Apagón solar: cuando la red colapsa en plena revolución verde
- John Correa Romero
- hace 11 minutos
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Por: John Correa Romero

El reciente apagón eléctrico que paralizó a España, Portugal y partes de Francia no solo dejó a millones de personas sin luz, sino que encendió una alerta global sobre los límites físicos y técnicos de la transición energética. A medida que se consolidan matrices basadas en fuentes renovables variables, la estabilidad del sistema interconectado enfrenta desafíos estructurales que ya no pueden ser ignorados.
Nuevas hipótesis técnicas surgidas de expertos del sector eléctrico apuntan a una causa menos espectacular que un ciberataque, pero mucho más preocupante: la falta de inercia en el sistema debido a una alta penetración de fuentes solares y eólicas sin almacenamiento ni respaldo sincrónico. Al momento del colapso, más del 75 % de la generación provenía de renovables, lo cual, si bien es un logro desde el punto de vista ambiental, representa un riesgo si no se acompaña de inversiones en estabilidad de red: almacenamiento, regulación primaria, y sistemas que emulen inercia.
Para entender qué pasó, imagina que el sistema eléctrico funciona como una bicicleta que debe mantener una velocidad constante (la frecuencia eléctrica). Esa velocidad solo se logra si la fuerza de pedaleo (la generación de energía) se equilibra perfectamente con la resistencia del terreno (el consumo de energía).
En los sistemas eléctricos tradicionales, los pedales están conectados a grandes ruedas con masa —como turbinas de agua, de vapor o de gas—. Esa "masa rotatoria" proporciona inercia, que ayuda a mantener la bicicleta en movimiento incluso si el pedaleo se detiene un momento. Es decir, si ocurre un fallo, esta inercia da tiempo para reaccionar antes de que la bicicleta se caiga (o, en este caso, antes de que el sistema se apague).
Pero con las energías renovables como la solar o la eólica, que no tienen partes giratorias pesadas conectadas a la red, no hay esa inercia natural. Si algo falla —como una caída repentina en la producción o un aumento de la demanda—, el sistema no tiene "colchón" para resistir, y se desestabiliza muy rápido. Así fue como se produjo el apagón: una red con muy poca capacidad de resistir un desequilibrio terminó desconectándose en cascada.
En este escenario, Colombia se encuentra en una posición ventajosa, pero no exenta de riesgos. Su matriz energética sigue dominada por fuentes hidroeléctricas que aportan inercia y flexibilidad. Además, la expansión de fuentes renovables no convencionales como la solar y la eólica aún es incipiente, lo que permite aprender de errores ajenos antes de avanzar sin red de protección.
Sin embargo, el país se enfrenta a retos similares en el mediano plazo:
La variabilidad climática asociada al fenómeno de El Niño puede comprometer la generación hidroeléctrica.
La creciente digitalización del sistema lo hace más vulnerable a ciberataques.
La presión por descarbonizar podría llevar a reducir aceleradamente el uso de fuentes térmicas sin garantizar el respaldo necesario.
¿Es momento de rediseñar la transición?
El apagón europeo no es un argumento contra las energías renovables. Al contrario, reafirma su valor estratégico en términos de soberanía y sostenibilidad. Pero sí evidencia una verdad incómoda: la transición energética no es solo un cambio de fuentes, sino un rediseño completo del sistema eléctrico, desde la infraestructura hasta la regulación.
Para Colombia, el debate no puede limitarse a porcentajes de penetración renovable o precios del kWh. Es urgente hablar de resiliencia del sistema, de seguridad energética en escenarios extremos y de una planificación que integre lo técnico con lo político.
La red debe ser capaz no solo de operar de forma eficiente en condiciones normales, sino también de resistir, adaptarse y recuperarse ante fallos masivos. Eso exige inversiones en almacenamiento, redes inteligentes, respaldo térmico flexible, y —sobre todo— una visión de largo plazo que evite caer en falsas dicotomías entre renovables y confiabilidad.
En resumen, el apagón europeo es una llamada de atención: la estabilidad del sistema no se improvisa, y si Colombia quiere liderar una transición energética segura, debe anticipar los problemas que hoy paralizan a otros.
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