Por: Germán Valencia
Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia
Con Francia Márquez y Gustavo Petro, Colombia se subirá en 2022 a la segunda ola de izquierdas en América Latina. Y lo hará, no como consecuencia del origen étnico y defensor de derechos humanos de su vicepresidenta o del pasado guerrillero del nuevo presidente, sino por las propuestas económicas y sociales que defienden y que buscarán implementar en sus cuatro años de mandato.
Su programa de gobierno estará cimentado en la defensa y cuidado del medio ambiente, en el giro que debe dársele a la economía para fomentar la producción agropecuaria y el cambio de la matriz minero-energética, en la protección especial que debe otorgársele a las minorías étnicas y raciales, y en el cumplimiento de las reivindicaciones sociales que los jóvenes y mujeres demandan.
Una agenda muy similar a la que hoy países como Chile, con Gabriel Boric, también buscan cumplir. Allí, un joven político forjado con el estallido social y las protestas estudiantiles de 2019 –que viene de la calle, pues inició en 2011 y 2012 siendo el presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile y se consolidó en la lucha social entre 2019 y 2021– subió al poder y busca cambios sociales y giros en el modelo económico.
Un programa de gobierno que se ha construido con base en las críticas acumuladas al modelo económico de mercado, que –en tres décadas de funcionamiento– ha dejado consecuencias dañinas y dolorosas, como una población cada vez más pobre y desigual. Y también, por el mal manejo que se le ha dado a las consecuencias que trajo la pandemia, que ahora –entre 2020 y 2022– se profundiza con el incremento de la inflación y el desempleo.
Propuestas de gobierno a las que se les identifica como de la segunda ola de izquierdas latinoamericanas. Que atienden el llamado de los diversos grupos que salen a la calle a hacer sus demandas sociales. Que integran a los grupos minorizados como los jóvenes, las mujeres, las comunidades indígenas y las negritudes; minorías que hoy alzan la voz y hacen escuchar la palabra silenciada por muchas décadas.
Una segunda ola de izquierdas que intenta separarse y diferenciarse de la primera ola que se inició, hace veinte años, en Venezuela con el nombrado Socialismo del siglo XXI de Hugo Chávez; y que fue acompañada por Daniel Ortega en Nicaragua, Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador bajo la ideología bolivariana.
Primera ola que, debido a la mala gestión económica y política, trajo consecuencias dañinas para la izquierda de la región. Resultados que fueron aprovechados por los críticos para estigmatizar y desprestigiar a los candidatos que mostraban una separación de las derechas. Idea que fue sembrada a través del miedo a convertirse en una nueva Venezuela y que hizo necesaria la aparición de una segunda propuesta reformadora.
De allí que esta segunda ola quiera desmarcarse de la primera, siendo críticos al autoritarismo que se nota en Cuba o Venezuela. Segunda ola que está siendo construida con los esfuerzos que en México realiza Andrés Manuel López Obrador, en Honduras Xiomara Castro, en Argentina Alberto Fernández y en el Perú Pedro Castillo.
Y ahora Colombia, sin haber pasado por la primera ola, decidió unirse a esta nueva izquierda. Un proceso que comenzó a construirse en el país en 2016, con la salida de las FARC-EP de la guerra y la firma de un Acuerdo Final que exige reformas estructurales. También, escuchando las demandas sociales y de las comunidades, las demandas por el cuidado del territorio, el ecologismo y los feminismos.
Una nueva izquierda que muy bien puede verse representada en Francia Márquez. Una mujer joven, que viene de un movimiento étnico, afrocolombiano y que es defensora de los derechos humanos. Que representa los grupos minoritarios y los pueblos originarios, que critica al sistema político y el modelo económico por el abandono en el que los ha tenido. Una mujer que asociamos a las banderas verdes del ecologismo y moradas del feminismo.
En síntesis, Colombia se sumará este año al nuevo mapa de economía política de América Latina, que ha mutado en las últimas dos décadas y que hoy se ha montado en la segunda ola de izquierdas. Una en la que priman lo social y lo económico; además, por supuesto, del respeto por el sistema político democrático y la libertad. Una en la que se buscará universalizar los derechos a todos los sectores sociales, en especial, el de los marginados.
Propuestas que, hay que advertirlo, no serán fáciles de realizar, debido a su gran anhelo albergador. Para este nuevo gobierno, al igual que para los otros que se le sumen a la segunda ola, le será muy difícil conciliar un estado de bienestar, una democratización, unas demandas de un movimiento feminista y una defensa del medio ambiente. Pero está dispuesto a enfrentar este gran desafío y buscará posicionar esta agenda social y económica como una alternativa viable en América Latina.
*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido autora y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación al respecto.
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