Por: Guillermo Linero Montes
Escritor, pintor, escultor y abogado de la Universidad Sergio Arboleda
Me escribió un lector pidiéndome que haga un perfil del típico opositor del Ministerio de la Igualdad. Entendí, pues no soy periodista, sino escritor, que me sugiere la realización de un texto literario con las descripciones de un personaje lleno de vicios éticos y morales, y de actuaciones susceptibles de narrar con acentuado humor crítico. No obstante, siendo fiel al espíritu de este espacio de opinión de la Fundación Paz & Reconciliación (Pares), le contesto mejor descontando la ficción literaria, pues el centro de su interés está en conexión con la realidad de hechos políticos y sociales que afectan en presente a nuestro país y pueden continuar afectando en adelante su estabilidad y armonía sociales.
Debo comenzar diciéndole que muchas veces me he preguntado qué tipo de personas o de seres pueden ser esas a quienes les da pelusa la igualdad, a quienes les cuesta tratar de tú a tú a sus semejantes, a quienes les incomoda no tener ventajas sobre los otros en las oportunidades laborales y, cuando administran lo ajeno –lo ajeno público–, se lo apropian y lo usan igual como si fueran sus pertenencias privadas.
Con todo, siendo más racionales que emocionales, la respuesta esencial es una sola: los enemigos de la igualdad son quienes piensan y creen que están por encima de los demás, por encima de lo social, por encima de la ley y de los gobiernos. Los que aborrecen la paridad anhelan y propagan la idea de una sociedad basada en el desequilibrio de clases, en la inequidad; y como individualistas sueñan una sociedad sumisa a los deseos y al control de las élites económicas privilegiadas.
Los enemigos de la igualdad son opuestos naturales a lo colectivo; y todo lo que sea pueblo lo aborrecen, excepto que se trate de plantillas laborales, de supernumerarios haciendo cola para ser explotados o de cuadrillas de pica piedras. No obstante, y paradójicamente, con el mismo empeño que ceban su individualismo, inhiben a las personas el potencial para desarrollarse individualmente (por eso cuando no niegan la educación, le ponen mil reparos).
En consecuencia, únicamente se puede ser parte de las élites si se ha nacido en cuna de oro, por herencia o por algún insólito accidente de la vida (como ganarse una lotería o resultar triunfador por cuenta del deporte o del espectáculo). Pese a ello, a las élites también las integran quienes habiendo nacido en cuna de palos, con arrojo insensible se han hecho parte de ellas porque trabajan para las mafias, para los grupos delincuenciales o para las clases políticas corruptas.
De tal suerte, la bandera que ondean los enemigos del Ministerio de la Igualdad es la del individualismo; y los individualistas se distinguen de los otros, como bien lo señaló Santo Tomás, por estas siete características: 1. la forma (que refiere la parte interna de los seres; si la élite es de creyentes, no gusta de los ateos; y si la élite es de ateos, no gusta de los creyentes), 2. la figura (que refiere la parte externa de los seres; si la élite es de negros, no gusta de los blancos; y si la élite es de blancos no gusta de los negros), 3. el tiempo (los miembros de las élites son conservadores y descreen del progreso), 4. el lugar (su lugar es el club, la rosca, la secta, en fin, todo cuanto implique una minoría selecta), 5. el stirps(que refiere el linaje, los escudos de armas y los apellidos de familia), 6. el nombre (porque siendo malvados se autodenominan gente de bien y velan sin tregua por su buen nombre, casi siempre proveniente de los logros de su estirpe, sin importarles ser hijos, nietos o herederos de corruptos y sanguinarios) y 7. la patria (que en el siglo XXI es un concepto de ultraconservadores).
Hoy se sabe que el individualismo basado en la propiedad privada es un defecto de la conducta humana, pues en las sociedades primitivas la propiedad solo era comprendida como un bien comunal. Un espíritu de colectivismo, connatural a la esencia de la especie humana; pero deteriorado por el surgimiento del esclavismo y de su posterior versión feudal. Dos formas por las cuales Thomas Hobbes diría que el hombre es lobo de sí mismo. Frase que de corriente, quizás para ahondar en precisiones, se traduce como el hombre contra el hombre.
Los enemigos de la igualdad, en una insólita contradicción, tienen como base social la propiedad en manos de unos pocos y un sistema de justicia que no aplica contra ellos y da paso, precisamente a lo que advertía el autor del Leviatán, a la explotación de todos los hombres por unos pocos hombres.
De tales maneras se fundamenta el individualismo, en las relaciones inequitativas entre la sociedad y un reducido grupo de potentados. El principio de quienes detestan los programas de igualdad parece ser el incumplimiento del deber ante la sociedad y la obediencia del pueblo a los intereses de las élites y el poder que ejercen. Con todo, el principio que rige a quienes detestan la opción de un Ministerio de la Igualdad, no significa descontar lo social, por el contrario, solo con una amplia gama social de pobres es como ellos pueden surtir buenamente su malsanía.
*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido autora y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación al respecto.
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