Por: Luis Eduardo Celis. Columnista Pares.

En Colombia viene tomando fuerza el anhelo de transformaciones de hondo calado. Hay evidencia para esta afirmación: en las elecciones presidenciales del 2018, el candidato con el discurso de cambio, Gustavo Petro, obtuvo el 44% del voto ciudadano, cifra nunca antes adquirida por quienes hemos propugnado por cambios profundos a un orden social caracterizado por profundas inequidades, que nos hacen el país más desigual en el continente y del mundo.
Es una situación que la sabemos desde hace más de tres décadas por los estudios de centros con rigor, como por ejemplo la Cepal. Solo mirar sus informes muestra, con cifras, que las diferencias entre los que más tienen en cuanto a riqueza y los que menos tienen, son abismales, por ingreso en Colombia, tenemos un 0.1% de súper ricos, con un 1% de ricos, y en medio de la pandemia la pobreza rural puede estar por cerca del 55% de la población y en el conjunto de la población se puede acercar al 50%, cifras producto de los efectos de una pandemia que golpea más duro a los que menos tienen.
Los indicadores sociales en Colombia en tiempos de pandemia vienen a mostrarnos la dura realidad. Hoy es más el hambre que se vive en millones de hogares colombianos, la informalidad económica que está por encima del 60% del conjunto de la estructura ocupacional sufre en medio de esta situación que sigue y cuyo horizonte de resolución con una vacuna efectiva y de acceso universal.
La realidad es demasiado incierta, sumándole que la anterior situación a los tiempos de pandemia eran igualmente preocupantes para una inmensa mayoría de la población colombiana, golpeando de manera especial a mujeres, jóvenes, al mundo rural, afro e indígena, por este contexto, agravado por la pandemia es que hay que insistir en que hay transformaciones urgentes que hay que emprender.
Ante la pobreza, renta básica como derecho ciudadano, ante la informalidad, cambios en la estructura económica que potencien sectores que pueden producir bienes y servicios, contribuyendo con mayor formalidad económica y ocupación en sectores vitales: desarrollo rural, conservación ambiental, transición energética, industrialización.
En fin, las posibilidades son inmensas para un país dotado de una potencia natural enorme. Por ejemplo, insistir en que podemos ganar un lugar destacado en la producción de alimentos, una condición que solo tienen menos de una docena de países donde es posible aumentar de manera significativa su producción y Colombia está allí, en lo que podemos denominar un exclusivo club en un mundo que demanda más alimentos década a década.
Igualmente podemos hacer una importante contribución a la conservación amazónica con todo lo que ello puede aportar, por cierto, amazonia que se sigue destruyendo ante nuestros ojos.
Los cambios que Colombia requiere para superar tanta desigualdad, para garantizar los derechos básicos de ciudadanía: educación, empleo de calidad y salud, solo se podrán lograr si hay recursos suficientes para adelantar estas políticas de manera universal y con calidad. Eso implica reformas en la estructura tributaria, es decir que la riqueza producida de manera colectiva sea para el beneficio del conjunto, y no como sucede hoy, que un 1% concentra buena parte del ingreso, el crédito y el conocimiento, haciéndonos la sociedad profundamente desigual que somos.
A la par con la exigibilidad de derechos y de una adecuada tributación, requerimos un Estado que pueda acometer y liderar todas estas transformaciones, para lo cual se requiere un Estado como el promulgado en la Constitución del 91. Un Estado para una sociedad de derechos y democrática; eso solo se puede hacer si hay un Estado que haga esa tarea: lo que algunos han denominado el derecho a tener Estado.
En tiempos de pandemia y por lo que hemos visto en Bogotá con esta explosión de inconformidad social y rechazo a la brutalidad policial, hay una sociedad que anuncia duras confrontaciones que hay que dirimir de manera democrática en un ambiente que anuncia más sangre y barbaries.
Es importante que discutamos las transformaciones que la sociedad colombiana requiere y que en parte ya se anuncian en el debate parlamentario y que serán temas centrales nuevamente en el debate presidencial del 2022.
Para animar la reflexión y tener más contexto y detalle de las transformaciones enunciadas en este breve texto, les invito a leer este buen trabajo del Maestro Luis Jorge Garay, producido por Planeta Paz. Allí encontrarán, con el rigor que caracteriza a Luis Jorge, el detalle de los argumentos, las cifras y las propuestas en los temas más urgentes para avanzar en una sociedad de derechos y de mayor democracia, que supere tanta exclusión, como la que hoy nos define.
Aquí el texto del Maestro Luis Jorge Garay: Colombia Transformaciones estructurales en un contexto internacional en transición.
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