Por: Guillermo Linero Montes
Escritor, pintor, escultor y abogado de la Universidad Sergio Arboleda
Es poco corriente y bastante temerario tildar de ignorante a un filósofo de la talla del español Fernando Savater; pero es justo y razonable hacerlo, si este ha dado muestras fehacientes de que ello es así. No obstante, aclaro que la ignorancia a la cual me refiero en el título de esta columna no está ligada en lo más mínimo al analfabetismo típico del iletrado –sería un exabrupto insinuar que Savater lo es–, sino al desconocimiento de específicas experiencias adquiribles que el filósofo de San Sebastián ha soslayado o inadvertido.
De hecho, no me hubiese dispuesto a mencionar la ignorancia de este exitoso filósofo de escuela, de no ser porque sus calificaciones de ignorante a Gustavo Petro la develaron de modo tajante. En efecto, en su columna de opinión del diario El País, hizo críticas al presidente, muy desacertadas por ignorar nuestra realidad política nacional, o quizás muy afectadas al encontrarse enajenado por formas políticas que desprecian la justicia social, por las ideas del nuevo fascismo europeo.
Lo cierto es que, más que enlodar el nombre de un presidente –que ha demostrado sagacidad mental para quitarles en franca lid el país a quienes siempre lo habían visto y administrado como a un botín– está enlodando a un pueblo que por culpa de ideas como las suyas ha padecido por cientos de años el maltrato de gobernantes cuyas ambiciones e ignorancia los condujo a gobernar con atrocidades.
Refiriéndose a nuestro pueblo, y a propósito de la pérdida del poder de las derechas (liberales y conservadores) y de la extrema derecha (la corriente uribista), Savater ha escrito que “a Colombia se le acabó la suerte”. Yo me pregunto: ¿Sabrá el autor de Ética para Amador que a los únicos que se les acabó la suerte en Colombia con el nuevo gobierno fue a los carentes de ética y de moral, a los políticos y empresarios corruptos? ¿Y sabrá que lo que está acabándosele a Colombia no es la suerte, que política y socialmente nunca la había tenido, sino la indolencia, la impunidad y el desequilibrio social?
También ha escrito que Petro es un “averiado rebelde institucional”. ¿Acaso lo llama “averiado rebelde” porque cambió la rebeldía armada por la rebeldía política legítima? Y lo acusa de “rebeldía institucional”, acaso por ignorar que el presidente Gustavo Petro está cercado por instituciones de control manejadas incluso por personas que lo quisieran ver muerto. ¿Esto lo sabrá Savater o también lo ignora?
Además, respecto al presidente ha escrito que “no se puede ser más provocativamente ignorante en historia”. Entonces cabe preguntarse: ¿a qué historia se referirá Savater, a la de sus antepasados españoles que asesinaron a millones de indígenas o a la de nuestros gobernantes de la Independencia que hasta el gobierno de Iván Duque –incluyéndolo a él–hicieron lo mismo con sus opositores políticos? ¿Acaso Savater tampoco visualiza que la historia digna de nuestro país apenas ha comenzado a construirse, gracias a la nobleza e inteligencia de ciudadanos como Gustavo Petro?
De igual modo, Savater califica a Petro de ignorante “en ecología” y me pregunto: ¿sabrá Savater que la ecología es la parte de la biología que estudia las relaciones de los seres vivos entre sí y con el medio en el que viven, y que no otra cosa ha hecho el presidente Petro desde sus programas de gobierno, al cual ha denominado “el gobierno de la vida”, precisamente para que dichas relaciones entre seres vivos ocurran de modo humanizado y en un medio ambiente sano?
También le dice ignorante “en zoolatría”; es decir, acusa al presidente de no rendirles culto a los animales, cuando éste sólo ha demostrado quererlos vivos. ¿O tal vez lo acusa de falta de zoolatría, porque se opone a la fiesta brava que Petro aborrece y él, Savater, defiende con talante de matarife? De manera semejante lo trata “en economía”, como si valieran más sus palabras que las de sabios economistas del siglo XXI, como las de Mariana Mazzucato, las de Thomas Piketty y las del Premio Nobel Joseph Stiglitz que se han referido a Gustavo Petro con expresos elogios.
Así mismo, se equivoca Savater cuando afirma que el presidente de Colombia es ignorante “en los usos de la cortesía diplomática”. Se trata de una aseveración provocada porque Petro habló sin tapujos de la historia de las relaciones entre las dos naciones, y porque lo hizo, con respeto a la España de hoy; pero, especialmente, por respeto a las poblaciones que todavía en el presente padecen las consecuencias de la vileza de la España de ayer.
Frente a esto último, tal vez sea necesario informarle al señor Savater que las tradicionales “buenas maneras diplomáticas” del siglo XX implicaban la sumisión a los poderosos por medio de mentiras e hipocresías. En el siglo XXI por fortuna han cambiado las cosas y ahora están fundadas estrictamente en la verdad, que entre todas las maneras de la diplomacia, es la más decente y la más respetuosa.
Para terminar, valga decir de Fernando Savater con la pequeña porción de respeto que se merece, que su ignorancia la conoce muy bien el mundo decente, pues universalmente la ha demostrado, al oponerse a un mundo nuevo dado a la defensa de los derechos humanos, de los animales y del medio ambiente, un mundo empeñado en la defensa de la vida; en fin, un mundo muy distinto al suyo, cuya filosofía busca enarbolar éticas para lo insano y para descontar la moral a raja tablas.
En su libro Tauroética, que es una vana argumentación amoralista para defender la fiesta brava, dice por ejemplo, que: “quien se complace en el sufrimiento de los animales no viola una obligación moral con ellos, que no existe, sino que renuncia a su propio perfeccionamiento moral”. Una tesis, plegada a Nietzsche, que tolera el maltrato desprovisto de ética, pues este da paso a la compasión. Algo semejante a creer que la mejor manera de disfrutar la felicidad es experimentando primero el dolor. No en vano, para justificar la crueldad de la fiesta brava, Savater profesa que “la compasión engrandece nuestra vida moral —la excepcionalidad humana por excelencia— y nos acerca a lo que Nietzsche llamó bellamente "la estética de la generosidad"” (2010a, 34).
En fin, Fernando Savater, difícilmente podría hablar con imparcialidad contra un líder político ceñido a las reglas o normas morales que rigen la conducta de los seres humanos en relación con la sociedad y consigo mismo, mientras él se pliegue a ciegas a un sistema filosófico totalmente contrario, estructurado por Nietzsche y Stirner, bajo el entendimiento de que la moral no actúa en contra, sino sin normas morales.
*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido autora y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación al respecto.
Comments