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Cuando César Gaviria le hizo un resort a su medida a Pablo Escobar

Por: Iván Gallo - Coordinador de Comunicaciones



“Petro está arrastrando al país al abismo”. El expresidente y líder del partido liberal, César Gaviria, se despachó en una carta contra Gustavo Petro y se refirió a la paz total como una “fantasía improvisada”. En este momento el país vive una nueva oleada de Plan Pistola que está segando la vida de miembros de la fuerza pública. Esta práctica nació en 1989 y se intensificó en 1992, en plena presidencia de César Gaviria. Una de las preguntas que le hace Gaviria a Petro en el escrito fue la siguiente: “¿Qué clase de liderazgo permite que el “plan pistola” del Clan del Golfo asesine a más de veinte policías sin una reacción institucional contundente? ¿Qué clase de lógica perversa es esa que, frente al terror, responde que hay que “verificar”? ¿Verificar qué? ¿Que están muertos? ¿Que los informes no mienten? ¿Que el Estado ya no tiene control territorial?“.


Sobre la política de Paz Total, donde Petro intentó llegar a una negociación integral con la totalidad de los grupos armados en el país, Gaviria afirmó lo siguiente: “La paz total no es una política de Estado. Es una fantasía improvisada, diseñada sin cabeza militar, sin inteligencia estratégica, sin una hoja de ruta realista. Delegar su implementación en tres entidades —la Oficina del Alto Comisionado para la Paz, el Ministerio del Interior y la Unidad de Implementación— ha resultado ser un desastre. Ninguna tiene capacidad operativa, ninguna cuenta con presencia efectiva en los territorios críticos, ninguna articula una estrategia integral".


Esta andanada de César Gaviria contra Petro y sus políticas de seguridad y negociación con grupos armados llama la atención porque el expresidente, durante su mandato, fue el centro del repudio mundial al ceder a todas las exigencias que hizo en su momento Pablo Escobar para someterse a la justicia. Esta es la historia que escandalizó al planeta.


Por intermedio del sacerdote Rafael García-Herreros, quien era considerado un santo y era famoso en todo el país por su intervención diaria en el microprograma El minuto de Dios, Pablo Escobar empezó a establecer un puente con el gobierno Gaviria. En ese momento el capo del cartel de Medellín estaba mermado tanto militar como financieramente. Su primo Gustado había sido asesinado y con él el dinero constante se le cortó abruptamente. Sus antiguos socios, como los hermanos Castaño o Don Berna, habían formado un grupo llamado los PEPES, Perseguidos por Pablo Escobar. Sus enemigos del Cartel de Cali cada vez lo cercaban más. Así que decidió activar un plan B que tenía desde hacía muchos años atrás: intentar llegar a un acuerdo con el gobierno de turno e irse a La Catedral, un terreno ubicado en La Ceja, escogido sistemáticamente para convertirse en un búnker inexpugnable para sus enemigos y que le brindara a Escobar además todas las comodidades del mejor de los resort.


La entrega venía acordándose desde noviembre de 1990 pero es difícil negociar con un tipo tan poderoso y con tantos cambios de humor como Escobar. Además necesitaba ganar tiempo para que se terminara de construir esas tres hectáreas que tendría su cárcel personal, compuesto por 1.800 metros cuadrados en donde Escobar se iría con sus sicarios de confianza.


El contrato que firmó Escobar con el gobierno Gaviria haría rodar actualmente la cabeza de cualquier presidente: “No tendrá acceso ninguna autoridad policial o militar a la parte interna del establecimiento carcelario”. La cárcel no estaba hecha para evitar que los presos se salieran, sino para que nadie entrara. Tenía un techo de acero para resistir un bombardeo. Eso le angustiaba mucho a Escobar, que sus enemigos decidieran atacarlo por el aire.


Las condiciones sólo estuvieron dadas después del 19 de junio cuando Horacio Serpa, Álvaro Gómez y Antonio Navarro Wolf firmaron la nueva constitución colombiana que prohibía la extradición de colombianos a los Estados Unidos. Unos días después se entregaría. Las autoridades carcelarias hicieron la inspección y, aparentemente, la cárcel parecía un establecimiento penitenciario normal. Al menos así lo mostraron los medios de comunicación.


Pero evitaron mostrar pequeños detalles. La habitación de Escobar tenía chimenea, tenía cinco cuadros de autores clásicos, velas para aromatizar el ambiente, camas de agua, que en ese momento era el último grito de la moda. Las celdas no tenían rejas y, en la noche, todo se transformaba en una inmensa discoteca, con prostitutas traídas desde Medellín, grupos de música y trago y droga sin límite. En la Catedral Pablo Escobar atendía a sus socios, también los mataba, extorsionaba, traficaba y rumbeaba. Así duró más de un año. Allí intentó incluso tener una vida normal con su familia. Pero, después de asesinar dentro de la cárcel a dos de sus socios de confianza, el negro Galeano y Kiko Moncada, el gobierno Gaviria decidió intervenir. Escobar y su círculo de confianza implementó otro plan que tenían montado: fugarse y así lo hicieron.


Fue un ridículo internacional. Ningún grupo armado ha burlado de tal manera a un presidente como sucedió con Escobar y Gaviria. Por eso resulta paradójico que sea el expresidente liberal uno de los más críticos con la Paz Total de Petro.

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