¿EL SOL BRILLA PARA TODO EL CARIBE?: PROYECTOS QUE INICIAN, TERRITORIOS QUE ESPERAN
- Lizeth Serrato Contreras.
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Por: Lizeth Serrato Contreras

En las últimas semanas, en el Caribe colombiano han corrido vientos susurrantes que, en conjunto con los rayos solares que tocan el suelo costero, han despertado los discursos e intereses en el marco de la Transición Energética Justa y los proyectos renovables en esta región potencial del país. La Transición Energética en el Caribe segu se ha instalado como discurso de progreso y sostenibilidad, sin embargo, detrás de los anuncios se encuentran realidades diversas, dependiendo del departamento. Hablar de avances generales sin hablar de Atlántico, Bolívar, Magdalena y La Guajira es quedarse en la superficie: cada uno vive una Transición distinta, con luces y sombras que construyen el panorama completo.
Si se revisa cada departamento, se evidencia que en el Atlántico se destacan grandes proyectos solares como el parque fotovoltaico Guayepo I y II, presentados como los más grandes de América Latina siendo sinónimos de innovación y proyección, pero a pesar de su impacto técnico y económico, siguen vigentes reclamos por falta de transparencia en contratos, y por los beneficios que no terminan de aterrizar en zonas rurales menos favorecidas, donde el acceso a energía sigue siendo un verdadero reto.
Bolívar, aunque menos mediático, exhibe un activismo emergente hacia comunidades energéticas: municipios han explorado proyectos híbridos y paneles comunitarios. Sin embargo, el avance es limitado por la falta de estructura institucional y por retrasos en tramitar licencias y conexiones eléctricas, lo que dificulta que esas iniciativas realmente prosperen.
En el Magdalena, se han anunciado contratos y pilotos en energía solar, pero no se observa un flujo sostenido de proyectos en el territorio. Las comunidades rurales reclaman una presencia real y no gestiones fragmentadas: aún esperan que la promesa de desarrollo personal se traduzca en infraestructura funcional, empleo local o electricidad constante en sus hogares.
La Guajira, por su parte, representa el epicentro de la paradoja. Allí las condiciones para generar energía eólica y solar son de lo más altas del país, pero el avance se ha visto permeado por desacuerdos con las comunidades Wayuu, quienes denuncian falta de consulta y afecciones en sus territorios. Empresas como Enel han detenido proyectos, como Windpeshi, tras bloqueos prolongados que afectaron ejecución y empezaron a afectar la viabilidad económica. La violencia, las fracturas en los clanes y el desconocimiento técnico sobre las iniciativas ha retrasado su ejecución y la infraestructura de transmisión, como la línea Colectora, todavía está en proceso de aprobación comunitaria. Estos factores han llevado a retiradas de inversionistas e incertidumbre sobre el futuro energético de la región.
Pese a todo, también hay señales esperanzadoras; en La Guajira, Ecopetrol y AES avanzan en nuevas apuestas eólicas asociadas, mientras en Atlántico y Bolívar se realizan esfuerzos para consolidar una gobernanza energética regional. Incluso han surgido ejemplos de impacto social ligados a energía y agua, como los proyectos de la fundación Tierra Grata en Magdalena y La Guajira, llevando puestos solares a comunidades rurales olvidadas.
La pregunta es: ¿qué tan profunda será esta Transición? Si los megaproyectos continúan sin conectar adecuadamente las redes, con comunidades excluidas y con trámites que demoran años, el riesgo es que el Caribe brille solo por fuera, mientras sigue sin luz donde más se necesita. Para que la región deje de ser un dispensador de megavatios y se convierta en una verdadera plataforma de desarrollo, es urgente que los procesos técnicos caminen junto a los sociales, las comunidades deben participar en cada paso, entender cómo funcionan los acuerdos, los proyectos, recibir beneficios reales y formar parte activa.
El Caribe colombiano tiene los elementos para liderar no solo en energía, sino en energía con justicia. Para lograrlo, debe garantizar claridad en contratos, inversión en líneas y conexiones, participación sostenida de comunidades y visión a largo plazo. Solo así sus parques brillarán con más que electricidad: con dignidad, equidad y transformación colectiva.