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Piketty: una reforma fiscal justa y progresiva  

Por: Germán Valencia

Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia


Esta semana estuvo en Colombia el economista francés Thomas Piketty, quien es profesor de la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París (EHESS) y autor del libro El Capital del Siglo XXI. Una obra de impacto mundial que se caracteriza por el uso de bases de datos, la estadística y la matemática para mostrar cómo se ha comportando la repartición  mundial del ingreso y la concentración del capital en los últimos dos siglos.

Este economista social representa la punta del iceberg de una larga tradición en la economía –iniciada por Robert Thomas Malthus y Karl Marx–, la cual argumenta que el capitalismo se caracteriza por la búsqueda desmedida de la riqueza; esta es apropiada por un pequeña porción de la población, dejando en situación de pobreza a la otra gran mayoría. O en otras palabras, que existe una pequeña y pudiente clase dueña del capital que acapara la creciente riqueza.

Los estudios de Piketty se remontan a la revolución industrial, en los siglos XVII y XVII; desde allí analiza –de  manera similar a como lo hizo Malthus– el comportamiento de las tasas de crecimiento poblacional y de la producción en los países capitalistas. Pone énfasis en  la relación capital/ingreso para evidenciar cómo el mundo del mercado la mayoría de economías –desde la inglesa y francesa, que fueron los primeros en industrializarse, hasta la norteamericana– se caracteriza por la desigualdad en la distribución de ingresos: mucha riqueza para los dueños del capital y poca para las demás clases sociales.

Esta conducta –muestra Piketty en sus obras El Capital del Siglo XXI, Capital e Ideología y Una Breve Historia de la Igualdad– es la norma del capitalismo. En el capítulo 12, del primer libro, demuestra cómo la evolución de la repartición  global  de los  patrimonios  se mantiene; pero, en lugar de condenar a la humanidad a vivir eternamente en esta sociedad desigual, dedica buena parte de su obra a presentar lecciones  de políticas y  sugerencias normativas  para cambiar esta lógica perversa.

Piketty es consciente de que el capitalismo se funda en la idea de propiedad privada, la cual se considera un derecho humano; también, que somos condescendientes con los derechos a la competencia, la acumulación y el consumismo. Pero advierte –al igual que el economista utilitarista Jhon Stuar Mill– que todos estos comportamientos son meros acuerdos sociales, pactos basados en ideología y creencias. Así, las leyes de la distribución y el consumo son susceptibles de modificar si nos ponemos de acuerdo todos.

De no hacer pactos y permitir que la lógica de desigualdad y acumulación desmedida se mantenga, las consecuencias para el mundo social serán desastrosas. Tal como pasa en el mundo natural, donde algunas especies, si no se controla su conducta destructora, acabarán con otras. De no hacer nada, la clase media desaparecerá, quedará un mundo de unos pocos ricos –que hoy representan el 3 por ciento de la población y que poseen más de la mitad de la riqueza– y una gran población pobre y miserable –que son más del 70% de la gente y solo tiene un 3 por ciento del ingreso mundial–.

Una lógica que se extiende y se consolida en todo los territorios. En el continente americano, por ejemplo, en el 2020 los países del norte produjeron 136,3 billones de dólares, mientras América Latina tan solo una treceava parte de aquella riqueza –10.8 billones de dólares–. O Europa que alcanzó la cifra de 103,2 billones, mientras que África –su continente vecino– tan solo llegó en su conjunto a una producción de los 4,9 billones de riqueza –una veinteava parte del gigante europeo–.

Para el caso nuestro, en Colombia, las tres principales ciudades –Bogotá, Medellín y Cali– concentran, desde hace muchas décadas, producen y se quedan con dos terceras partes de la riqueza nacional. Y en departamentos como Antioquia, Medellín y su Área Metropolitana produce y concentra sus recursos en similar proporción. Incluso, a nivel local, piénsese como en toda ciudad existen unos cuantos barrios ricos y el resto de localidades, comunas o barrios –que crecen cada día más a causa del desplazamiento forzado– los niveles de pobreza son altos.

No cabe duda entonces que esta lógica de concentración de la riqueza, desigualdad económica y aumento de la pobreza a nivel planetario se mantiene y crece. Una dinámica que podría ser controlada y revertida mediante acuerdos sociales, una tarea que es posible de ejecutar si todos nos pusiéramos de acuerdo. El comportamiento de la economía depende de las decisiones que se tomen en el sistema político. Es el colectivo quien puede tomar las decisiones sobre asuntos vinculantes. En una sociedad democrática se podría proponer y acordar reformas económicas y sociales que cambien la lógica de las desigualdades y concentración del ingreso, tanto a nivel global como nacional.

De allí que el economista francés dedique la buena parte de su trabajo a discutir propuestas que ayuden a transformar lo social. A advertir que “la mejor manera de aumentar la riqueza es a través de la reducción de la desigualdad”. Y en este sentido, a sugerirle a los políticos y al Estado –como principal regulador de la conducta económica– reformas como la de poner impuestos progresivos al ingreso, a los capitales y al patrimonio –en especial a los dueños de la tierra–. Esto como formas de  control  y regulación que permita avanzar en la construcción y consolidación de un estado social de derecho.

Peketty enfatiza en la regulación impositiva a los capitales. Insiste en la necesidad de una reforma global al sistema fiscal justa y progresiva, en la que trabajen todas las economías. Reformas impositivas que deben iniciar con los grandes capitales de las empresas multinacionales, incluso perseguirlos en los paraísos fiscales. Cargas tributarias que no soporten las medianas y pequeñas empresas nacionales como se hace hoy. Impuestos que permitan que los mayores patrimonios y capitales se comprometan con el desarrollo social y la estabilidad democrática.

El economista social advierte que esta tarea reformista es difícil, pero posible. Todo depende del juego que se haga en la política. Se necesita la confluencia de los múltiples actores del sistema político para realizar las reformas tributarias progresivas y justas. Se requiere de una ciudadanía que reconozca el problema y presione a la clase política para el cambio, además que elija bien; de unos políticos decididos a proponer reformas y que actúen en coherencia; y de un Poder Legislativo que no se deje comprar por los dueños de las grandes propiedades y de los poderosos grupos de presión y que elaboren leyes con justicia fiscal –ojalá atadas a la constitución, nos los dice en su libro Capital e Ideología–.

Todo este trámite político haría desviar el camino actual de concentración de la riqueza. Reglas que exijan a los grandes capitales de sociedades y propietarios que contribuyan con el gasto público. Reglas que respetando los derechos de propiedad y las libertades de las sociedad económicas a producir y acumular, se comprometan con el mejoramiento de las condiciones de vida de toda la población. En breve, recomienda Piketty a países como Colombia que deberíamos realizar reformas impositivas que reduzcan la inequidad económica y la pobreza, pero que lo hagan bajo la lógica del respeto a la democracia, usando los canales de la votación y el consenso.

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