Ver “la luz que imaginamos”: una oda a la amistad entre mujeres
- Ghina Castrillón Torres
- 4 jul
- 2 Min. de lectura
Por: Ghina Castrillón Torres. Politóloga feminista

Después de ver la película la luz que imaginamos, que en este momento está en salas de cine, recordé la importancia de reflexionar sobre las amistades entre mujeres, esas amistades que no son idílicas ni perfectas, sino reales, cotidianas y a veces dolorosas.
La historia está atravesada por múltiples problemáticas como los matrimonios arreglados, los bajos salarios, la pobreza, la gentrificación, pero en medio de todas esas situaciones expone la fragilidad, complejidad y lo profundamente conmovedora que puede ser la amistad entre mujeres. La película gira en torno a la vida de una enfermera que habita una ciudad que la ahoga lentamente y que, como muchas mujeres, se encierra en su trabajo. Junto con sus compañeras y amigas se ofrecen complicidad, silencios incómodos, discusiones necesarias y cuidados pequeños. Acompañándose incluso cuando se fallan, y eso, a mi parecer, fue el centro de la historia.
Mientras la veía pensé en mis amigas, en los vínculos que con ellas he construido desde que me reconozco feminista aun con mis contradicciones. Pensé en los espacios donde nos sostenemos, donde nos contamos cosas importantes, pero también cosas superficiales. En ese esfuerzo permanente pero muy difícil de superar la rivalidad que el sistema patriarcal siembra y profundiza entre nosotras. Porque nos han enseñado a competir, a desconfiar, a compararnos entre nosotras. Recordé también todas las veces en que no supe gestionar mi rabia o frustración, cuando en lugar de tramitar los conflictos con otras mujeres, las juzgué y me alejé o me alejaron. Me dolió pensar en las amistades que dejé morir por no saber acompañarlas o por no sentirme acompañada. Y me hizo pensar en cuánto nos cuesta a las mujeres poner palabras sobre nuestras heridas cuando no son generadas por hombres o parejas, sino por otras mujeres que amamos.
La película me hizo valorar los vínculos que persisten, que han sobrevivido a la distancia geográfica, a las diferencias y a las crisis personales. Los vínculos que resisten para recordarnos no estamos solas. Porque en este mundo de tanta individualidad la revolución está en construir lazos. La luz que imaginamos es para perdonarnos, dialogar e insistir. Es para no esconder nuestras emociones en la productividad. Esta historia es para que tengamos espacios de intimidad entre mujeres para reflexionar nuestra existencia como acto político.
Transformar el mandato de la competencia entre mujeres es una práctica política feminista. Esta historia es una oda a la amistad entre mujeres porque hay batallas que no podemos librar solas y la amistad puede ser el refugio más revolucionario que tenemos.
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