La razón por la que el ELN está desplegando una oleada de terror este 4 de julio
- Redacción Pares
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Por: Redacción Pares

Es el mediodía del 4 de julio y el país está viviendo una oleada de terror por cuenta del ELN. La carretera a Buenaventura está completamente cerrada por culpa de cilindros bomba que estallaron esta madrugada. Sobre las siete de la mañana, en el martirizado municipio de Caldono, se escucharon detonaciones. Incluso, se reportaron en plena carretera Panamericana puestos de control ilegales de esta guerrilla. La intervención del ejército provocó un intercambio de disparos. Se estima que en lugares de influencia elena como Arauca, Sur de Bolívar o Catatumbo se han frustrado cerca de 32 atentados a la infraestructura de estos departamentos. La inteligencia del ejército frustró ataques armados a poblaciones en Chocó. Igual, al cierre de este artículo, aún no estaba descartado que la organización armada desplegara su ola de terror y la ahondara todavía más. Esto se debe a que se “conmemora”, este 4 de julio, un nuevo aniversario de la creación de esta guerrilla. Aunque, su origen, no sería precisamente en esta fecha, sino unos meses atrás.
A continuación, contamos cómo fue la toma de Simacota, el hecho que provocó la gestación de esta guerrilla.
El ELN, a diferencia de las Farc, es una guerrilla rural que tenía integrantes que pertenecían al estudiantado, intelectuales citadinos que sabían convertir sus primeros ataques en golpes publicitarios. A mediados de 1964, siete campesinos, entre los que se contaba Gabino, caminaron de San Vicente del Chucurí hasta El Carmen, en Santander, ignorando que en ese momento estaban haciendo historia. En uno de los descansos en esa caminata, fue bautizado el grupo. Se llamarían el Ejército de Liberación Nacional. Unos cuantos meses después, ya serían 27 hombres. El líder del grupo era Fabio Vásquez Castaño y tenían en salmuera el primer golpe: la toma a la población de Simacota.
Este municipio de 3.000 habitantes estaba muy cerca al Socorro, el lugar en donde José Antonio Galán realizó el primer levantamiento contra la corona española en América. Los Comuneros se levantaron contra los impuestos de la corona. La respuesta de los europeos fue feroz: detuvo, asesinó y descuartizó a Galán. Cada pedazo suyo fue enviado a cada uno de los municipios vecinos a la serranía de los Yariguíes. Pero el sacrificio no fue en vano: se había sembrado la semilla de la rebelión que terminaría con la presencia de los españoles en América.
Por eso fue escogido Simacota, para ser atacado por el ELN. Esperaron a que fuera 7 de enero. Simacota aún se encontraba cobijado por la alegría de la fiesta de reyes. Incluso el comandante de la policía estaba en El Altillo, el bar más famoso del municipio. Los 27 subversivos entraron en las primeras horas de la mañana y mataron a tres policías y dos soldados, asaltaron las oficinas de la Caja Agraria y de Bavaria, se llevaron 60.000 pesos y cuatro fusiles M1. Fabio Vásquez se sentía un general de los mil días, un prócer de la independencia. Tenía un caballo que se llamaba Palomo y, cuando asumió el control total del pueblo, Vásquez, grandilocuente, convocó a los habitantes de Simacota a la plaza. Allí leyó el manifiesto con el que se fundó un grupo que ha podido soportar una ofensiva militar, durante sesenta años. Allí anunciaron que lucharían para obtener una revolución agraria, proteger la industria nacional, un plan de salud pública y hasta la creación de una academia nacional de ciencias.
Leyendo el manifiesto se encuentran todos los tópicos, los clichés en los que se ha cobijado la lucha armada comunista en Latinoamérica, la guerra contra la oligarquía y la desigualdad social. En ese golpe aún está vivo Gabino. Ya no es un guerrillero en ejercicio, se retiró de la guerra y hasta donde funcionó la mesa de negociación, estuvo al lado del COCE, aportando su experiencia. El ELN ha intentado mantenerse consecuentes ante ese primer manifiesto. Sin embargo, hechos como lo sucedido en el Catatumbo, convierten esas letras en palabrería sin sentido. No se puede propugnar un cambio social, derramando tanta sangre.