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Foto del escritorLeón Valencia

Que no ocurra lo mismo en el día 181

Foto: La Patria


No empezó bien la concentración de los guerrilleros. El gobierno falló. Se había comprometido a tener construidas las zonas comunes de los campamentos y listos los materiales para que los miembros de las Farc levantaran sus cambuches el 31 de enero y ese día había muy poco o nada.


Ahora, Carlos Córdoba, gerente de estas zonas, hizo un nuevo compromiso: dijo en el programa Pregunta Yamid que el 1 de marzo sí estarían completamente adecuados 23 de los 26 campamentos. Esperamos que esta promesa se haga realidad.


La Fundación Paz y Reconciliación, en los días previos al 31 de enero y ese mismo día, consultó a personas de esas zonas veredales, a representantes de las autoridades locales y a los jefes guerrilleros encargados de conducir las tropas hasta los sitios de concentración y llegó a la conclusión de que los compromisos del gobierno se habían cumplido solo en un 25 por ciento.

En ninguno de los campamentos se había logrado el ciento por ciento de la adecuación. Solo en La Paz (Cesar), en Anorí (Antioquia) y en Mesetas (Meta) había un avance considerable de las obras. En algunos sitios como en Montañita (Caquetá), en Tibú (Norte de Santander) y en El Retiro (Guaviare) no había nada, todo estaba por empezar.


Al principio el doctor Carlos Córdoba y otros funcionarios del gobierno intentaron desmentir los datos que estábamos difundiendo y aplacar las críticas que estábamos haciendo, pero en los medios de comunicación empezaron a circular fotografías y videos que daban cuenta de la situación de las zonas de concentración: retroexcavadoras que apenas empezaban a hacer la remoción de tierra en algunos lugares o explanadas donde no había aún ningún indicio de infraestructura. Después de esto tuvieron que aceptar que no era el mejor comienzo.


Lo más grave es que no hay una explicación válida. Las zonas veredales se pactaron el 23 de junio y desde ese momento se debió nombrar al gerente y arrancar el aprestamiento. No se hizo. Lo que vemos es una terrible improvisación. Dice Sergio Jaramillo que estaban esperando la realización del plebiscito y le oí decir a Carlos Córdoba que como el acuerdo no estaba en firme se podía incurrir en detrimento patrimonial si se arrancaba la contratación.


Es una explicación falaz. El triunfo del Sí era la única hipótesis con la que se trabajaba en el gobierno. Con esa idea y con el apoyo de la comunidad internacional se funcionó y se contrató en el último año de las negociaciones. Es más, aun después de la pérdida del plebiscito, se siguió contratando en todos los campos que tenían que ver con el proceso desde el Fondo de Paz y desde otras instancias del Estado. Nada se paró. Las únicas cosas que no se contrataron con la anticipación necesaria fueron el personal, los lugares y las obras para abrigar a los guerrilleros durante el desarme y la desmovilización.


Lo que ha ocurrido en estos días es un campanazo de alerta para la fase siguiente, para el día 181, cuando se haya producido el desarme completo y todos los guerrilleros estén vestidos de civil dispuestos para empezar su nueva vida por fuera de la guerra.


La construcción de estos campamentos era algo muy sencillo comparado con le reintegración de los combatientes a la sociedad. Se trataba de arrendar un predio, construir vías de acceso en caso de que no existieran, llevar servicios públicos y levantar algunas edificaciones. Cosas logísticas. La situación será completamente distinta el día 181. Ese día un número posiblemente mayor a 15.000 personas, entre exguerrilleros, exmilicianos y presos recién liberados, estarán a la espera de trasladarse a los lugares donde van a trabajar, a vivir y a realizar su acción política y social. Ya no se tratará de arrendar predios, sino de comprar algunos, de ofrecer proyectos productivos y viviendas permanentes, de proteger a los excombatientes y darles garantías para su actividad política.


Quienes tuvimos alguna cercanía con las negociaciones de La Habana sabemos que esto no quedó bien negociado y estructurado. Que se hizo a las carreras en las sesiones que tomaron el nombre de Cónclave. No hay en esos acuerdos claridad sobre un plan diferenciado para los mandos medios. No hay detalles de los retos que implica un modelo de reintegración colectiva, en los territorios y dirigido conjuntamente por el gobierno y los líderes del partido político que resulte de las Farc.


No es por aguar la fiesta. Pero a pesar de que les he escuchado a funcionarios del gobierno decir que el modelo de reintegración de las Farc será muy distinto al de los paramilitares no se ha enunciado ese nuevo proyecto, ni hay adecuación de la institucionalidad para desarrollarlo. La reinserción de las Autodefensas Unidas de Colombia se hizo de manera individual, en las ciudades y dirigida por el Estado. Cada bloque paramilitar entregaba las armas y se disolvía. Cada uno de sus miembros quedaba en manos del Estado. No será el caso de las Farc.


Es posible que el día 181 no todos los guerrilleros estén en la tónica de volver con sus jefes a los lugares de origen a embarcarse en un proyecto de vida colectivo, pero una parte importante de ellos lo intentará y para eso no veo aún el plan. Faltan apenas tres meses para diseñar y poner en marcha ese programa, ojalá lo logren.


Columna de opinión publicada en Revista Semana


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