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Las mujeres vallecaucanas no ganamos en las elecciones locales

Por: Ghina Castrillón Torres

Politóloga feminista



Las recientes elecciones locales son un recordatorio de lo lento y deficiente que es el proceso para lograr la participación política de las mujeres y la representación real de nuestras necesidades.


Para el caso del Valle del Cauca, de las 42 alcaldías electas del Valle, en solo 9 municipios ganaron mujeres. A comparación del año 2019 cuando se alcanzaron 7 alcaldías lideradas por mujeres, el crecimiento a 9 continúa siendo insuficiente, dado que representa el 21% del total de los municipios. Menor es la representación para el caso de las gobernaciones, que en 6 de los 32 departamentos fueron elegidas mujeres, lo que significa un 18,7%, que si bien hubo un crecimiento con respecto al 2019 cuando sólo en 2 departamentos la gobernación fue ocupada por mujeres, sigue siendo un bajo porcentaje y dibuja un largo camino por recorrer.


Frente a esto, el informe de la Misión de Observación Electoral de 2023 destaca que en Colombia hubo un ligero aumento en el porcentaje de candidatas mujeres, del 37,5 % en 2019 al 39,05 % en 2023, pero es clave resaltar a ciudades principales como Bogotá, que pasó de tener una alcaldesa mujer a no tener candidatas mujeres para ocupar dicho cargo. Como quien dice, en ese largo camino por recorrer, avanzamos dos pasos, pero retrocedemos tres.


La lenta paridad de género en la política se refleja en la ausencia de mujeres compitiendo para lograr estar en cargos clave como lo son alcaldías y gobernaciones. Pero si bien la falta de representación femenina en posiciones de liderazgo político limita nuestra capacidad para abordar las necesidades específicas de las mujeres en la toma de decisiones, la representación política tampoco es suficiente para lograr la transformación deseada.


La participación de las mujeres en la política no es solo un tema de representación, sino de influencia real en las decisiones que afectan nuestras vidas y de correspondencia con nuestras necesidades. Es fundamental reconocer que tener más mujeres en el poder no garantiza necesariamente que trabajen en beneficio nosotras.


Las mujeres y hombres que acaban de ser elegidas en estos cargos políticos deben abordar activamente y de manera especializada las cuestiones de género y, en definitiva, deben dejar de instrumentalizar el discurso de género, porque en vez de aportar lo que logran es profundizar los estereotipos y las violencias y desvían la atención sobre cuestionamientos centrales. Como lo acaba de hacer la gobernadora electa del Valle del Cauca, Dilian Francisca Toro, quien en respuesta a los constantes señalamientos por corrupción que le ha hecho el congresista Duvalier Sánchez, ella lo señala de tener una conducta “misógina”, dice que no va a conciliar con él porque eso sería admitir la “persecución de género” y que su lucha no es individual sino que “es una lucha para que cese la violencia de género en el ejercicio político”.


A los señalamientos por corrupción no se escapa apelando a la violencia política de género.


Pero entonces, estos resultados confirman tres conclusiones que no son novedosas. En primer lugar, el avance de la participación política de las mujeres sigue siendo muy lento; en segundo lugar, las mujeres que logran un cargo político no están representando los intereses de las mujeres ni abordan las cuestiones de género de forma adecuada; y, en tercer lugar, la defensa y participación de las mujeres en la política a menudo se basa en argumentos que perpetúan estereotipos de género dañinos.


Es esencial que sigamos presionando para que los gobiernos entrantes trabajen en beneficio de todas, todos y todes, porque la participación política de las mujeres no solo debe ser un tema de números, sino de impacto real.


*Aprovecho el tema de las adicciones para decirles que yo también soy adicta al café por las mañanas, especialmente el que es producido por mujeres caficultoras.


 

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