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Nos borraron la voz, pero no la palabra

Por: Miguel Ángel Rubio Ospina, Coordinador

Línea Juventudes

Escuelas de Liderazgo Juvenil


Quisieron silenciar la voz de los jóvenes en 2021 con gases, macana y bolillo. Sin embargo, Lucas Villa es un grito ensordecedor en mi ciudad. Quisieron acallar a las mujeres que salieron a las calles a pedir dignidad y respeto, y sin embargo, Allison, desde Popayán, sobrevive en cada joven mujer con ganas de vivir y de sobreponerse.

En la Fundación Paz & Reconciliación (Pares), semanas atrás quisieron ponernos una mordaza digital, nos borraron la voz, pero no la palabra, nos quisieron desanimar para no seguir desenmascarando la corrupción de la clase política nacional, pero la dignidad es a prueba de hackers y con más ganas, con la misma de nuestros jóvenes seguimos en pie.

Nos carearon como a los jóvenes y acá seguimos de la mano de ellos diciendo, revelando, mostrando, luchando. Nos queda la palabra, la libertad, el periodismo que no encubre y unos jóvenes que con nosotros al unísono preguntan: ¿por qué quieren silenciarnos? A continuación, un breve resumen del trabajo realizado por la Línea Juventudes de Pares a lo largo de estos años en que los jóvenes decidieron gritar en vez de callar, carear y no esconderse, y Pares respondió...

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Nos carearon y respondimos con creatividad y juego, un juego en serio. Fue necesario que el Estado respondiera con violencia a la protesta legítima de la juventud colombiana y mucho más necesario que los jóvenes se levantaran en un gran Estallido Social para que la Línea Juventudes de Pares respirase nuevamente y nos pensáramos esta bella locura en lo que andamos ahora, las Escuelas de Liderazgo Juvenil Se juega la vida.

Fuimos al baúl y allí teníamos un morralito sencillo, un morral colegial que a simple vista no dice mucho, pero que contiene toda una escuela que, como el maletín del famoso gato de las caricaturas, contiene cosas provocadoras, misteriosas, mágicas.

Ese maletín se convirtió en la forma de responder al reto que imponía la juventud colombiana: creatividad, frescura, sencillez y audacia; pero también al clamor expresado por ellos mismos de formarse en asuntos políticos, comunitarios, sociales y empresariales. De nada servía ponerle la agenda los líderes si no íbamos a saber cómo liderarla, cómo hacerla realidad, al menos en lo sustancial.

Así fue que llegamos a los jóvenes de Pereira en octubre de 2021. Nos vimos por tres meses, 2 veces a la semana con 31 muchachos y muchachas de la Escuela de Liderazgo Juvenil “Jóvenes Liderando la Reconciliación”. 31 que empezaron siendo unos 10, provenientes de las entrañas del Paro, primeras líneas, dirigentes y logística, que sufrieron pérdidas de sus parceros, que chuparon gases, que caminaron esta ciudad de cabo a rabo, que lloraron sus muertos, que asistieron los heridos, mujeres cuidando mujeres, hombres cuidando hombres, mujeres y hombres jóvenes cuidándose, el joven de la comunidad LGBTIQ+ saludando de beso en la mejilla al chico hetero con novia y recibiendo de este, sin escrúpulo, sin homofobia, el mismo saludo con alegría y entusiasmo, jóvenes que se buscaban en sus similares, que nos miraban, nos miran, nos mirarán con desconfianza, que tantean cada cosa que los mayores les decimos, las sopesan en una balanza implacable en la que siempre perdemos.

Liderando, como se llamaba internamente la Escuela de Liderazgo Juvenil de Pereira, fue una experiencia emotiva, muy profunda. Esta Escuela trabajó dos componentes. El primero, el ser, desde la resiliencia emocional, el tramitar heridas, pérdidas, transformaciones; de la mano de dos profesionales psicosociales estos muchachos adquirieron herramientas muy potentes para su liderazgo desde lo emocional. El segundo, lo político, con nuestro apoyo vieron todo el contenido temático de lo político, lo histórico, lo sociológico, lo estético, jugamos hasta más no poder con la herramienta “Se juega la vida”, cada sesión de juego nos transformaba en seres más políticos, más conscientes de la acción ciudadana. En diciembre de ese año, 2021, jugamos en 4 estaciones con 100 jóvenes de todo el departamento de Risaralda, buscando despertar en ellos la inquietud política y afianzar sus liderazgos en sus territorios. De Risaralda quedan muchos recuerdos y tres jóvenes capacitados para dinamizar la herramienta “Se Juega la vida”, con quienes esperamos contar en el futuro próximo. Y el legado de Héctor Fabio, de Lucas y de Brian Gabriel.

