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Foto del escritorLeón Valencia

La espada de Bolívar

Por: León Valencia, para @infobae


El partido Podemos lleva varios días cascándole al Rey de España, Felipe VI, acusándolo de irrespeto a Colombia por no haberse parado a tiempo cuando pasó por su lado la espada de Bolívar. Esto se convirtió, quizá, en la principal polémica del siete de agosto, día de la posesión presidencial de Gustavo Petro. Todo por cuenta de que el presidente saliente, Iván Duque, no se sabe aconsejado por cual gilipollas, no quiso dejar que se llevara la espada —tal como lo pedía Petro— a la ceremonia de posesión.

Petro zanjó la polémica ordenando, inmediatamente después de su juramento, que soldados de la guardia presidencial llevarán la urna con la espada a la plaza donde los asistentes se pararon de las sillas a su paso.

La espada es en realidad una anécdota más de nuestra larga guerra que tuvo tanto horrorosas tragedias como delirantes comedias. El M19, en una de sus primeras acciones, se la robó de la Quinta de San Pedro Alejandrino, en Bogotá, para publicitar su presencia en la guerra colombiana. Después, en el momento de su desmovilización, se la entregó al presidente Cesar Gaviria y desde ese momento está en la Casa de Nariño.

Pero la anécdota tiene un gran fondo. Las élites colombianas le voltearon la cara al libertador, a sus ideas, a sus grandes propósitos. Lo dejaron solo a la hora de su muerte, en una agonía que lacera el alma cuando uno visita el lugar donde pasó sus últimos días en la Santa Marta de los años treinta de ese borrascoso siglo XIX.

Pero lo más importante, abandonaron su consigna de buscar un camino propio para nuestro país. La Constitución de 1886 y el proyecto educativo de la hegemonía conservadora que gobernó al país desde ese año hasta 1930, fueron un retorno a las raíces hispánicas. Miguel Antonio Caro, que redactó la constitución con todos sus puntos y sus comas y tejió el espíritu de esa época, proclama ese retorno como su gran obra.

El libertador se convirtió entonces en adorno de parques, museos y premios. Nunca más fue un referente de grandes transformaciones en la búsqueda de un camino propio. Dejaron el campo abierto para que las guerrillas lo adoptaran como su gran inspiración en los años ochenta del siglo pasado, apropiándose de su espada y agrupándose en torno a la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar.

El país no tiene conciencia de lo grande que fue el General Simón Bolívar. La BBC de Londres, al final del milenio, lo declaró el hombre más importante de la historia. Con solo 47 años, peleó en 447 batallas, siendo derrotado solo 6 veces. Cabalgó 123 mil km, recorrió 10 veces más que Aníbal, 3 veces más que Napoleón y el doble que Alejandro Magno. Venció al imperio más poderoso de su tiempo, ganando la libertad de seis naciones, entre ellas Colombia.

Esas son sus hazañas militares, pero su visión política y su aporte intelectual no es menor. La carta de Jamaica es un gran testamento político. Con un talento fuera de lo común y una enorme intuición, describe una por una las naciones de América Latina, con excepción de Brasil. Se atreve a calcular sus habitantes, habla de las penurias que afrontan, de la guerra que libran contra el imperio español, de las virtudes y riquezas que atesoran, compara lo que ocurre en estas tierras con lo que está ocurriendo en el mundo. Después se atreve a señalar su futuro y dice:

“Cuando los sucesos no están asegurados, cuando el Estado es débil, y cuando las empresas son remotas, todos los hombres vacilan; las opiniones se dividen, las pasiones las agitan y los enemigos las animan para triunfar por este fácil medio. Luego que seamos fuertes, bajo los auspicios de una nación liberal que nos preste su protección, se nos verá de acuerdo cultivar las virtudes y los talentos que conducen a la gloria; entonces seguiremos la marcha majestuosa hacia las grandes prosperidades a que está destinada la América meridional; entonces las ciencias y las artes que nacieron en el Oriente y han ilustrado a Europa, volarán a Colombia libre que las convidará con un asilo”.


Ahora que Alejandro Gaviria, ministro de educación, ha dicho que en los colegios se debe estudiar el informe de la Comisión de la Verdad, yo sugiero que —ubicándola en su contexto— se estudie en el grado 11 La Carta de Jamaica.

PD. Esta frase que circuló en redes sociales es buenísima: “es la primera vez que se sacan una espina con una espada”.

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