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«Invito a que hagamos una protesta carnavalesca y festiva»

Por: Giorgio Londoño Medina. Investigador Nacional PARES.

Tras los recientes allanamientos, capturas, la militarización de las principales ciudades y el despliegue de una campaña propagandística en contra de la movilización, es evidente que el gobierno de Iván Duque tiene miedo y este, a su vez, ha sido traducido en intimidación y represión. A pesar de esto, mañana, organizaciones sociales y defensoras de derechos humanos, sindicatos, estudiantes, periodistas, colectivos populares y artísticos entre muchos otros sectores, saldrán masivamente a las calles a denunciar el avance de una agenda política que da la espalda al país. (Foto: Cortesía El Espectador)


Pares conversó con Mauricio Archila Neira, profesor Titular del Departamento de Historia de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, e investigador asociado del Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep). Licenciado en Historia con maestría en economía por la Universidad Javeriana. PhD. en Historia por la Universidad del Estado de Nueva York (SUNY) en Stony Brook (USA). Es especialista en la historia social contemporánea de Colombia y América Latina.


Dentro de sus publicaciones se destacan: Cultura e identidad obrera: Colombia 1910-1945 (1991), Idas y venidas, vueltas y revueltas. Protestas sociales en Colombia, 1958-1990 (2003) –obra que obtuvo en 2004 el Premio Nacional en Ciencias Sociales– y las contribuciones obras colectivas como Movimientos sociales, Estado y democracia (2001), 25 años de luchas sociales en Colombia (2002), Conflictos, poderes e identidades en el Magdalena Medio (2006), Una historia inconclusa, izquierdas políticas y sociales (2009) y Violencia contra el sindicalismo en Colombia (2012).


PARES: ¿Qué grandes los logros se han alcanzado por medio de la protesta en la historia de Colombia?


M.A: Es difícil hacer un balance en términos de logros y pérdidas. Entre tantos reclamos uno podría decir que no se ha alcanzado mucho, pero que la cosa no ha sido de pérdidas tampoco. Esa podría ser una lectura pesimista o realista, la gente protesta y protesta y aparentemente no se logra mucho. Pero esto también sucede porque ni el Estado ni los empresarios atienden los reclamos, o bien los atienden, pero no los cumplen y esto representa un porcentaje alto de los casos registrados históricamente.


Sin embargo, me gustaría señalar que aun cuando en ocasiones no se alcanza lo que se pide, la protesta es una expresión ciudadana que contribuye a la democratización de la sociedad, así en el término inmediato no se solucionen las demandas. Por ejemplo, muchas de las propuestas del 21 de noviembre tienen que ver con varios puntos de discusión concretos, pero de alguna manera también buscan decirle al gobierno actual: señor Duque, señores del Centro Democrático, escuchen el clamor de las comunidades afro, indígenas, campesinas, de los estudiantes, los trabajadores, jueces e incluso de los mismos trabajadores de Transmilenio, que reclaman por no tener ni siquiera baños para hacer sus necesidades. Hay una demanda generalizada para que el gobierno efectivamente escuche.


Entonces fíjense que el tema de qué tanto se logra o se gana debe matizarse. A veces el medio es el logro, digamos. En eso no soy tan pesimista.


PARES: Recientemente, junto a otras investigadoras e investigadores usted publicó el libro “Cuando la copa se rebosa. Luchas sociales en Colombia 1975-2015” ¿Qué conclusiones de este trabajo nos sirven para ilustrar las movilizaciones por venir?


M.A: Es difícil de definir en pocas palabras. De cara al paro del 21 de noviembre me atrevería a resaltar que, de unas 25,000 protestas que nosotros hemos registrado en nuestra base de datos, el 5%, e incluso menos, han terminado en disturbios o en choques con la fuerza pública. Entonces, claro, esa mirada que hay hoy desde sectores del gobierno sobre militarizar y estigmatizar no corresponde con la realidad de la protesta o las estadísticas a nivel nacional. El hecho de que las movilizaciones en Colombia han sido mayoritariamente pacíficas ha sido una situación ignorada.

