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La imprudencia de Gustavo Bolívar que le terminó costando el amor de Petro

Por: Iván Gallo - Coordinador de Comunicaciones




A sus 63 años y después de una larga militancia en el M-19 Gustavo Petro es un hombre de códigos. A pesar de que viene repuntando en las encuestas y su imagen positiva es superior a la que tuvieron Duque y Santos, su predecesores, Petro, como todo hombre en el poder, es asaltado por la paranoia. No busca una guardia pretoriana, exige una guardia petroriana. Y en Gustavo Bolívar encontró siempre lealtad. Bolívar fue el primer petrista pura sangre y, además, ayudó a ampliar el nicho del petrismo, fue la primera figura mediática en decir, en pleno esplendor uribista, que él le apostaría al cambio con un senador que se había destacado por su papel de desenmascarar a los congresistas que se vendieron al proyecto paramilitar, uno de los pocos padres de la patria que se opuso con firmeza y jugándose la vida a arrodillarse ante Mancuso, Báez e Isaza en el congreso.  En el 2011, durante una marcha contra la corrupción, Bolívar, que en ese momento era el niño consentido del canal de los Ardila Lulle, sus producciones televisivas y sus libros reportaban millones de dólares en ganancia, fue tan coherente que apoyó sin restricciones a Petro.


Desde entonces le prometió fidelidad y amor, dos personas que exige un líder que ha sido perseguido por haber pertenecido a una organización armada. Bolívar se los dio. Dejó de recibir las fortunas que le daban los canales privados, las editoriales, por escribir lo que se conoció en Colombia como las “narco-novelas”, desatendió sus empresas en Miami, un hotel que estaba construyendo en Melgar y decidió ser el mosquetero que necesitaba Petro.

Se pagó su propia campaña, llegó al senado y, para dar ejemplo, renunció a su sueldo. En plena pandemia lideró la reunión por Zoom en el 2020 donde se creó el concepto del Pacto Histórico y convenció a alguien fundamental hoy en día para la credibilidad que tiene el presidente con los sectores que no son necesariamente políticos: Margarita Rosa de Francisco llegó a las filas petristas por convicción con el proyecto y si decidió ser parte activa del mismo fue por su amistad y confianza con Bolívar.


Y ganaron la presidencia. Por primera vez en la historia de un país extremadamente conservador como este un candidato de izquierda se imponía en unas elecciones presidenciales. Pero no ganaron como quería Bolívar. Idealista, poco pragmático, puro, estaba convencido que el pulso político se le podía ganarle al establecimiento sin conceder demasiado con sectores menos progresistas, haciendo pactos con personajes controvertidos como Roy Barreras y Armando Benedetti, sapos que nunca se tragó del todo y que empezaron a generar una ruptura con el presidente.


La discusión siempre fue interna. Ese es el código que respetaba Petro. Si había una diferencia que se la dijera en privado, sin darle los pedazos de carne que esperaban afuera sus enemigos. Bolívar, tan hábil para llegarle a la gente del común, no podía comunicarse con sus compañeros del Pacto, incluso con los que eran afines a su ideología. A comienzos del 2024 el director del DPS era un islote entre el gobierno. Pocos le hablaban, pero aún sostenía canales de comunicación con el presidente.


Estos se rompieron a comienzos de febrero, durante el primer consejo de ministros televisados. Armando Benedetti acababa de ser nombrado jefe de gabinete y fue quien le llevó la idea de reunir a los ministros, hacerles una evaluación y transmitirlo en cadena nacional para quedaran expuestos. La vicepresidenta Francia Márquez y quien fue hasta ese momento la ministra de medio ambiente, Susana Muhamad, expresaron su desacuerdo por la llegada de Benedetti, sobre quien pesan acusaciones de corrupción y maltrato a las mujeres, en el gobierno del Cambio. Bolívar secundó estas objeciones al presidencia quien se lo tomó muy mal, personal, y a pesar de la declaración de amor de Bolívar intentando corregir lo que Petro consideró una traición, la herida quedó abierta.


El protagonismo de Benedetti creció en el gobierno desde febrero hasta esta fecha. Se convirtió en el ministro del interior y en los pasillos de Palacio se afirma que es el verdadero poder. Bolívar quiere aspirar a la presidencia. Tiene vocación y, después de la desastrosa campaña a la alcaldía de Bogotá, aprendió de los errores y por eso renunció al DPS a pesar de la furia presidencial.


Y la bomba estalló. Petro no le aceptó la renuncia a Bolívar y en Tibú, el pasado viernes,  después de arrebatarle el micrófono a un líder, se enfrentó públicamente con quien fuera su escudero más incondicional. “Rompo el orden del día porque no me parece que sea así, Gustavo Bolívar y otros compañeros. Primero, porque ya los que renunciaron, renunciaron; no se puede confundir eso, Angie (Lizeth Rodríguez-directora del Departamento Administrativo de la Presidencia de la República). Persona que renuncie porque tiene una aspiración, ya se va”.


Es probable que las conveniencias políticas y la carrera a la presidencia lime estas asperezas al menos públicamente, pero, en lo privado, en la vida real, la amistad está rota.

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