seis días después de lo sucedido con Yeisi, en la represa la Salvajina (embalse que es compartido por los municipios de Suárez y Morales desde 1985) fueron hallados dos cuerpos sin vida flotando sobre las aguas del embalse, en inmediaciones de la vereda San Martin. Una de las personas fue identificada: era una mujer oriunda del municipio de Piendamó a quien su familia había reportado como desaparecida desde el 16 de julio, viéndola por última vez en cercanías a la vereda Pan de Azúcar, del municipio de Morales.


El cuerpo de la mujer estaba junto al de un hombre afrodescendiente, del que las autoridades, a la fecha, no tienen identidad. Aunque las investigaciones no avanzaron mucho para conocer la razón de esos asesinatos, entre la comunidad moralense se menciona que ambos estaban involucrados en negocios de prostitución, trayendo jovencitas a los ‘chongos’ o casas de lenocinio, y que ya se les habría advertido anteriormente (por parte de los grupos ilegales) que no lo hicieran, por temas de pandemia y seguridad. “… Es por eso de la prostitución, por promoverla en el municipio. Lo que a uno le dicen es que ella andaba en eso, y como acá en pandemia hubo mucho control por parte de ellos (disidencias) para ingresar a la zona rural. Ya le habían advertido y pues seguramente no hizo caso y vea cómo terminó”, comenta el líder comunitario.


Recordemos que, en 2018, la Defensoría del Pueblo emitió una alerta temprana[3] por la incidencia de los grupos armados residuales en varios municipios, entre ellos Morales.

Una paz en riesgo por la coca


Adentrarse al municipio de Morales es vivir contrastes entre lo legal y lo ilícito, que ya no se esconde entre otros cultivos o montañas adentro, a horas y horas de camino. La coca llegó para quedarse, basta tan solo mirar los registros oficiales del Observatorio de Drogas de Colombia (ODC) donde, según las cifras registradas, en el 2016 había 166,89 hectáreas de coca; mientras que en el 2020 se reportaron 393,41. Sin embargo, para quienes habitan el territorio, ya hay más de 1.000 hectáreas sembradas con esta mata.


Desde el resguardo de Honduras así se observan algunos de los cultivos de hoja de coca que hay sobre las faldas de las montañas que rodean la represa La Salvajina en el municipio de Morales. Fotografía: Olga Portilla Dorado


Morales hace parte del Plan de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET) Alto Patía y norte del Cauca, y aunque sus comunidades y autoridades mencionan algunos beneficios como el mejoramiento de vías y algunos proyectos de infraestructura, la esperanza en el Acuerdo de Paz se ha ido desmoronando, especialmente con el tema de tierras y sustitución de cultivos ilícitos.


Un líder del Consejo Comunitario La Fortaleza cuenta que, en 2017, el 99% de su comunidad se acogió a la sustitución voluntaria, pero no recibieron nada de lo acordado: “Eso es una figura ficticia para hacerle creer a los países garantes, a los países cooperantes de Colombia, de que eso sí se iba a dar. En Morales, además de las más de 600 familias del Consejo Comunitario que se inscribieron, se sumaron 1.300 de la zona campesina, para un total de 1.935 aproximadamente. Del 100% del apoyo que debería llegar por parte del PNIS, no ha llegado ni el 0%. No ha llegado nada. Están dilatando, cambiando coordinadores, y en este momento podemos estar hablando de un incremento del 400% de hectáreas de coca en el municipio”.


Así también lo reconocen desde la administración municipal, para quienes los proyectos a raíz del Acuerdo de Paz se anunciaron hace cuatro años. La sustitución también era una iniciativa para la cual se creó una mesa de negociación, pero el tema no avanzó. “El Gobierno le incumplió a la gente y por eso la gente también incumplió, cosa que generó el incremento de un 300% en los cultivos”, señala una persona de la administración municipal.


A 2020, según el Observatorio de Drogas de Colombia (ODC), Morales concentraba alrededor de 400 hectáreas de coca. Sin embargo, para la comunidad el número ya debe superar las mil hectáreas. Fotografía: Olga Portilla Dorado

Un funcionario de la Alcaldía que hace parte del tema PDET, y quien prefiere omitir su nombre, también recuerda cómo, a través de su gestión, logró contactar a personal del Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos de Uso Ilícito (PNIS), pero al dialogar con la comunidad y hacer un sondeo de quién estaba interesado, la respuesta fue negativa, porque el Gobierno les iba a incumplir.


“El tema del PNIS es muy bueno para los territorios, pero aquí no se pudo trabajar porque ya no tienen la confianza ante el Estado. Aquí se hicieron unos acuerdos para sustituir, pero el Estado los incumplió y a raíz de eso la gente no quiere saber de esos programas”, agrega el funcionario.

El conflicto se trasladó a la zona donde están los cultivos

Joaquín Ortega* es un referente en Morales para consultas jurídicas y en lo que se refiere a conocimiento de la historia del municipio. Vive hace más de 40 años en este territorio del centro del Cauca, lo que le permite tener un panorama claro sobre el cambio antes y después de las FARC-EP.

