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Todos los caminos conducen a la violencia

Por: Esteban Salazar Giraldo, Investigador Democracia y gobernabilidad


La decisión ya está tomada. Los colombianos eligieron reduciendo el abstencionismo y poniendo a prueba las tesis del centro, las izquierdas, la derecha y de paso a las maquinarias. Ganó Iván Duque y quedó de segundo Gustavo Petro. Las diferencias entre Petro y el tercer lugar, Sergio Fajardo fueron muy cortas, pero el ganador fue el de Decentes. Para la Coalición Colombia y los liberales la decisión es binaria: apoyan a Petro o se abstienen. Para la derecha, no está más allá de darles el ministerio de Minas y Energía y el de Vivienda, Ciudad y Territorio a Garmán Vargas Lleras y al Partido de la U para alcanzar los 10 millones de votos. Sin embargo, la violencia, el conflicto y las tensiones en las regiones seguirá y podrá empeorar.

Sí, podrá empeorar, justo en el país que no se ve en su celular ni en las noticias y que quizás nunca le interese en la comodidad de sus privilegios. Mi hipótesis es la siguiente: por un lado, dentro de un gobierno de Duque se exacerbaría la violencia insurgente ante el regreso de la represión, la persecución y el hostigamiento militar. El ELN podría replegarse, adoptar las disidencias de las FARC y fortalecerse en las regiones. A futuro, la guerra se prolongaría por 10 o 15 años más. El desgaste como sociedad sería mucho más trágico.

Tal vez solo ahí se valoraría el Acuerdo de Paz. Las nuevas generaciones entrarían en una indeterminación para resolver el conflicto armado, pues el conejo que harían Duque y Álvaro Uribe Vélez al Acuerdo sería la prueba fehaciente para que los violentos no vuelvan a intentar la paz con una nación indiferente, desagradecida. Volverían los secuestros, el boleteo y los atentados a la infraestructura del Estado y los privados. Se trataría de una violencia pasiva y prolongada, pero letal. Una nueva manifestación de rechazo a las élites políticas y empresariales que se niegan a ceder para mejorar la situación de la Colombia profunda, la población rural y desigual.

Sin duda alguna, una insurgencia más compleja. Si se quiere, más informada, educada y con mayores herramientas para hacer más daño con menos. Las redes sociales hoy hacen susceptible a cualquiera del reclutamiento. Vea usted lo que hace ISIS.   

Por otro lado, un gobierno de Gustavo Petro no se salvaría de la violencia. Volverían con más sevicia las masacres, las desapariciones y las torturas. A diferencia de un gobierno de Duque, la intensidad y la magnitud de hechos violentos sería más brutal. En 4 años los reductos paramilitares del fallido proceso de Justicia y Paz de Uribe, hoy Grupos Armados Organizados (GAO), serían férreos defensores de una contrarreforma agraria. Serían la resistencia a la redistribución de la tierra y la riqueza, pues esto sería una amenaza para los terratenientes, el latifundio improductivo, pero sobre todo para el narcotráfico.

Sin ir más allá, observe el incremento de asesinato a líderes sociales desde la firma del Acuerdo de Paz. La violencia política sería una burda cacería de brujas, al mejor estilo de las AUC de Carlos Castaño.

Ahora bien, en el primer caso, para Duque no existirían las guerrillas, se trataría de grupos criminales cualquiera o simple crimen organizado, que solo pueden acabarse a punta del exterminio del enemigo. Se haría con glifosato para arrasar los cultivos ilícitos (que a propósito da cáncer y acaba con cualquier otro cultivo); cárcel a los jíbaros y campesinos productores; y con la ayuda de Dios (católico, cristiano o el que dé votos) disminuyendo los impuestos a los ricos para crear más empleos (lo que es una falacia económica). Así pues, solo los colombianos de bien podrían vivir en la Colombia de Duque. Sería un país de violencia perpetua para los pobres y de riqueza para los de siempre.

En el segundo caso, el de Petro, el Acuerdo de Paz podría ser la piedra angular para integrar a todos, tanto violentos como Estado, en un hecho fundamental: no más violencia. La resistencia de los GAO, los terceros que apoyaron el conflicto y narcotraficantes, podrían solventarse si Petro decide gobernar con otros sectores políticos. Solo si Petro se desliza hacia el mítico centro político y logra los acuerdos fundamentales para evitar la contrarreforma agraria, las masacres y desplazamientos de los neo paramilitares que acechan el campo, es menos riesgoso que Duque. Solo así se puede buscar la transición.

En los acuerdos a los que debe llegar Petro, las garantías a los líderes sociales son fundamentales, la nostalgia paramilitar es el primer enemigo al que hay que vencer en las regiones. El segundo es el narcotráfico. Y el tercero es el odio. Esto solo se logra buscando la reconciliación nacional, sin divisiones, sin egos.


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