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Fútbol, convivencia y seguridad ciudadana

Por: Santiago Medina Ramos, Asistente de Investigación

Línea Convivencia y Seguridad Ciudadana


Foto tomada de: Comité Olímpico Colombiano


El fin de semana del 08 al 11 de septiembre se desarrollará la conocida “fecha de clásicos” del fútbol profesional colombiano, en la que se disputarán encuentros entre los equipos que mantienen rivalidades en sus respectivas ciudades, destacándose los de Bogotá, con Santa Fe y Millonarios; Medellín, con Atlético Nacional e Independiente Medellín; y Cali, con América y Deportivo Cali. Estos, entre otros partidos, no sólo destacan en lo futbolístico, sino también en el ámbito de la seguridad y la convivencia ciudadana, puesto que algunas dinámicas ligadas al fútbol y sus aficionados, específicamente a las barras organizadas, pueden generar escenarios de conflicto y situaciones de violencia que afecten negativamente la seguridad e incluso ponen en riesgo la integridad y la vida de las personas que asisten a estos encuentros, no sólo alrededor de los estadios, sino también en otros puntos de las ciudades, haciendo que el espectáculo del fútbol trascienda de lo meramente deportivo y se convierta en un problema de seguridad pública.


Antecedentes de violencia


Para evidenciar las situaciones provocadas por el desarrollo de algunos partidos en el fútbol colombiano que afectan a la seguridad y la convivencia, basta con remontarse al primer semestre del 2023. En el marco de la primera “fecha de clásicos” del año, disputada entre el 25 y el 28 de marzo, el “clásico caleño” entre América y Deportivo Cali se vio afectado por hechos de violencia entre hinchas, antes y durante el encuentro, y por casos de hurto, tanto en las inmediaciones del estadio Palmaseca del Deportivo Cali -ubicado en Palmira- como en la ciudad de Cali, situaciones que al parecer habían sido advertidas previamente a través de redes sociales.


Poco más de un mes después, entre el 29 y el 30 de abril, por la fecha 17 del torneo colombiano se disputó nuevamente el “clásico caleño” -esta vez con América oficiando como local-, al cual se sumó la disputa del “clásico paisa” entre Independiente Medellín y Atlético Nacional en la ciudad de Medellín. Para el caso de Cali, el preámbulo del partido se desarrolló con situaciones de violencia, específicamente de agresiones con armas blancas, entre hinchas de ambos equipos que tuvieron como resultado varios heridos. Para el caso de Medellín se presentaron riñas entre ambas hinchadas posterior a la culminación del encuentro, que dejaron como saldo a dos personas fallecidas -pertenecientes a las barras de Nacional y Medellín respectivamente- producto de heridas por arma blanca, y al menos 14 lesionadas. Una semana después, el 07 de mayo, las situaciones de violencia por parte de hinchas se darían en la ciudad de Bogotá, en el marco del desarrollo del “clásico capitalino” entre Santa Fe y Millonarios, donde serían capturadas dos personas por protagonizar actos de agresión física contra otros asistentes al encuentro.


A esto cabe agregarle algunas situaciones protagonizadas por barras organizadas en las que se han dado invasiones a los campos de juego, intentos de agresiones a jugadores y otros miembros de los equipos, y enfrentamientos con la fuerza pública que han dejado como resultado personas lesionadas y daños materiales. Entre los más relevantes se encuentra lo sucedido el 16 de abril al interior del estadio Atanasio Girardot en Medellín, con fuertes disturbios protagonizados por miembros de la barra de Atlético Nacional previo a un partido contra el América, o la invasión al campo de juego por parte de hinchas del Once Caldas el 18 de abril en el estadio Palogrande de la ciudad de Manizales, ambas producto del descontento de algunos hinchas con las situaciones de sus clubes.


Lo anteriormente descrito se suma a una extensa lista de situaciones de violencia y disturbios que se dan en el marco del desarrollo de partidos de fútbol en las principales ciudades del país, y que han venido en aumento en los últimos meses. Esto ha hecho que se posicione como un tema importante a la hora de hablar de seguridad y convivencia, debido al alcance que puede llegar a tener el fútbol como espectáculo, y a las consecuencias que conllevan los niveles de violencia que se dan alrededor de este.


