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Santos y Petro



Ajuzgar por el estrechón de manos y las sonrisas entre Juan Manuel Santos y Gustavo Petro en la inauguración de la Feria del Libro de Bogotá, está marchando un acuerdo entre los dos líderes políticos. También dijo Santos ¡Qué bueno tenerlo otra vez de alcalde! Es otro signo de la concertación. Ya era hora. Ojalá no me equivoque.

Nada más perjudicial para los dos que el enfrentamiento. Nada más dañino para Bogotá que esta pugna.

Quizá los resultados de las elecciones parlamentarias hicieron entrar en razón a Santos y a Petro. A los dos les fue muy mal. El Partido de la U perdió cinco representantes a la Cámara, tenía siete y obtuvo dos. Tampoco les fue bien a los demás partidos de la Unidad Nacional. Petro, con el poder de la Alcaldía en sus manos, apenas pudo elegir a Inti Asprilla. En cambio Uribe y el Centro Democrático, con una cabeza de lista asombrosamente elemental, pudieron elegir a cinco representantes a la Cámara. Fue la campanada de alerta para vislumbrar que en unas elecciones atípicas este sector político se quedaría con la Alcaldía.

Nunca entendí la confrontación que Petro le plantó a Santos. Era sabido que su enemigo, el procurador Ordóñez,  era un duro rival de la paz que se negocia en La Habana y eso favorecía acercamientos con el presidente. Se sabía, además, que algunos proyectos clave de la ciudad dependían de la inversión de la Nación y de la voluntad del primer mandatario. Menos entendí la indiferencia o la  desidia de Santos ante la marcha de un alcalde y de una ciudad que son decisivas para un consenso sobre la paz y para las elecciones presidenciales. Tenía que buscar, a como diera lugar, un acuerdo y se dejó provocar por los desplantes de Petro.

Es un poco tarde para el pacto, pero aún podría tener repercusiones favorables para ambos y las condiciones están pintadas para lograrlo. Petro no está compitiendo de manera directa por la Presidencia de la República y eso le facilita el acercamiento con Santos. A su vez, el presidente necesita con urgencia enviar un mensaje de reconciliación y de esperanza para todos los bogotanos. Necesita recuperar alguna parte del electorado que ha perdido por su descuido con la ciudad y por su incapacidad para tejer una alianza con Gustavo Petro.

Además, la reciente restitución de Petro está llevando a que el escenario más probable sea la permanencia de los progresistas en la conducción de la ciudad; sea porque se mantiene Petro o porque, ante su eventual salida, se nombra nuevamente a un progresista como alcalde encargado y este –debido  a  que el tiempo para convocar elecciones ha caducado– prolonga su mandato hasta el primero de enero de 2016. Así Petro y Santos matan dos pájaros de un solo tiro: le ponen freno a la arbitrariedad del procurador y conjuran el riesgo de que, en unas elecciones, el uribismo se quede con la principal plaza electoral del país.

Pero este acuerdo no puede servir únicamente para una terminación decorosa de la Alcaldía de Gustavo Petro y para fortalecer el proceso de paz y propiciar un mejor resultado electoral de Santos en la capital del país. No. Tanto el alcalde Petro como el presidente Santos tienen una gran deuda con la ciudad. Los bogotanos votaron por Petro para que rescatara a Bogotá de la ignominia de los Moreno Rojas, para que la sacara de la situación lamentable en que la había dejado un gobierno ineficiente y ladrón. Los bogotanos esperaban que Santos, hijo de la ciudad, dedicara especial atención a los graves problemas de movilidad, de ambiente, de vivienda y de equidad que afronta Bogotá. No ha sido así.

Pero la fugaz presencia de Rafael Pardo y de María Mercedes Maldonado en la Alcaldía, con sus anuncios ambiciosos y su despliegue de energía, mostró que si hay voluntad y concertación se pueden hacer cosas. Mostraron que no es descabellado pedir que, en el escaso tiempo de año y medio que falta para concluir este mandato, Santos y Petro, o su delegado, se concentren en darle un empujón al Metro, a la Avenida Longitudinal de Occidente, a un gran plan de vivienda gratis, a potenciar las vías y la operación de TransMilenio, a ponerle la cara a la grave contaminación ambiental y a las deficiencias en la recolección y el tratamiento de las basuras.

Columna de opinión tomada de Semana.com


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