Por: Carlos Castelblanco Pinedo – Redacción Pares
«Muchos ciudadanos queremos que la paz que se hizo con las FARC se fortalezca y se hagan todos los esfuerzos para que otros grupos armados también negocien y se desarmen. La educación, las bibliotecas, la lectura, los libros, la escritura son importantísimos. Yo lo vi en las Bibliotecas Móviles de Paz construidas en los sitios donde se congregaron los ex combatientes de las Farc en un primer paso a la vida civil; allá trabajé con niños , exguerrilleros y población civil. Fue emocionante ver cómo a través de una biblioteca se reconstruye una comunidad destruida por la guerra. El hijo del guerrillero, el hijo del soldado, del policía todos alrededor de un libro. Se siente una brisa de esperanza. En este país hay tanta gente a la que nadie le ha puesto cuidado, que han sido ignorados y sus historias y sus vidas son tan valiosas.»
Pares habló con Pilar Lozano, escritora, promotora de lectura y periodista. Fue de las reporteras que contribuyeron a abrir espacios para mujeres en los medios de comunicación y por más de 20 años fue corresponsal en Colombia del diario El País de España. Nacida en Bogotá, ha viajado por todas las esquinas del país escribiendo crónicas y reportajes. Autora de una extensa producción literaria para niños y jóvenes, su primera obra para niños fue Socaire y el capitán loco a la que siguieron trabajos como el cuento La estrella que le perdió el miedo a la noche.
En 1987 publicó una geografía literaria para niños titulada Colombia, mi abuelo y yo. Su última obra es La historia, los viajes y la abuela. La novela juvenil Era como mi sombra -que relata la vida de dos adolescentes en la guerrilla -fue incluida en la lista White Rabens 2016. Después de tres años en Alemania, está actualmente radicada en Bogotá dedicada a recorrer cada rincón de Colombia promoviendo la lectura y la escritura en niños y jóvenes.
«Allá está El Salado. Luego de un silencio raro en una joven de quince años, agrega: Extraño todo; es mi pueblo. La lista de las añoranzas la encabeza el agua: Allá tenemos tres pozos, riachuelos, arroyos, quebradas; aquí toca ir a buscarla». Fragmento del libro Crecimos en la guerra.
Pares: ¿Cómo ha sido la experiencia de todos estos años recorriendo tantas regiones de Colombia: las trochas, los ríos, las comunidades, las montañas, las bibliotecas, los valles y las selvas?
Pilar Lozano: Toda la vida me ha gustado viajar y el mapa de Colombia para mí es una guía , una inspiración. Desde muy joven quería conocer las cuatro puntas del país y cuando me volví periodista lo hice. Empecé a viajar y a descubrir un país que nadie me había contado.
«Si no hubieras sido periodista, jamás hubieras sido escritora”, me dijo un niño luego de escucharme en un taller. Cierto; mi alma y mis experiencias como periodista han marcado mi vida de escritora. Y como necesito ver para creer, mis historias han nacido de hechos, de frases, de imágenes conocidas en mis recorridos . Conozco rincones del país a donde muy pocos han tenido la oportunidad de llegar.
En uno de mis viajes como cronista hice una travesía en un buque oceanográfico. Quedé fascinada: tenía tres pisos, laboratorios llenos de instrumentos para estudiar las riquezas del mar. Cuando terminé de recorrer los laboratorios y rincones del barco, pensé: ¿qué sentirá un niño en un barco como este? Le pasé mi inquietud al capitán: Él me miró muy serio y soltó la frase que me convirtió en escritora: “Nunca suben a este barco niños porque molestan mucho y los oceanógrafos necesitan silencio para trabajar”. Decidí, en ese mismo instante, escribir una historia de una niña que, gracias a un pequeño truco, logra conocer un buque oceanográfico. Nació así «Socaire y el capitán loco», mi primer libro.
«Me fascina la geografía, entender cómo de una manera maravillosa la gente domina y maneja esos lugares inhóspitos, me fascina entender cómo se va de un lado a otro, cuánto se demoran, cómo viajan, cómo consiguen las cosas. Eso me gusta mucho y es mi material de escritura.» Foto: Pares.
La Estrella que le perdió el miedo a la noche nació de un trabajo periodístico en la Ciénaga Grande de Santa Marta, en un pueblo a donde fui para escribir sobre los problemas de los pescadores. Allí, en medio de niños que juegan todo el día en el agua encontré un niño que le tenía miedo al agua. De inmediato sentí ganas de escribir una historia para romper el miedo que lo mantenía acorralado. Terminé comparando su miedo con el de una pequeña estrella –María Luisa- que le tiene pavor a la noche, a la oscuridad.
Lo primero que me deslumbró fue la geografía de este país, viajando me enteré de que había ríos negros, ríos blancos y nadie me había contado eso tan bello en el colegio. Cada libro es una disculpa para viajar, por ejemplo en mi último libro La historia los viajes y la abuela – una historia de Colombia desde la entrada de los primeros hombres a lo que es hoy Colombia hasta que se fueron los españoles- es un recorrido por el país de una abuela con sus dos nietos en busca de las huellas del pasado. Fui hasta el lugar donde estuvo Santa María la Antigua del Darién, hasta el sitio donde existió Santiago las Atalayas. A Pore y Nunchía en Casanare , a Buriticá y Santa fe de Antioquia. Crecimos en la guerra – uno de mis tres libros sobre el conflicto – me llevó a La Gabarra y a El Salado.
