Foto Caracol Radio
El martes pasado me acomodé en un sillón en mi casa y me puse a ver con mucha atención la plenaria del Senado. Quería tener una impresión inicial. Quería reafirmar o desechar la esperanza de que este será el Congreso de la paz y las grandes reformas como lo afirmó el presidente Santos el día de su instalación y como lo están anunciando los medios de comunicación en estos días. Pasaron las horas y las intervenciones y quedé con muchas dudas, con demasiadas dudas.
Me dejó un mal sabor el primer cruce de espadas sobre las negociaciones de paz. Con su malicia infinita el senador Álvaro Uribe llamó al gobierno a firmar rápidamente el acuerdo en La Habana para que lo convenido pasara inmediatamente a la refrendación ciudadana. Entre tanto los miembros de su bancada tomaban la palabra y lanzaban una feroz diatriba contra las conversaciones. No vi una respuesta contundente del lado del gobierno. Incluso, oí después a un parlamentario del oficialismo diciendo que quizás estábamos ante un cambio de posición de Uribe. Cierta resignación del senador con la marcha inexorable del proceso de paz.
Nada de eso. Uribe y el Centro Democrático no van a aflojar en su discurso, insistirán una y otra vez en que lo que se cocina en La Habana es un pacto de impunidad y una entrega del país y de sus Fuerzas Militares a las Farc, de ahí no se bajarán. Su idea es utilizar el recinto parlamentario para crear un ambiente que les permita derrotar el acuerdo en el momento de la refrendación y en las elecciones locales de 2015.
Vi otra cosa el martes. La oposición de derecha gastará buena parte de sus energías en un juicio permanente al gobierno de Santos; a su vez, muchos parlamentarios afines al gobierno o pertenecientes a la izquierda, dedicarán esfuerzos y tiempo a juzgar los dos mandatos de Uribe y a escudriñar la vida del expresidente. El tren arrancó con la proposición de hacer un debate para examinar los nexos de Uribe con el paramilitarismo.
Vi una cosa más. El rostro impávido de muchos senadores cuestionados por su vinculación con la parapolítica, por el derroche infame de grandes sumas de dinero para obtener su curul y por posibles nexos con estructuras ilegales vigentes. Esa gran fuerza de los diversos partidos que llega a la impresionante suma de 33 senadores. Esa bancada mixta que participará poco en los grandes debates, que, no obstante, estará pendiente del trámite legislativo para sembrar uno y otro artículo en favor de sus intereses y que concentrará sus esfuerzos en la obtención de puestos y recursos para alimentar su clan político regional.
No veo entonces que sea posible realizar en los meses que vienen un debate racional, serio, argumentado, de gran altura, sobre los acuerdos que se están tejiendo en La Habana y sobre los que salgan de las conversaciones con el ELN. La oposición insistirá en mensajes efectistas, en consignas para inculcar en los electores, su objetivo no es construir consensos o establecer desacuerdos fundados en el seno del Congreso, su mirada está en la calle, en los eventos electorales que vienen. Tampoco ayuda la conformación de la bancada del gobierno. Se pueden contar en los dedos de una mano los parlamentarios de esta coalición que tienen un gran conocimiento del conflicto armado del país, una profunda convicción de la salida política negociada y un discurso de paz fundamentado y ambicioso.
No veo que sea fácil escapar a debates permanentes sobre los sucesos de la historia reciente del país. Le será muy difícil a este Congreso poner la mirada en el futuro. Hay demasiadas heridas abiertas. Demasiadas discusiones sin saldar. Los uribistas le cobrarán día tras día la traición a Santos. Los golpeados y ofendidos por Uribe no cejarán en su empeño de esculpir en la piedra de la historia cada ofensa recibida.
Solo se puede disminuir el peso de estos lastres del nuevo Congreso con la designación de un ministro del Interior que infunda gran respeto por su conocimiento de los temas que están en juego, por su vocación reformista y por la experiencia en el manejo de la vida parlamentaria. También con un gran esfuerzo y un elevado protagonismo de Antonio Navarro, Claudia López, Horacio Serpa, Carlos Fernando Galán, Viviane Morales, Iván Cepeda, Jorge Enrique Robledo y Armando Benedetti. La duda es mucha, la esperanza poca.
Columna de opinión publicada en Semana.com
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