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Masacre de Llano Verde: Racismo y segregación en Cali

Por: Oficina Pares-Pacífico.


En la noche del 11 de agosto cinco adolescentes negros del barrio Llano Verde en Cali fueron torturados y masacrados en un cañaduzal de la vía que conduce al antiguo basurero de Navarro. Después de una búsqueda desesperada en la oscuridad de la noche, sus familiares encontraron una horripilante escena de muerte que ni el más surrealista de los cineastas del “Caliwood” de los 70 hubiera podido imaginar. Hasta el momento no se conocen los autores materiales de este atroz crimen, el o los monstruos de los cañales continúan sueltos.


Esta nueva masacre es una muestra brutal de la violencia racista que se ensaña contra los jóvenes negros y sus familias en el oriente de la ciudad, una zona de mayoría de población afrodescendiente y con una larga historia de poblamiento a partir del desplazamiento forzado de familias provenientes de toda la región Pacífica. Este es el caso del barrio Llano Verde, un barrio conformado en su totalidad por familias de desplazados por la violencia del conflicto armado y que sufren procesos de re-victimización en los contextos urbanos en los que logran establecerse.


El dolor, la rabia y la indignación generaron una movilización espontánea por parte de las personas de la comunidad pidiendo justicia por este crimen, no es la primera vez que los barrios del oriente se ven manchados de sangre de los jóvenes negros, así manifiesta la asociación AFRODÉS este drama: “asesinar nuestros niños y jóvenes implica destruir la posibilidad de continuar nuestra existencia cultural: ni siquiera tenemos el derecho a la vida”.


Cali: una ciudad segregada racialmente


Como señala la urbanista Ángela Franco, el modelo de ciudad y planificación urbana que impera en Colombia y en Cali es de tipo neoliberal autoritario, en ese sentido, su propósito principal es reducir el “déficit cuantitativo de vivienda” promoviendo los proyectos de construcción masiva en áreas periféricas de las ciudades.


Ese modelo favorece los intereses de las grandes constructoras y los bancos, y de paso genera mayores niveles de segregación socio-residencial, informalidad, detrimento de la calidad de vida, imposibilidad de participación comunitaria activa en la construcción de soluciones habitacionales, clientelismo político, además de importantes afectaciones al medio ambiente.


El barrio Llano Verde, un barrio conformado en su totalidad por familias de desplazados por la violencia del conflicto armado y que sufren procesos de revictimización en los contextos urbanos en los que logran establecerse. Imágen: Pares Pacífico.

En la ciudad de Cali, el modelo de ciudad neoliberal se articula con el racismo estructural como un factor clave en la producción de desigualdades sociales que precarizan y descartan las vidas de la población negra, este racismo estructural se expresa de múltiples formas en el barrio Llano Verde, un proyecto de urbanización del gobierno Santos que al igual que el proyecto previo de viviendas en el barrio “Llano Grande”, reforzó la clásica segregación socio-residencial de la población negra y pobre en el oriente de la ciudad:


-La mayoría de sus habitantes son desplazados por el conflicto armado de varias regiones del pacífico colombiano, igualmente se encuentran familias de reinsertados tanto de la guerrilla como de los paramilitares.

-Se presenta un alto porcentaje de mujeres negras madres cabeza de hogar con bajos ingresos, se trata de hogares con alta dependencia juvenil y por lo mismo mayor vulnerabilidad socio-demográfica.

-Existe un alto porcentaje de trabajadores informales de bajos ingresos y población desempleada, es decir segregación socio-ocupacional principalmente de los jóvenes, esto se ha visto agravado por la pandemia.

-Por estar ubicados espacialmente en la periferia, la población tiene dificultades de movilidad para acceder al centro de la ciudad, a los nodos económicos (otras centralidades) y a las zonas de servicios (salud, educación, recreación, trámites administrativos, etc.).

-Existe una alta densidad en las construcciones y las viviendas tienen un tamaño muy reducido. Por el tipo de diseño impuesto por las inmobiliarias (maximizando sus ganancias), la población tiene que realizar adecuaciones a las viviendas generando procesos de construcción informal para una mejor utilización del espacio, principalmente porque se trata de familias numerosas de origen rural.

-En términos de planificación urbana, Llano verde presenta un déficit de mobiliario urbano, parques, vegetación y arborización en un clima como el de Cali, que es extremadamente caluroso. Al respecto, se destaca que los jóvenes masacrados se encontraban calmando el calor en un lago de propiedad privada dentro de un cañaduzal.

-La alta precariedad en el acceso a los servicios públicos, muchas familias tienen que pre-pagar la energía y muchas veces prefieren dejar de comer para poder tener acceso continuo a estos servicios.

-La presencia de múltiples pandillas, oficinas de cobro y redes de micro-tráfico.


“El racismo subjetivo también mata”


El caso de la masacre de los jóvenes de Llano Verde en un contexto de racismo estructural previamente descrito, también nos lleva a reflexionar en las manifestaciones subjetivas del racismo expresadas en la indolencia, el desprecio y la desvalorización de las vidas de los/as niños/as y jóvenes negros/as del oriente por parte de la policía (principales sospechosos hasta ahora) y las instituciones del Estado en todos sus niveles, las cuales históricamente no han logrado garantizar el goce efectivo de derechos de la población negra, empezando por el derecho fundamental a la vida.

El racismo estructural subjetivo también se expresa como una actitud indolente, agresiva/violenta y cómplice por parte de otras familias blancas-mestizas y algunos comerciantes y vecinos de los barrios circundantes, quienes desde un inicio se opusieron a la creación de Llano Verde, realizando actos de rechazo e incluso fomentando la idea de realizar una ‘limpieza social’ como estrategia de seguridad.


Sin embargo, también es importante hacer explícito el racismo y la indolencia de la ciudad blanca-mestiza ubicada “de la Simón bolívar para acá”, la cual naturaliza la violencia cotidiana y la miseria material de los condenados de la tierra -parafraseando a Fanón-, conviviendo y beneficiándose de este oprobio.


En el contexto de la pandemia por Covid 19, el discurso moralista/racialista de la indisciplina social por parte de la administración municipal ha alimentado los estigmas racistas de la población blanca-mestiza sobre la gente negra, principalmente la de estratos más bajos.


Recientemente, ha tomado fuerza el histórico imaginario de la blanquitud de responsabilizar a la población racializada de sus problemas sociales: violencia, desigualdad, desempleo y hoy, culpables de la elevada cifra de contagios que registra la capital vallecaucana hasta la fecha.


Estos estereotipos hacen que la masacre sea vista como una tragedia para Llano Verde y para el Oriente, porque el racismo estructural/subjetivo de la elite y la sociedad caleña impide que el asesinato de cinco (5) menores de edad sea vista como una tragedia de ciudad y nacional.

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