Siempre que voy a los sitios más apartados me fijo en cómo vive la gente, cómo hacen para salir si están enfermas. Conozco maestros que hacen colectas para que uno de ellos salga a cobrar los sueldos. Nosotros en las ciudades no tenemos ni idea cómo viven, cómo llevan – por ejemplo- alimentos y objetos a Puerto Inírida en largas tractomulas por las sabanas de Meta y Vichada y luego en barcazas por los ríos Vichada, Orinoco, Guaviare e Inírida.
Pares: Los libros infantiles, los relatos, las crónicas que leen y escriben los niños en las escuelas de Toribío en el Cauca o de Cumaribo ¿cómo aportan para poder salir de esta trampa de violencia y desigualdad?
P.L: Yo creo en la educación, en la lectura y la escritura como el único camino para arreglar este país tan desbaratado, tan desigual, tan injusto. La lectura nos convierten en ciudadanos, nos convierte en personas críticas y personas que vamos a conocer nuestros derechos y vamos a pelear por ellos. Yo creo que es el camino, por eso me encanta mi trabajo como promotora de lectura y escritura y cuando a uno le gusta algo lo hace con pasión. En todas partes: en las bocas del Atrato o en Cumaribo, los niños siempre quieren quedarse con un libro, lo abrazan, lo arrullan como si fuera un muñeco de peluche. Si yo fuera millonaria le regalaría un libro a cada niño; un libro especial que le llegue al alma; lo que te toca el alma te cambia en algún sentido.
Todos tenemos historias para contar. La escritura es una herramienta valiosa que, como la lectura, nos facilita la vida. Debemos dejar atrás la idea de que los niños solo escriben cuando aprenden el alfabeto. Los talleres de escritura me han dejado grandes enseñanzas. Hoy tengo guardadas en la memoria crónicas que retratan lugares fantásticos que solo conocen los que han estado en la guerra, escritos sobre los sonidos cuando se atraviesa un páramo; pequeños relatos sobre el miedo y el terror que produce estar en medio de un combate.. Y crónicas y relatos de niños de Cazuarito – en Vichada- o de estudiantes de Puerto Asís y Mocoa . Hay mucho talento y muy pocas oportunidades para los jóvenes de la ‘otra Colombia’.
En uno de mis libros, «Historia de un país invisible», cuento la historia de una escuela en Sesteadero, en Toribío, que tiene el modelo de reinserción de jóvenes que han estado en la guerra. Los niños y jóvenes ex combatientes han sido ignorados por la sociedad por el Estado. en la guerra tenían un fusil «yo era alguien, tenía poder» y vuelven a ‘la civil’ y no son nadie otra vez. Sienten ese vacío . En esa escuela los jóvenes que han estado ‘allá’ los valoran, porque en la guerra también se aprenden cosas. Cuando los estudiantes salen a la montaña a tener clases ‘vivas’ , el guía es un niño que las recorrió con un fusil al hombro; conoce todos los senderos, no se pierde. Entonces son importantes, les dicen: tú vales, tú sabes. Todos tenemos un don, todos servimos para algo y el deber de la escuela es ayudar a encontrar eso para lo cual cada uno de sus alumnos es valioso, que lo apoyen y lo admiren por eso.
Pares: Desde el periodismo, desde los medios de comunicación ¿cómo hacer visible el trabajo de los bibliotecarios, de las maestras, de los promotores de lectura que están comprometidos con los libros y la educación?
P.L: Yo creo que este país no le pone cuidado a esas cosas tan hermosas que están pasando. La Red de Bibliotecas de Colombia ha crecido en los últimos años. Hay promotores de lectura en todas partes pasan ríos, atraviesan sabanas. Llevan libros y sueños a todos los rincones de Colombia.
El periodismo es contar lo que se sale de lo normal, y aquí todos los días tenemos suficiente material para reportar tragedias, escándalos y cosas realmente muy tristes. Pero debería existir un espacio para contar que los niños de Cazuarito a orillas del río Orinoco son grandes cronistas, que los de Puerto Asís y Mocoa aman escribir, que muchos hacen poemas que hablan de soledad y olvido, que hay maestros y bibliotecarios muy pilos. Siempre he creído que en este país lo que tiene que ver con niños y jóvenes no es importante. Colombia ha estado de espaldas a la realidad de sus niños y jóvenes.
«Pienso que niños y jóvenes necesitan, y tienen derecho a contar cómo han vivido el conflicto y también cómo están viviendo este camino hacia la paz en esas zonas olvidadas del país. En varios de mis libros les he podido dar voz.» Foto: Cortesía.
Pares: ¿Qué autores han sido y son sus principales influencias y qué está leyendo por estos días Pilar Lozano?
P.L: A los 12 años llegó a mis manos El llamado de la selva, de Jack London. Me transformó. Descubrí que podía viajar sin necesidad de moverme, dejándome llevar por historias de aventureros en tierras lejanas y me regaló la magia de la lectura. Hoy estoy leyendo mucho sobre historia del siglo XIX en Colombia, El país que se hizo a tiros de Gonzalo España, El año del sol negro de Daniel Ferreira, dos libros fundamentales.
A José Saramago, lo amo profundamente; escribe de una manera muy bella. A Juan Rulfo -Pedro Páramo lo puedo leer miles de veces- a García Márquez. La lista de los escritores que amo es larga. Me gusta la literatura africana porque tienen una magia y una poesía que me encanta.
Quiero conocer más el trabajo de las poetas colombianas. Hay muchas y su trabajo es desconocido: Beatriz Vanegas, María Tabares, María Gómez, Patricia Iriarte, María Paz Guerrero, Mery Yolanda Sánchez, que es a la que más he leído tiene una fuerza y un poder increíble, igual que Beatriz Zuluaga y Maruja Vieira.
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