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Día Internacional de la Mujer

Por: María Victoria Ramírez. Columnista Pares.

Me niego rotundamente

A negar mi voz,

Mi sangre y mi piel.

Y me niego rotundamente

A dejar de ser yo,

A dejar de sentirme bien

Cuando miro mi rostro en el espejo

Con mi boca

Rotundamente grande,

Y mi nariz

Rotundamente hermosa,

Y mis dientes

Rotundamente blancos,

Y mi piel valientemente negra.

Y me niego categóricamente

A dejar de hablar

Mi lengua, mi acento y mi historia.

Y me niego absolutamente

A ser parte de los que callan,

De los que temen,

De los que lloran.

Porque me acepto

Rotundamente libre,

Rotundamente negra,

Rotundamente hermosa.

«Rotundamente negra». Poema de Shirley Campbell.

Escribo este artículo en medio del torbellino de actividades en las que todas las activistas del mundo, a pesar de la pandemia y de las violencias que contra las mujeres se han exacerbado en este año, impulsamos para conmemorar el 8 de marzo, y decirle al mundo que estamos empeñadas en romper el paradigma de la discriminación.


La historia de la lucha de las mujeres para vencer el machismo y la misoginia es larga. El 8 de marzo es un día para reflexionar, para hacer memoria y para levantar la voz. Y quiero recordar que, en este territorio de Risaralda, durante décadas, las mujeres hemos trabajado con ahínco para que se reconozca nuestro aporte en la sociedad y para que no se nos trate como ciudadanas de segunda.


Muy diversas organizaciones y redes han sido protagonistas de esta gesta transformadora en los últimos treinta años, menciono algunas de ellas:


La Alianza por los Derechos de las Mujeres, la Ruta Pacífica de las Mujeres y la Red de Mujeres de Risaralda, que en diversos momentos de la historia feminista de la ciudad de Pereira y de Risaralda han promovido los derechos de las mujeres desde distintos ángulos.


Unas promoviendo los derechos sexuales y reproductivos, velando por la garantía del acceso la salud sexual, a la prevención del embarazo adolescente, del acceso a la interrupción voluntaria del embarazo de forma segura, digna y oportuna; otras exigiendo que el conflicto armado interno no las siga afectando de forma desproporcionada y cruel, que se visibilicen delitos como el aborto forzado, la violación y la esclavitud sexual por parte de los grupos armados legales e ilegales. Otros grupos de mujeres han impulsado la participación política de las mujeres y la promoción de las leyes que garantizan una vida libre de violencias para las mujeres y las niñas.


Quiero recordar, muy especialmente, como la Red de Mujeres de Risaralda, junto con la Alcaldía de Pereira recolectó en 2006 miles de firmas, en tres puntos de la ciudad: Plazoleta Ciudad Victoria, Parque Guadalupe Zapata y Colegio de Tokio en Villa Santana, en el marco de la campaña Sin Mi Puño y Con Mi Letra, que consistió en la firma de un pacto masculino de no violencia contra las mujeres y las niñas. Los hombres firmaban el compromiso de usar su puño para respetar los derechos de las mujeres.


El mensaje que quería enviar la Red a toda la sociedad pereirana era que la violencia contra las mujeres y las niñas es inaceptable, intolerable, inadmisible, injustificable y, además, es un delito. Ese mensaje sigue teniendo vigencia hoy, 15 años después. Porque cuando una mujer es violentada en cualquiera de sus formas: física, sicológica, económica o sexualmente, es un claro ejemplo de discriminación, es la consecuencia de considerar el cuerpo de las mujeres como un objeto que puede ser vulnerado.


El concepto de discriminación está sustentado en La Convención sobre la Eliminación de toda forma de Discriminación contra la Mujer, ratificada por el Estado colombiano mediante la ley 051 de 1.981, que en su Artículo 1, la define así:


A los efectos de la presente Convención, la expresión «discriminación contra la mujer» denotará toda distinción, exclusión o restricción basada en el sexo que tenga por objeto o por resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer, independientemente de su estado civil, sobre la base de la igualdad del hombre y la mujer, de los derechos humanos y las libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural y civil o en cualquier otra esfera.


Y agrega en su Artículo 2: Los Estados Partes… se comprometen a:


b) Adoptar medidas adecuadas, legislativas y de otro carácter, con las sanciones correspondientes, que prohíban toda discriminación contra la mujer; “A lo largo de estos años, ha habido decisiones judiciales que protegen nuestros derechos como la de la Corte Constitucional declarando dando vía libre a la interrupción del embarazo en tres causales violación o incesto, cuando está en riesgo la vida de la gestante y cuando hay malformación del feto que lo hace inviable. Igualmente, las leyes que han propendido por las cuotas en los órganos de poder o las que impulsan que haya más mujeres ejerciendo profesiones que antes les eran vedadas. Todas ellas en la dirección de otorgarnos la dignidad de la cual somos titulares:


“i) La dignidad humana entendida como autonomía o como posibilidad de diseñar un plan vital y de determinarse según sus características (vivir como quiera). ii) como ciertas condiciones materiales concretas de existencia (vivir bien), iii) como intangibilidad de los bienes no patrimoniales , integridad física e integridad moral (vivir sin humillaciones)”. Sentencia de Tutela T-881-02. Magistrado ponente Eduardo Montealegre Lynett.


Recordemos que existen muchos niveles de transformación y que debemos empezar, como dice la Convención a “Modificar los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres, con miras a alcanzar la eliminación de los prejuicios y las prácticas consuetudinarias y de cualquier otra índole que estén basados en la idea de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los sexos o en funciones estereotipadas de hombres y mujeres”.


Hago un homenaje a todas esas activistas defensoras de los derechos de las mujeres, a las que se reclaman feministas y a las que no, con las que tengo el honor de compartir el trabajo por la igualdad de oportunidades para las mujeres de esta ciudad y del país, todas desde distintos ángulos luchamos por un mundo más justo.


Mi homenaje en esta ocasión, más que un discurso político o unas palabras de gratitud quiere ser una dedicatoria artística. Revisando en mi biblioteca encontré un bellísimo libro sobre las pinturas de Renoir. Para mis compañeras de lucha y para todas aquellas que creen en la humanidad de las mujeres, dedico mi pintura favorita de este impresionista: Las grandes bañistas, realizada entre 1884 y 1887 y que se encuentra en el Museo de arte de Filadelfia, Estados Unidos. En primer plano hay tres mujeres desnudas, dos a la orilla de un arroyo, la otra, de espaldas, sumergida hasta las muslos; parecen conversando distraídamente en una actitud que demuestra absoluta tranquilidad y que no alerta sobre ningún peligro. Ese cuadro es una buena representación de la libertad interna y externa a la que tenemos derecho todas las mujeres del mundo.


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