Esta experiencia nos careó más, quedamos antojados y entonces de ultramar llegaron recursos para otra Escuela. Nos fuimos para Buenaventura, capital negra y afrocolombiana, una ciudad sabrosa, alegre, calurosa, con una gente preciosa en todos los términos, el espiritual, el político, el físico, hombres y mujeres de piel oscura, talla grande, voces susurrantes que parecen cantarte cuando te hablan, le pusieron un sabor pacífico a la herramienta. 12 jóvenes de 9 organizaciones comunitarias que trabajan día a día por su territorio, por esa Buenaventura pobre en su mayoría, con un estigma de inseguridad que la hace ser excluída, durante tres meses le mostraron a Pares sus liderazgos, pero también mostraron la belleza natural de sus playas, de su mar, el sabor inolvidable en el paladar y la saliva de su comida, el poder embriagador de su viche. Allí hicimos nuevamente la Escuela de Liderazgo Juvenil de Pares, que no enseñó nada, llegamos con el propósito de enseñar y salimos fue con múltiples aprendizajes y con los ojos atestados de mar. A los jóvenes de Buenaventura, gracias, nada ni nadie los hará callar.

En el camino entre la montaña cafetera y el mar Pacífico nos desviamos un poquito y llegamos a la selva húmeda y lluviosa de límites de Risaralda con el Chocó. Siguió el careo y nosotros felices. Pueblo Rico nos acogió con su silencio, esa es la primera sensación que se siente cuando se baja del bus y uno pone sus botas en la plaza central. Un silencio que te sigue a todas partes, una calma, una niebla que hace una rayita blanca en el firmamento de este pueblo enclavado en el occidente de Risaralda y que es el primer contacto con el húmedo, bello, lluvioso y olvidado Chocó.

Urakubú es un vocablo en lengua emberá, que significa fuego, se le ocurrió a Érika, esa pelirroja con fuego en su melena, alegre, tranquila, en ella es como si el tiempo se estrellara, no se perturbara ante las dificultades. Fue mi compañera por dos meses y medio y su paciencia, calma, alegría, calidez, logró sostener la Escuela.

11 jóvenes en este lejano pueblo de Risaralda se vincularon a este proceso corto de afianzamiento de liderazgos locales, necesitaban una mano amiga. Pares llegó con el maletincito gris a cuestas que ya había estado en Bogotá, Medellín, Buenaventura, Santa Marta, Pereira.

Pero las realidades sobrepasaron el juego, nos encontramos con Lía, líder de la diversidad sexual en el municipio, nos habían hablado de ella como el referente transgénero más importante de Pueblo Rico, a la pelirroja y a mí nos dio curiosidad conocerla.

En el segundo viaje nos recibió un muchacho de camiseta, pantaloneta y tenis, “mucho gusto, Lía Dalila”, yo en mis adentros le dije, sin que ella lo escuchará “esperaba una mujer y me recibe un chico”. Con el tiempo fuimos sabiendo su historia, sus tragedias, sus alegrías, sus sueños, en las últimas sesiones ya no era el chico del primer día, era una mujer plena y empezaba a sonreír, en ella también se encendió Urakubú, ese fuego emberá que transforma y que limpia.

En Pueblo Rico conocimos Santa Cecilia, bueno conocí yo, quien escribe este texto. Allá, a hora y media, lejos y en un bullicio que se revuelve con el calor del Chocó, los muchachos afrocolombianos de la Escuela nos dieron a probar viche, nos enseñaron medicina ancestral, nos hicieron caminar por paisajes selváticos, nos pusieron a hablar con sabedores ancestrales nonagenarios y vitales, nos mostraron el país profundo que se la juega por proteger sus ríos, sus peces. No he conocido personas más felices en un río que esos muchachos negros, bonitos, grandes, tímidos…

De Santa Cecilia y Pueblo Rico nos llevamos para Bogotá recetas ancestrales del viche, el fuego de Lía por la defensa de su identidad y la calma de ese grupo de muchachos que sin mucha alharaca cambian su territorio todos los días.

Nos veremos todos el próximo 16 de septiembre en Pereira, donde empezó todo, en el encuentro de escuelas juveniles, prepárense porque lo que se viene es poder joven, afro, negro, gay, femenino y renovador para estos territorios.

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