Por: Germán Valencia. Instituto de Estudios Políticos, Universidad de Antioquia. Columnista Pares.
Cuando estamos ad portas de superar las 40 mil muertes en Colombia a causa de la pandemia de la COVID-19, ha quedado en evidencia que en la sociedad actual se valora más la plata que la vida de los ciudadanos. Desde que se inició la crisis de la salud, tanto los gobiernos nacionales como locales han intentado controlar la expansión del virus implementando medidas que afecten lo menos posible a empresarios, comerciantes, consumidores e inversionistas. Ponen a estos por encima de los adultos mayores o la población con enfermedades crónicas y comorbilidades.
Esta forma de actuar es típica de la sociedad moderna. En el último siglo, la gente ha situado el sistema económico de mercado por encima de los demás ámbitos sociales. La política, la ciencia, el arte y la religión, entre otros componentes sociales, se han colocado al servicio de la economía. Para los dirigentes políticos es más importante la ganancia, el beneficio o la utilidad que valores como la libertad o la vida misma. Estamos ante un mundo permeado por la lógica del mercado, una discurso que dicta la mayoría de las acciones que deben seguirse.
A una conclusión similar llegó, al final del siglo veinte, el sociólogo alemán Niklas Luhmann. Este científico social intentó construir desde la década de 1960 una Teoría General de Sistemas que pudiera dar cuenta de los complejos fenómenos sociales y de la moderna sociedad mundial. Buscó generar una teoría capaz de sacar a la luz los verdaderos riesgos y problemas de la sociedad contemporánea.
El modelo básico parte por concebir la sociedad moderna como un conjunto de subsistemas. A esta la estructura un conjunto de elementos interrelacionados. Existe un mundo económico, otro político, del derecho, del arte y de la religión, por mencionar algunos. Cada subsistema recrea su propia lógica de gestión de los espacios sociales, de forma independiente y autónoma. Así, por ejemplo, una cosa es lo bello o lo sublime en el mundo estético y otra muy distinta los bueno o lo malo en la esfera de lo moral.
La teoría, igualmente, diferencia el subsistema de su entorno en donde se interrelacionan. Y, al ser un sistema abierto, todos los subsistemas que lo componen afectan a los demás. En el modelo cada subsistema lucha por su autonomía en medio de los demás subsistemas. Ante las amenazas que le llegan de otro subsistema, lo que debe de hacerse es ofrecer solución a tales peligros. Por eso se auto organiza de tal manera que los problemas que le lleguen a cada esfera puedan ser corregidos.
Aunque Luhmann no privilegia a ningún subsistema sobre otro, pues parte de una propuesta policéntrica, advierte cómo en la sociedad moderna capitalista el subsistema económico se ha convertido en un componente de mayor importancia. Sus transformaciones han afectado de manera considerable a los demás ámbitos sociales.
La gran importancia que se le da en la sociedad moderna a la economía ha provocado que las decisiones que se toman para el sistema social pongan la mira, como primera opción, en este subsistema. Imagen: Cortesía
Esta hipótesis de trabajo ha quedado confirmada una vez más en la crisis actual. La pandemia, como se dijo, ha mostrado que los políticos privilegian lo económico sobre otros valores. La mayoría de los gobiernos han colocado al mercado, la competencia, los precios, el dinero, las utilidades, los empresarios y el comercio entre los elementos que condicionan la toma de decisiones. Valúan más la salud del capital que la salud de la población. Nos recuerdan que su prioridad es el sistema económico, y con él: las inversiones, las ganancias y el crecimiento. Dejando de lado el mundo íntimo y personal, la vida de nuestros padres, abuelos y familiares enfermos.
En síntesis, el subsistema económico ha subordinado a los demás subsistemas. Ha situado las decisiones políticas al servicio del capital. De allí que los actores del sistema económico han sabido utilizar muy bien su poder en estos momentos: han puesto el poder que tienen los gobiernos para defender lo económico. Lo cual es muy cuestionable y bastante crítico, ya que en una situación como la actual de crisis de la salud se esperaría que los hacedores de política tuvieran en cuenta otras prioridades, tomaran decisiones que valoraran la vida por encima de la ganancia o el interés.
De allí que sea necesario insistir en que es el momento de realizar políticas gubernamentales que privilegien la vida. Estamos en presencia de un cuerpo social enfermo, y no es apropiado que se le vista con los mejores trajes cuando en su interior está el virus actuando y a punto de desfallecer.
La crisis sanitaria demanda atención urgente; el cuerpo social está afectado por la COVID-l9, y se requiere de decisiones políticas acertadas para evitar que miles de colombianos continúen falleciendo por causa de pensar que es primero la plata que la vida. Sugerencia, que por cierto, va para nosotros también, en especial en momentos como este donde prima, para la mayoría de las personas, el descuento en un producto o la compra de una mercancía que la salud de quienes se refugian en casa esperando disfrutar de un año más de vida.
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