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A sacudirse del sambenito del castro-chavismo

Por: Luis Eduardo Celis. Columnista Pares.


Cuando en 1949, Laureano Gómez regresa de sus 14 meses de “exilio” en España, pronuncia su famosa expresión del basilisco para ligar al Partido Comunista, con todos los males habidos y por haber. (Aquí lo pueden escuchar) Ahora la versión del basilisco es el castro-chavismo, expresión acuñada por el uribismo, para expresar su convicción de que solo ellos y nadie más que ellos pueden gobernar a Colombia, y sus contradictores políticos están descalificados para cualquier aspiración de ser gobierno.


Cuba tiene su historia y sus retos, igual que Venezuela tiene sus retos. Enormes desafíos tienen todas las sociedades y Cuba y Venezuela no son la excepción, pero asimilar los retos de Colombia, a lo que ocurre al otro lado de nuestras fronteras, es una simplificación y una hábil manipulación que termina reduciendo el debate a un juego de descalificaciones que no permiten una controversia de mayor calidad.


Es mejor cuando el uribismo afirma que si gana la izquierda, la propiedad privada corre peligro, o que las libertades ciudadanas serán cosa del pasado, o que un gobierno de izquierda es la ruina para la economía, como lo ha hecho Álvaro Uribe en su extensa entrevista con Vicky Dávila y María Isabel Rueda el pasado fin de semana; ese tipo de afirmaciones sin ningún desarrollo, son un mejor punto de partida para el intercambio.


Sin duda, una de las cosas que debe garantizar un eventual gobierno de fuerzas políticas que nunca han sido gobierno nacional –porque ya tenemos una tradición de gobiernos de gente proveniente de las izquierdas o del mundo social, desde hace cerca de veinte años en regiones y ciudades– es que tienen las propuestas y la capacidad para desarrollar políticas y gobernar con mejor desempeño que sus contradictores de la derecha, y de manera particular, que la extrema derecha que representa el uribismo, los que creen que todo se resuelve a la fuerza y que nada hacen por superar históricas exclusiones, profundamente arraigadas en la sociedad colombiana.


Por lo menos hay cinco grandes exclusiones a superar: la exclusión a la tierra, al crédito, al conocimiento, a la participación de las mujeres, las y los afrocolombianos y el mundo indígena, allí hay una agenda de transformaciones a acometer.


Este orden social tiene demasiadas exclusiones, inequidades y desafíos que quienes han gobernado a Colombia en sus 201 años de vida republicana, han fortalecido o no han querido asumir. Hay una fuerza de derechas que quiere mantener ese orden antidemocrático de la propiedad rural, de concentración del ingreso, de desconocimiento a derechos básicos como la educación y la salud, para mencionar dos, que en tiempos de pandemia vemos que son unas graves sus vulneraciones.


Si la izquierda quiere ganar espacio, debe sacudirse del sambenito de que va a arruinar la economía, una economía que no solo está arruinada por la pandemia del Covid-19 y que tiene enfermedades estructurales como la concentración de la riqueza de manera grotesca, sino que también tiene que pensarse en tiempos de cambio climático que nos debe llevar a salir del petróleo, el carbón y los minerales como el eje único y central, y trabajar por desarrollar el potencial de ser uno de los siete países que puede hacer crecer su agricultura en un mundo que siempre va a requerir alimentos. Esta es una oportunidad inmejorable ya que muchas sociedades, ante el crecimiento y los cambios en el clima, van a demandar más alimentos que no van a poder producir, por mencionar un tema central.


La izquierda debe darle el debate al uribismo que está implicado en cuanta acción ilegal ha pasado en este país en los últimos veinte años y que tiene sus raíces en vínculos estrechos y orgánicos con esa cruel violencia paramilitar, que está en proceso de ser aclarada y sancionada, y cuyos jefes deberían aportar verdad y reconocimiento de responsabilidades para avanzar en una Colombia reconciliada.

Entonces, lo que la izquierda en un gobierno debe garantizar son los derechos a la vida, a la protesta, al ejercicio del periodismo con garantías, todo lo que hoy es vulnerado, garantías de ejercicio efectivo a libertades ciudadanas que hoy son conculcadas en este gobierno de derechas, que sigue aferrado a sus intereses y atiza con sus políticas, la violencia en muchas regiones del país.


Ese sambenito del Castro-Chavismo hay que aterrizarlo a la discusión de los problemas de la sociedad colombiana y ver cuáles son los caminos para superarlos y seguir ganando como sociedad. Podemos avanzar en una democracia de mayor calidad, que supere las exclusiones históricas y dé garantías a toda la ciudadanía, no como hoy, que el que opina, protesta o manifiesta un disenso, lo callan con plomo.


Ese discurso del Castro-Chavismo, es el ‘coco’ con el que el uribismo quiere aferrarse al poder, aquí hay que dejar y superar esos rezagos de guerra fría que sigue viendo en la izquierda a gente indeseable, ese cuento tiene cada vez menos acogida. La sociedad poco a poco apuesta más por cambios y transformaciones, y la izquierda ha demostrado y sigue demostrando que puede gobernar en el marco de las instituciones, la normatividad y esta Constitución Nacional que nos da un ordenamiento institucional que todas y todos debemos respetar, no como lo hace Álvaro Uribe cuando afirma, sin mayor pudor, que la Corte Suprema de Justicia lo tiene secuestrado.


Hay mucho por transformar, hay un orden institucional que fortalecer y mucho que debe cambiar, y ese debate está en curso en la sociedad colombiana, y en las elecciones del 2022 veremos nuevamente ese choque entre los que trabajan por mantener las exclusiones, y los que aspiramos a los cambios y la ampliación de esta precaria democracia, llena de mafias, violencia e inequidad.

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