¿Cómo funciona la seguridad en los estadios?


El Código Nacional de Convivencia y Seguridad Ciudadana, en su artículo 62, establece la forma en la que se maneja la seguridad en actividades que impliquen aglomeración de público:


La seguridad interna y externa en las actividades que involucran aglomeraciones de público complejas, será responsabilidad de los organizadores, quienes deberán contratarla con empresas de vigilancia y seguridad privada y/o empresa de logística legalmente constituidas. El servicio de seguridad será prestado desde el montaje o preparación de la actividad hasta su reacondicionamiento.



Esto no quiere decir que la policía no realice acompañamiento dentro y fuera de los estadios, pero sí implica que la responsabilidad de mantener las condiciones de seguridad en los partidos recae principalmente en los organizadores. En este mismo artículo se menciona que la Policía Nacional podrá ingresar a las actividades, en este caso partidos, por iniciativa propia y bajo cualquier circunstancia con el fin de dar cumplimiento a sus funciones, pero se hace especial énfasis en que esto se haga en casos excepcionales de riesgo a la convivencia y la seguridad.

Ahora bien, para el caso de las ciudades de Bogotá, Medellín y Cali, la organización logística en temas de seguridad depende del partido y de su importancia a nivel competitivo, su nivel de concurrencia esperado y los precedentes establecidos por las hinchadas en encuentros anteriores. Es por esto que en partidos con menores niveles de importancia y concurrencia, el control del ingreso al estadio y el mantenimiento de las condiciones de seguridad tanto dentro como fuera de este, puede ser brindada plenamente por empresas privadas de logística o seguridad. Sin embargo, para los “clásicos” o partidos de alto riesgo, normalmente se tienen consideraciones de seguridad especiales y generan ambientes de atención máxima por parte de las autoridades.


Además, existen instancias como la Comisión Nacional para la Seguridad, Comodidad y Convivencia en el Fútbol, reglamentada por la Ley 1270 de 2009, y de la cual derivan las Comisiones Locales, o la Mesa de Concertación Nacional del Barrismo Social, así como programas como Goles en Paz 2.0, a través de los cuales se propende por la interlocución entre los distintos actores que inciden en las dinámicas de seguridad alrededor del fútbol, tales como miembros de los gobiernos, la fuerza pública, las autoridades del fútbol, los representantes de los equipos, las empresas privadas y las barras organizadas, con el fin de generar estrategias conjuntas para evitar las situaciones de violencia y promover la convivencia pacífica en el marco de estos encuentros deportivos.


Los partidos de fútbol son un tema de seguridad pública


Es por esto que la presencia de la fuerza pública para los encuentros de fútbol se ha vuelto indispensable, más aún en el caso de los “clásicos”, para los que se despliegan rigurosos dispositivos de seguridad en los que se requiere la presencia de entre 700 hasta 1.200 uniformados de la Policía Nacional, incluidos agentes del Gaula, de la SIJIN y de la Unidad de Diálogo y Mantenimiento del Orden (UNDMO), así como la instalación de Puestos de Mando Unificados (PMU) para supervisar las situaciones en inmediaciones de los estadios, lo cual se traduce en una importante inversión en capacidad logística, de vigilancia y atención por parte de las administraciones y las autoridades de cada ciudad.


Por ejemplo, para la final del torneo colombiano, disputada el 24 de junio en Bogotá entre Millonarios y Atlético Nacional, la Policía Metropolitana y la Alcaldía Mayor desplegaron un operativo con más de 1.300 uniformados para el estadio El Campín, debido a la concurrencia del evento y la rivalidad existente entre las hinchadas de ambos equipos, lo cual planteaba posibles escenarios de conflicto. Ante esta situación, el propio director de la Policía, General William Salamanca, ha mencionado que disponer de tal número de uniformados para un evento deportivo implica menos policías patrullando otros puntos de la ciudad. Esto ha generado incluso posturas que consideran que la Policía no debería encargarse de la seguridad en los estadios, y que debería ser relegada a los organizadores como establece el CNSCC.


