Por: Redacción Pares
Fotos tomadas de: Radio Caracol
El momento cumbre de Salvatore Mancuso fue en el 2004. Ese año no sólo las puertas del Congreso se abrieron de par en par para él, sino que sus fichas políticas le despejaban la pista para transformar a las AUC en un grupo político. Estaba cerca de legalizar las tierras que había despojado, de enterrar las cerca de 500 muertes que había ordenado. Se sentía en la cima del mundo. A los periodistas que iban a visitar en su finca en Córdoba les mostraba, desde un tercer piso, el horizonte de su hacienda que no tenía fin. Se sentía una especie de libertador. Todo estaba encubierto y justificado por su lucha antisubversiva. Pero Estados Unidos decidió otra cosa, deshizo los acuerdos a los que había llegado con Uribe quien, según el comandante paramilitar, lo terminó traicionando y mandándolo a una cárcel en Estados Unidos en el 2008. Fue condenado a 14 años de cárcel.
Desde el mismo momento que pisó Estados Unidos Mancuso habló contra Uribe. En una entrevista a la revista Cambio, que en ese momento era dirigida por el desaparecido Rodrigo Pardo, el comandante paramilitar afirmó que el entonces presidente “Había extraditado la verdad”.
Mancuso, en las sesiones de Justicia y Paz, tenía un mapa en donde iba señalando los lugares en donde los paras enterraban a los desaparecidos, los hornos crematorios en Juan Frío, Norte de Santander. Además, estaba abierto para comprometer a los políticos de la región a los que ellos ayudaron, a militares con los que trabajaron en conjunto. Una vez empezó a hacer estas confesiones llovieron amenazas contra su familia y vino después la extradición. El argumento de Uribe para hacer esta movida fue afirmar que los comandantes paramilitares siguieron delinquiendo, algo que fue desmentido por quien era fiscal en ese momento, Mario Iguarán, quien jamás encontró pruebas sobre esto.
Ante estas verdades que empezaba a confesar Mancuso José Obdulio Gaviria, quien había convertido su columna en El Tiempo en una verdadera trinchera, descalificando a todo el que no estuviera alineado con la Seguridad Democrática, escribió esto contra Mancuso y sus declaraciones: “Es el caso de Mancuso, mendaz de profesión, quien imparte absoluciones y condenas desde su prisión gringa, de acuerdo con los gustos o necesidades del contertulio de turno, sea el fiscal, activista u oenegero [de una organización no gubernamental], o del interés político del director del medio de comunicación que lo entreviste”.
Desde entonces Mancuso ha querido contar su verdad. Ante la JEP ha dicho verdades que han puesto a temblar a más de un poderoso en el país. El año pasado afirmó conocer de un plan del DAS -desaparecido después de los escándalos de las chuzadas en la era Uribe y de los líos judiciales de su ex director, Jorge Noguera, condenado, entre otras cosas, por el asesinato del profesor universitario Jorge Correa de Andreis- tenía un plan para asesinar al entonces senador Gustavo Petro. La idea de asesinar a Petro se la había dado José Miguel Narvaez, el jefe de inteligencia de esa institución quien daba clases de antiinsurgencia a los propios paramilitares y le llevaba listas a Castaño y Mancuso para asesinar colombianos que, según este fundamentalista, eran colaboradores de la guerrilla. En ese listado estuvo alguna vez Jaime Garzón.
Mancuso recibió plena colaboración de ganaderos, comerciantes y políticos de Córdoba. Su primer matrimonio fue con Martha Dereix, perteneciente a una de las familias de inmigrantes franceses más prósperas de Montería. Era un niño bien. Estudió en la Javeriana y después en Estados Unidos. Los secuestros de familiares y amigos por parte de las guerrillas fue la excusa que estaba buscando para su cruzada antinsurgente que le permitió acumular fama y fortuna. Y también muertes. Las masacres del Salado en los Montes de María, la de La Gabarra en el Catatumbo, en donde los paras jugaron fútbol con las cabezas de sus víctimas, en donde se desmembraba a punta de motosierra y se mataba a batazos, muestran la radiografía de un sicópata.
Después de pagar su condena en Estados Unidos ya tiene el pasaporte listo para su vuelta a Colombia en donde está dispuesto a seguir colaborando con la JEP. Uno de los puntos que tocarán es el caso de Álvaro Uribe, investigado por los delitos de manipulación de testigos y fraude procesal. Corroboraría los testimonios que han dado ex paramilitares como el “Tuso” Sierra y Juan Guillermo Monsalve, quienes afirmaron que a través de su abogado Diego Cadena, ofreciéndoles dádivas, el expresidente quiso torcer sus testimonios contra él e incriminar al senador Iván Cepeda.
Las verdades que podría traer a Colombia, según Isaac Morales, Coordinador de la línea de convivencia y seguridad ciudadana, podrían comprometer a la clase política de departamentos como Córdoba “El ex gobernador López Cabrales, la familia Manzur, los Jattin, los que participaron en el pacto de Ralito, y la relación que tenía él con ellos. Y claramente, por lo que se supo con las audiencias con la JEP, la mención que se hizo a Uribe y la relación con su gobierno y lo que sabía del paramilitarismo en su gobierno. Además de nombres del mando militar. Y, principalmente, las verdades que debería aportar tendrían que estar relacionadas con reparar a sus víctimas, así como aportó su verdad sobre hechos tan escabrosos como los hornos crematorios”.
Pero, además, Mancuso tendría cosas que decir sobre Uribe. El ex jefe paramilitar afirmó en el 2020 que podría contar, ante la JEP; sus versiones sobre Santiago Uribe y la creación del Bloque Metro y el asesinato de Jesús María Valle, un crimen al que sus enemigos le han achacado negligencia a Alvaro Uribe. Es que, mientras fue gobernador de Antioquia, no escuchó el reclamo de Jesús María Valle sobre una inminente masacre en el Aro Antioquia. La masacre sucedió y además Valle fue asesinado.
La llegada de Mancuso podría constituir un capítulo cumbre en la historia de la JEP. Analistas afirman que, aunque puede traer consigo la verdad, su testimonio tendría que tomarse con pinzas ya que, por su pasado, se podría colegir que podría dar una versión de los hechos buscando salvarse él y endilgarle responsabilidades a los otros.
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