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Vargas llosa, Gabo y Borges, nos llevaron por el mundo

  • Foto del escritor: León Valencia
    León Valencia
  • 17 abr
  • 3 Min. de lectura

Por: León Valencia





Le oí a Laura Arroyo Gárate, una peruana, periodista, migrante, radicada en España, una vibrante alocución, un largo epitafio, donde pintaba a Mario Vargas Llosa como un político de derechas comprometido con ominosas causas en su país y en el mundo, cosas ciertas, cosas innegables, aún para sus admiradores que son millones. No soslayaba, eso sí, el hecho de que fue un gran escritor, el último del maravilloso boom de la literatura en América Latina.

 

Dice Laura que al hablar de Vargas Llosa no se puede separar al autor de su obra -quizá en ningún caso sea aconsejable- el hecho es que el gran escritor fue también candidato presidencial y un opinador habitual de los acontecimientos políticos de su país y del mundo, de eso se hablará siempre, se hablara de su complacencia con golpistas y depredadores de estas frágiles democracias.   

 

Laura no le ve pliegues, ni esguinces, en su causa política, pero los tuvo, por un largo rato en su juventud acompañó las ideas de izquierdas de Gabriel García Márquez y de Julio Cortázar y apoyó la revolución cubana.  Eran otros tiempos, desde luego, pero lo hizo con la misma pasión con la que después abrazó las causas de la derecha y denostó a la izquierda del continente.

 

Yo podría hacer un largo complemento de la diatriba de Laura como quiera que por ratos seguí su trayectoria y en la última navidad, quizás presintiendo su partida, me fui a Santo Domingo con su novela, La fiesta del chivo, bajo el brazo, para recorrer lugares y aspirar el aíre de su historia; pero me queda difícil, muy difícil, romper espadas contra Vargas Llosa porque tengo una inmensa gratitud con su obra.

 

Siempre, antes de empezar a escribir un ensayo o algún relato, me he ido a la biblioteca para leer las primeras dos o tres páginas de alguna novela de Vargas Llosa, en esas escasas páginas te grita que lo primero es dominar la técnica, aprender los secretos de la escritura, muchas veces desistí de escribir intimidado por la perfección del peruano. Es un deleite ver como construye cada frase, como arma el relato, como va tejiendo una historia.  

 

También hago lo mismo con Gabo y él te dice algo distinto en las primeras páginas, te dice que lo primero es la imaginación, que si tienes en tu memoria un acontecimiento fabuloso puedes salvarte como escritor, la técnica es después, no la puedes ignorar, pero es después. Lo primero es inventarte un mundo. Después pulir ese mundo.

 

Y, en cambio, cuando es a Borges, a quien miro, siento que la invitación es a leer mucho, a leerlo todo, antes de escribir. Que de ahí pueden brotar la imaginación y la técnica. Recrear algo ya escrito, darle la vuelta a un relato clásico, especular sobre una tradición, puede ser arte, arte puro, es lo que enseña Borges en sus numerosas páginas.

 

Hubo un momento en que estaban los tres. Un momento, en el que, si tomabas un libro de Borges, podías imaginarlo en su biblioteca infinita en la lejana Buenos Aires; con uno de Gabo podías deambular por las polvorientas calles de Macondo y ver al coronel Aureliano Buendía en la tarea inútil de hacer y deshacer pescaditos de oro; y si hojeabas uno de Vargas Llosa, quizás lo veías caminando en Paris o en Barcelona, recitando de memoria a Flaubert o a Víctor Hugo. Mi generación tuvo ese privilegio. Quizás no lo aprovechamos lo suficiente, por andar en menesteres distintos a la escritura.

 

La buena escritura, la imaginación y la lectura, nos dieron lo que las élites políticas y económicas nos negaron por siglos. El boom se llevó con orgullo a Latinoamérica por el mundo. La buena literatura nos metió por la puerta grande a Europa y a Estados Unidos, cuando estos centros de poder nos ignoraban ¿Qué será de nosotros ahora que se fueron todos los del boom y sólo quedan los políticos?

 

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sanskarisumann
Apr 24

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