Frente a esto cabe resaltar que los escenarios de conflicto no sólo se dan en inmediaciones de los estadios, sino también en puntos de la ciudad donde otros hinchas observan los eventos, tal como se evidenció con los casos de algunas confrontaciones que hubo entre hinchas en localidades como Bosa tras culminar el encuentro de la final del torneo. Por esto, un encuentro de fútbol con un grado de importancia -y de riesgo- tan alto como un “clásico”, hace que las implicaciones de seguridad se extiendan a prácticamente toda una ciudad, y produce que las responsabilidades de mantener la seguridad alrededor de los partidos recaigan principalmente en las autoridades municipales o distritales y se relegue a los organizadores y las empresas privadas de logística a ámbitos específicos que no abarcan la totalidad de la problemática.


Prevención y reacción


Las complejas situaciones de seguridad que se derivan del desarrollo de partidos de fútbol implican la puesta en marcha de las capacidades tanto de prevención como de reacción de las distintas instancias y autoridades. En cuanto a la prevención es necesario tener en cuenta las instancias de concertación entre barras organizadas, puesto que es allí donde se encuentra la raíz de la problemática que asocia al fútbol con la violencia. A este respecto, el defensor del pueblo Carlos Camargo ha resaltado la importancia de poner en marcha espacios que se encuentran inactivos, como la Mesa de Concertación Nacional del Barrismo Social, específicamente debido a lo ocurrido el 16 de abril en el Atanasio Girardot que enfrentó a barras de Atlético Nacional con la fuerza pública. Asimismo, se ha hecho énfasis en el fortalecimiento de los espacios impulsados por los gobiernos locales, como las Comisiones Locales para la Seguridad, Comodidad y Convivencia en el Fútbol, o las reuniones en el marco del programa Goles en Paz en Bogotá.


Estos, si bien son producto de procesos prolongados en el tiempo, continúan teniendo dificultades a la hora de generar estrategias y compromisos, principalmente por la posición que mantienen algunas barras organizadas que afirman que los problemas relacionados con el orden público son producto de acciones individuales de algunos de sus miembros, los cuales no representan a la totalidad de la organización, y para lo cual insisten en su individualización y sanción correspondiente. Esto termina generando conflictos debido a que en algunos casos las autoridades tanto judiciales como deportivas responsabilizan a las barras en su conjunto, e incluso a sus líderes por instar a cometer actos de violencia de manera colectiva, generando tensiones entre barras, directivas de clubes y autoridades.


En cuanto a la reacción, han sido reiteradas las posiciones de rechazo por parte de las administraciones locales en cabeza de los alcaldes, como en los casos de Daniel Quintero en Medellín y Jorge Iván Ospina en Cali, que van encaminadas a fomentar la identificación y captura de las personas que protagonicen actos de violencia en estos contextos, y la ejecución de las respectivas sanciones, que van desde la prohibición de su ingreso a escenarios deportivos hasta su judicialización e iniciación de procesos penales. Estas acciones han sido constantes, pero no parecen verse reflejadas en una capacidad de persuasión suficiente para disminuir casos de violencia y disturbios alrededor de los estadios.


Lo anterior evidencia un panorama complejo debido a la multiplicidad de actores presentes, a las posturas diversas que mantiene cada uno, a la dificultad que puede llegar a tener el consolidar espacios de concertación y asumir responsabilidades y compromisos, y a los gastos en términos logísticos y de recursos que implica mantener la seguridad y la convivencia en paz en el marco de algunos encuentros de fútbol colombiano. A pesar de que no se considera un tema fundamental en las discusiones sobre seguridad en las principales ciudades del país, especialmente en un contexto preelectoral como el que se encuentran en este momento, el no prestar más atención a esta problemática y dejar en un segundo plano las discusiones alrededor de esta podría contribuir a perpetuar un problema que sigue cobrando vidas, dejando lesionados y daños materiales, y generando situaciones de inseguridad para la ciudadanía en general.




 

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