Por: Luis Eduardo Celis Analista de conflictos armados y de sus perspectivas de superación – Asesor de la Fundación Paz & Reconciliación.
La llegada de Jorge Mario Bergoglio al Vaticano para asumir como el Papa Francisco, desde 2013 (cuando fue elegido en el cónclave de obispos), ha sido una bocanada de aire fresco e ilusión de cambio y optimismo, no solo para el mundo católico y cristiano, sino para la humanidad que está ávida de mensajes de acción, y que busca, cada vez más, caminar en una senda diferente a la de esta ola de egoísmo y autodestrucción que carcome a las sociedades actuales.
Su llegada no estuvo exenta de polémicas y cuestionamientos por su historia en la Argentina de la dictadura, pero él ha sabido, con mesura y tranquilidad, transmitir el mensaje de que su vida es un libro abierto y que no tiene nada de lo cual sentirse avergonzado; que es un hombre expuesto a los cuestionamientos y abierto al diálogo, el cual ha ejercido consistentemente durante estos ocho años de liderazgo mundial.
Cuando vino a Colombia, en octubre de 2017, nos dijo con claridad: no nos debemos dejar arrebatar la esperanza de la paz. Y a fe que es un mensaje que debemos tener muy presente y ejercer, día a día, en una sociedad que debe seguir trabajando por un orden democrático de calidad que promueva una convivencia cierta y vivida, no este remedo de democracia, autoritarismos y sangre cotidiana que nos enferma de pesimismo e indiferencia. Es de esto de lo que debemos sacudirnos con decisión y persistir en que Colombia merece y va a lograr un país transformado en todo lo que le permita ser una sociedad de vida, y no esta sociedad marcada por una necrofilia de larga data.
El Papa Francisco nos llama al amor por la vida, al amor por las personas necesitadas, a curarnos de la indiferencia y a saber que somos parte de una humanidad única en toda su diversidad, pero humanidad en últimas. Quienes sufren hambre, exclusiones, violencias y olvido son nuestros hermanos y hermanas, y estamos en la obligación de hacer algo ante su sufrimiento. Todo ello nos hace comunidad en este mundo único, que también sufre ante el paso y la huella humana.
El llamado del Papa Francisco a trabajar con y para el pueblo, de reconocer sus capacidades, su fuerza de acción y transformación, es un mensaje que nos debe convocar no solo a la reflexión, sino a una acción por superar todas las barreras y esquemas que ven en la acción de las comunidades y sus organizaciones enemigos, provocaciones y puntos de alerta. De eso sabemos mucho en Colombia, donde toda protesta, toda acción reivindicativa por derechos y justas reclamaciones suelen caer en la visión de “amigo/enemigo”, donde los amigos son quienes aplauden este orden social, político y económico; mientras que los enemigos son quienes levantan su voz y sus reclamos. Es necesario salir de este círculo de mutuas desconfianzas y de propensiones a resolverlo todo bajo la descalificación, la sospecha y la imposibilidad de escucha de los múltiples actores que siempre concurren (o lo deberían hacer) ante los graves temas que debemos abocar en una sociedad llena de exclusiones, desigualdades y autoritarismos por superar.
Son muchos los mensajes del Papa Francisco que enriquecen la perspectiva respecto a muchos problemas que impiden la existencia de justicia social y el desarrollo integral de las personas. Uno de esos mensajes que sigue siendo referencia es el de “Laudato Si’”, en el que hace una reflexión y elabora propuestas ante el reto global de la humanidad de detener la destrucción del planeta, en respuesta a una situación dramática que se evidencia en la crisis climática que hemos labrado y que nos amenaza como especie. Y no solo a las personas, sino a todas las demás especies con las que no hemos sabido convivir en armonía.
El Papa Francisco lo ha dicho y debemos reflexionar sobre ello: este modo de producir y consumir que hoy tenemos no puede continuar así, hay que cambiarlo por uno de rostro humano, donde la dignidad de nadie sea pisoteada, como ocurre hoy con miles de millones de seres humanos.
La Iglesia católica colombiana ha estado con quienes sufren, con quienes son atropellados y excluidos en sus derechos básicos como seres humanos. Todo este sufrimiento, del cual son testigos miles de sacerdotes día a día en la Colombia profunda, debemos tenerlo presente para volver al mensaje de “amaos los unos a los otros”, que tanto nos hace falta. Y hacerlo de manera efectiva, lo cual no es un reto menor.
En estos últimos ocho años, el Papa Francisco ha abierto caminos, a través de sus mensajes, para una sociedad humana que requiere pausa y rectificación. Todos estos mensajes son pertinentes para una Colombia que sigue debatiéndose entre exclusiones y violencias a superar.
* Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona a la que corresponde su autoría y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación (Pares) al respecto.
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