Y otra conclusión importante es que, a pesar de las difíciles condiciones que vive Colombia frente a la violencia política, hay protesta ¿Por qué lo digo? Porque en términos comparativos, con América Latina, para no hablar de Europa u otros países, se dice que acá no hay movilización y que la gente no sale a protestar, lo cual simplemente no es cierto.


Como les decía hace un momento, las cifras arrojan cerca de 25,000 protestas incluyendo las de 2018. Por supuesto, muchas de ellas son pequeñas, pero en todo caso, a pesar de la cruda violencia que destruye las luchas sociales, hay movilización y eso es digno de destacar.


PARES: ¿En qué coinciden o se diferencian estas agendas históricas de lucha con las demandas del 21 de noviembre?


M.A: En el libro que escribimos realizamos un capítulo que estudia la trayectoria de las luchas sociales desde 1975 hasta 2015 y uno encuentra que esto ha ido variando con el paso de los años. Es decir, si me remonto a comienzos del siglo XX y sus grandes luchas obreras, muchos de los reclamos fueron de orden laboral por cosas específicas como las jornadas de trabajo. Eso se ha transformado.

Desde los años 80, con la segunda oleada de violencia que el país comenzó a vivir y que pensábamos que íbamos a superar, los derechos humanos se convirtieron en un tema prioritario. Sobre todo, en esta época las luchas se circunscribieron a esa defensa de derechos civiles y políticos.


Ahora, un tema que ha sido muy constante y que ha subido mucho en los últimos tiempos son las protestas relacionadas con políticas públicas del nivel municipal, departamental y nacional o, también, el incumplimiento de promesas, especialmente por parte del Estado y de los empresarios. Es decir, se ha protestado por la ruptura de pactos. Eso es un tema que sigue muy vigente hasta hoy.

Pensando en los reclamos del 21 de noviembre, más que un pliego de peticiones hay una serie de denuncias que se están agitando, incluida la cuestión de los incumplimientos. Es el caso de los estudiantes, los campesinos y los indígenas. Además, llama la atención la importancia que se le está dando a la eventual reforma pensional y laboral que nos volvería a llevar a estos temas ciertamente no superados, pero que habían perdido relevancia.


Hay tendencias que se ratifican y otras que vuelven a adquirir relevancia. También los derechos humanos siguen siendo un tema muy fuerte debido al grave asesinato de líderes y lideresas sociales, además de todo lo asociado con el incumplimiento de los Acuerdos de paz.


PARES: Hablando de esto ¿cómo ha sido históricamente la relación del Estado con las movilizaciones?


M.A: Algo decía hace un momento. Hay tres actitudes de los gobiernos colombianos hacia las movilizaciones: una, ignorar. Yo me atrevería a decir que esta ha sido la actitud mayoritaria. A eso lo hemos llamado una suerte de tendencia histórica al desconocimiento de lo social.


Una segunda, reprimir. Esto termina usualmente en choques que producen heridos y, evidentemente, muertos. Y, finalmente, hay otras que terminan en una negociación, pero desafortunadamente en gran parte de estos casos no se cumplen los compromisos.


Esa es la relación en términos generales, y aunque no podemos decir que el Estado sea siempre represor porque hay un margen de procesos que se solucionan de otras maneras, últimamente la intervención del ESMAD ha introducido un uso desmedido de la fuerza, a veces letal.


Yo creo que históricamente en Colombia, como en muchas partes del mundo, sobre todo a partir de la guerra fría la protesta fue estigmatizada y criminalizada porque se la tachaba como un instrumento de bandos antagónicos. Caído el muro de Berlín y ahora que estamos en este mundo unipolar, la protesta comenzó a asimilarse con el terrorismo. Por supuesto, todavía algunas mentes calenturientas y trasnochadas acuden a esta lógica. Hay gente que todavía vive en la guerra fría.

Seguimos pensando que las protestas están organizadas por un tal Foro de Sao Paulo. Claro, estos discursos sí sirven para montar un espectáculo de la militarización.


Desafortunadamente la criminalización y estigmatización han sido unas constantes y sirven principalmente para fines represores, si no, en otros casos, para legitimar cosas más graves como pasa, por ejemplo, con este señor que se hace llamar El Patriota y que está anunciando que va a dar de baja a quienes alteren el orden. Esas expresiones a uno le dan escalofríos.