“El conflicto actual está en la zona rural, uno ve los letreros y ciertas actuaciones que perjudican el bienestar social, pero por acá en el casco urbano casi no se presentan. Está hacia la zona occidente, del río Cauca para allá, de la Salvajina para allá, donde están los grupos que manejan los cultivos ilícitos. Hace unos ocho años rondaba el conflicto en el casco urbano por la presencia de las FARC. En los años 80 a cada rato la guerrilla se metía al pueblo, ahí al centro donde está la Estación de Policía, pero ahora no”, dice Joaquín Ortega.

Como él, Víctor Aldana*, líder de la vereda Carpintero, afirma que, en efecto, la disminución del conflicto se dio luego de que las FARC-EP, o al menos parte de la estructura que tenía injerencia en Morales (‘Frente Sexto’) se acogió al Acuerdo. Sin embargo, años después de ese histórico 2016, los grupos disidentes que se reagruparon y entraron nuevamente a Morales comenzaron a manejar el negocio de la coca, hasta el punto de convertir algunas zonas en territorios de disputa por la ruta y el enclave que conforma Morales junto a Cajibío, Buenos Aires y la Costa Pacífica caucana.

Por su parte, un funcionario de la alcaldía local coincide con Joaquín Ortega, al señalar que “antes las tomas eran a diario, y a raíz del Acuerdo de Paz se minimizaron esos sucesos en la zona urbana. Ahora los hechos violentos y victimizantes se presentan en la zona rural. En la zona urbana hay violencia, pero no ligada a tomas guerrilleras ni a grupos armados. Ese fue el cambio que se vio con el Acuerdo de Paz”.

Una economía que atrae

“Se van para allá y se sacan 100 o 120 mil pesos al día. Por eso ya mucho joven no estudia. Además, en tiempos de pandemia, donde el colegio se cerró y las clases eran virtuales, pues muchos de los que no tienen Internet se dedicaron a trabajar, a coger hoja de coca, porque era en lo que mejor pagaban”. Esta afirmación fue común encontrarla en las voces de hombres, mujeres, líderes, funcionarios, jóvenes y adultos que se entrevistaron para la investigación realizada.

Las personas coinciden en que la coca es un atractivo (guste o no) que genera dinero en el municipio y que ha dinamizado la economía de Morales. A simple vista, por la única vía de acceso que tiene el municipio (llegando desde Popayán), se pueden contar fácilmente entre 10 y 12 locales de venta de insumos para el agro. “Los abonos que sirven para el café, sirven para la coca”, dice una lideresa dedicada al café.

Así mismo, el consumo de bebidas alcohólicas y el comercio ha aumentado significativamente: “ahora usted en esa vía principal no encuentra más de dos casas familiares, de resto son locales comerciales de diferente índole (…); los arriendos han subido considerablemente, antes usted encontraba un local en 300 o 400 mil pesos, ahora no bajan de un millón”, dice otro poblador de la zona.

Sin embargo, en el municipio aún hay varias carencias: agua potable, fluido eléctrico, conexión de Internet, vías en buen estado, entre otras condiciones. Las casas en las zonas rurales no han mejorado; están construidas en bahareque o en madera, y las que están en ladrillo y cemento siguen en obra negra. Aunque se ve el flujo de dinero en el comercio, este parece estar concentrado en el casco urbano, y la plata que circula por todo lo que involucra el mercado de la coca no es que esté significando mejora en la calidad de vida de la población moralense.

El parque principal del casco urbano de Morales, donde se desarrollan las principales actividades de comercio. Allí está ubicada la Alcaldía y a pocas cuadras la Plaza de Mercado. Al fondo, la vía principal que llega hasta la Estación de Policía, y en primer plano la vía que conduce al municipio de Suárez. Fotografía: Olga Portilla Dorado

Lo que uno percibe son cosas como esta: antes la gente venía mucho a pedir las ayudas aquí a la Alcaldía, ahora ya muy poco, porque unos tienen cultivos, los otros son lo que llama uno ‘raspachines’ y sacan un buen sueldo. El valor de un arriendo, el incremento del comercio, el valor de una casa, de la tierra, eso ha aumentado… Yo recuerdo sitios como El Playón (vereda en el Consejo Comunitario La Fortaleza), que es una zona cocalera, todas esas veredas por ahí aledañas donde están los centros de los cultivos, antes no daban un peso por una hectárea, ahora son peleadas las tierras, y carísimas”, agrega un funcionario de la administración municipal.

Además de lo anterior (que, entre otras cosas, ha generado que lleguen personas foráneas al municipio y que los propietarios de toda la vida vendan sus tierras), también preocupa el impacto de la coca en los y las jóvenes, y ese gusto “por el dinero fácil”, ya que al irse a “raspar” o empezar a hacer otros trabajos en el negocio del narcotráfico, empiezan a ganar “buen dinero”, pero que entre viernes, sábado y domingo se queda en las cantinas.

“Con la adquisición de dinero, los jóvenes creen que pueden tener un arma, amedrentar a otras personas, generar problemas; entonces eso ha generado un poco de descomposición social relacionada al tema del desinterés por las cosas buenas. Si hay plata, hay armas, hay mujeres, y hay licor. La deserción escolar también la hay a causa de este negocio. Por ejemplo, un niño de diez años ya no va a ir a estudiar porque se puede sacar cincuenta mil hasta el mediodía”, agrega un líder del Consejo Comunitario La Fortaleza.

Solo basta estar despierto entre las 4:00 y 5:00 de la mañana para escuchar un zumbido de docenas de motos pasando por la vía principal de Morales, muchos de los que raspan no son de la zona; se cree que vienen de Cajibío, Piendamó y Caldono. Parece una caravana: en Morales ya sus habitantes no se despiertan con el ruido de los gallos, sino con el ruido de las motos que llevan a los recolectores de hoja de coca.

“Es mejor el café que la mata que mata”

Aunque los cultivos de coca están a simple vista cuando se va desde el casco urbano de Morales hacia la zona occidente del municipio, y en las faldas de las montañas que rodean la represa la Salvajina, el común en el paisaje de entrada al municipio, y en veredas organizadas hacia el oriente de este territorio, es el que tiene como protagonistas a los cafetales y a algunos cultivos de pancoger.

El número exacto de hectáreas de coca no se tiene, pero por los comentarios de las personas, esta plantación ha ido ganando terreno en Morales, y esto ha traído problemas como los ya mencionados a lo largo de este artículo.

Pese a esto, todavía hay asociaciones, organizaciones y personas líderes que promueven la siembra de café como producto principal del municipio para mejorar su economía y no caer en la tentación de lo ilícito. “… Porque así usted solo preste su tierra para tener plantas de coca, ya está haciendo algo malo”, dice Floralba Carabalí*, lideresa de una asociación de mujeres que se dedica al café.

Maricela* es una joven de no más de 25 años, vive en la vereda San Rafael, a unos 15 minutos del casco urbano de Morales. Ella, junto a otros jóvenes, desde el 2019, se dedica a la caficultura y, en el mercado campesino, entre sus familias y vecinos empezaron a comercializar ‘El Sabio Café’, una marca hecha por jóvenes moralenses que aún creen en lo lícito. Terminaron el colegio, pero no pudieron ir a la universidad, así que decidieron dedicarse a la labor del campo, tradición familiar.

Aunque su marca es ‘El Sabio’, Maricela, Julián* y David* también son socios de la Asociación Campesina en Agricultura Limpia de Morales (Asocalm), colectivo al que están afiliados sus padres, quienes les han inculcado cultivar el grano y no la mata que mata.


En la vereda San Rafael, ubicada a 15 minutos de la cabecera municipal de Morales, se encuentra Asocalm, asociación dedicada a la venta de café. De ella hacen parte 105 productores. En Morales hay 6.827 hectáreas de café, según el Comité de Cafeteros del Cauca. Fotografía: Olga Portilla Dorado


Como esta asociación, hay varias en Morales que se dedican a producir la tierra y a vender sus productos; generalmente lo hacen entre los mismos habitantes de la vereda, o cuando hay mercado campesino organizado por la Alcaldía salen al parque a vender. Para quienes están cerca al casco urbano, esta labor es algo sencilla, sin embargo, a los que viven a más de 3 horas de camino, el tema se les dificulta, por lo que cada que pueden, le recuerdan a su Junta la necesidad de buscar proyectos y ayudas para llegar al comercio del pueblo.

Floralba Carabalí reconoce las bondades de estar en esta asociación que se creó en 1997 con 15 productores y que, poco a poco, con apoyo departamental y nacional, empezaron a comercializar café a través de convenios. Ahora tienen un lugar de acopio, aunque ya se queda pequeño porque en la actualidad son 105 productores quienes llevan su cosecha allí. Legalmente cuentan con todo lo necesario, lo que les ha permitido hacer parte de convenios con cooperación internacional, con la Federación de Cafeteros y con el Estado, no solo para el tema de comercialización, sino para capacitación, tecnificación y mejora de procesos.

“Los jóvenes están vinculados en el programa de transformación y esto ha sido positivo, porque los rescatamos de que se vayan a raspar coca, que es lo que está de moda por acá. Eso con la pandemia mucho joven hasta dejó de estudiar, pero los de nuestra asociación, los de nuestra vereda no. Es algo que quisiéramos ojalá se dé en otras zonas de aquí de Morales, porque la verdad no queremos verlos perdidos en otros negocios”, concluye Floralba.

 

*Nombres cambiados por seguridad de la fuente.

[1] Datos publicados para el año 2020. [2] Información disponible en el Cuadro General de la Caficultura publicado por el Comité Departamental de Cafeteros del Cauca. Según este mismo cuadro, en Morales hay 6.011 caficultores, 7.278 fincas y se producen 840 mil arrobas de este producto. [3] Alerta Temprana de Inminencia 034-18.

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