Pares: Se ha hablado de la relación de este paro con lo que viene pasando en países como Haití, Chile, Argentina o Bolivia ¿Cómo ve usted esa lectura?


M.A: Realmente nunca hemos estado aislados de lo que pasa en el resto del mundo y especialmente en América Latina. De alguna forma el capitalismo nos ha globalizado y yo diría que desde el comienzo de los movimientos obreros y sindicales del siglo pasado esta conexión ha sido evidente. Y frente a lo que ha pasado recientemente, pues es claro que influye en los líderes y las bases sociales.


Sin duda hay un impacto, pero de ahí a deducir que lo que está sucediendo en Colombia es únicamente una réplica y que hay una serie de agentes internacionales que están concertando un gran levantamiento es absolutamente fantasioso, es pura guerra fría recalentada.


PARES: ¿Qué conecta la movilización latinoamericana reciente?


M.A: Yo diría que la conectan las raíces históricas. Ese pasado que nos une en identidades culturales y formas de dominación; el pasado colonial y una realidad, cada vez más evidente, que es la globalización capitalista con sus rasgos del consenso de Washington – el neoliberalismo-. Uno puede hablar también del patriarcado, de formaciones culturales racistas y, entonces, también de procesos de apertura democrática con endebles estructuras políticas. Nos hermanan esas problemáticas, sobre todo a países que hemos sido gobernados por las violencias.


Hay muchos temas que se experimentan en América Latina que tienen que ver con esa agenda de globalización neoliberal: la pérdida del salario real, el extractivismo, la desigualdad, el aumento de la concentración de la riqueza, la disminución de los índices de pobreza que va de la mano de la ampliación de la brecha social y, sobre todo, una cosa que están padeciendo en Chile y que también puede estar ocurriendo acá, que es la disminución y la reducción de la clase media. Esos son elementos habituales en las protestas latinoamericanas.


No obstante, yo insistiría en algo que seguramente no tiene que ver con esta pregunta, pero es importante recalcar: estas preocupaciones no están marcadas por el tal Foro de Sao Paulo. Esto es una cuestión que responde a las dinámicas de los pueblos. La idea de que unos señores se sentaron y decidieron qué iba a ocurrir en toda América Latina es una lectura trasnochada de la guerra fría.


PARES: ¿Usted cree que asistimos a una crisis de la representación política?


M.A: Creo que sí. Creo que nuestros Estados, y en particular el Estado Colombiano, dista de ser realmente un representante de la ciudadanía. También sé que Duque subió con la votación de la mayoría, eso no se puede negar. Pero no me refiero a eso sino a que en el fondo nuestro Estado no escucha suficientemente. Diría que eso no es un rasgo único de Duque, recordemos el mismo Santos con su famoso “ese tal paro no existe”.


Es claro que hay matices, pero generalmente el nuestro ha sido un Estado de espaldas a la gente: electoralmente se nutre con los votos y se plantean agendas, pero esto se cae en la práctica. Los partidos no cumplen su función de mediadores y muchas veces se convierten en redes clientelares. Eso va produciendo un gran desgaste en la representación. La gente no se siente representada.

Ahora, yo no quisiera dejar la impresión contraria de que los movimientos sociales son la respuesta a esa crisis de representación. Parcialmente sí, porque recogen las dinámicas de la gente, pero no se les puede pedir que sean partidos políticos.


Creo que en una democracia fuerte se necesitan partidos y movimientos sociales robustos. Creo que una democracia exige distintas formas de representación. Es sano que existan partidos y que los movimientos sociales tengan la posibilidad de existir y persistir sin ser estigmatizados o exterminados.


PARES: ¿Con qué mensaje le gustaría cerrar la entrevista?


M.A: Yo me uno a esta invitación a que salgamos masivamente este 21 de noviembre. Insisto, el éxito de las luchas sociales a mi juicio está en combinar tres elementos básicos: uno, un gran número de personas. Entre más seamos más impacto vamos a tener. Dos, reclamos que sean justos y comprensibles para la sociedad. Tres, los medios de protesta, que entre más incluyentes y menos confrontacionales sean, mejor.


Ojalá sea una jornada masiva y, además, carnavalesca y festiva, al mismo tiempo que de denuncia y reflexión, como debe ser.

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