Por: León Valencia, director – Pares
En estos días, en un grupo de chat que compartimos, el general en retiro Juan Salcedo Lora me escribió un pequeño requerimiento que contesté y quiero compartir con mis lectores.
Decía el general Salcedo Lora:
¨León fuiste con las armas en la mano y un día te vi pasar regresando de Cartagena después de botar unas armas al mar, León seguirás siendo, sin las armas. Te sentí callado durante los largos y tediosos ocho años, estuviste degustando buena mermelada, no lo tomes a mal, todos los medios fueron cooptados. Sobre Uribe no lo dudes, esos ocho años de su traicionero subalterno fueron de calvario jurídico, él está en su derecho de pelearla en los altos y bajos estrados judiciales: derecho inalienable, pero igual derecho tiene Andrés de aspirar a una segunda instancia ante una condena de excesivo sabor político. Tu abuelita -y el señor la tenga en su gloria- tenía toda la razón. Una crítica que se le hizo al gobierno cuando designó a Cuba y a Venezuela fue que no se debía poner a países que tuvieran intereses en los resultados que se buscaban. Error. Segundo error y más grave fue irse a Cuba casi cinco años a entregarles a las Farc todo cuanto pidieron, perdón todo cuanto impusieron. De nuevo se volvieron los ojos a Cuba con lo del ELN que ya nos había hecho ir, para después salir con chorro de babas. El ELN, allá está donde lo crearon, por eso las malas mañas y la falta de seriedad en los procesos intentados. Tu bien los conoces, porque la Corriente de Renovación Socialista si no se aparta de ellos a tiempo, estarías a esta hora en el Chocó, Nariño, Arauca o el Catatumbo, y a cambio de eso lo estás haciendo muy bien como analista en las medios, ganando buenos méritos sin exponerte a causas perdidas…¨
General Salcedo Lora un abrazo. Dice usted bien, mi vida ha sido mejor desde que me retiré del ELN y emprendí el camino de la paz. En los días angustiosos en que me debatía entre seguir por el sendero de las armas o buscar un rincón en la democracia para luchar por ideales que me son muy caros, llegué a una conclusión que ha guiado mis pasos a lo largo de treinta años: al juzgar una causa debes poner cuidado en los ideales que la amparan, pero debes poner más cuidado en los resultados.
Había llegado a la guerrilla de la mano de un obispo y de un grupo de sacerdotes humanistas que buscaban justicia y dignidad para los pobres, que hablaban de dar la vida por los desvalidos como lo había hecho Cristo, que me enseñaron la solidaridad y la entrega a los demás, una enorme razón para vivir y para luchar.
No tenía nada que reprocharle a esos ideales, no tengo nada que reprocharle a estos ideales, pero ocurrió que al abrazar las armas para conquistarlos, agregué más dolor a la injusticia y los frutos de la equidad, o de la dignidad, no aparecieron por ningún lado. Los ideales eran nobles, pero los resultados desastrosos. Así se lo he dicho después a todos los líderes de todas las guerrillas, así se lo he dicho a todos los dirigentes políticos y militares que han gobernado el país.
Más de ocho millones de víctimas, la inmensa mayoría civiles indefensos, son un saldo tan doloroso y tan deplorable que no hay causa que lo justifique, ni la de quienes impugnan el Estado, ni la de quienes lo defienden. No lo han hecho bien los que han estado del lado de la revolución; pero tampoco lo han hecho bien los que, del lado de la Constitución, han participado en este holocausto. El clamor de las víctimas nos iguala de manera triste y vergonzosa. Es la razón por la cual, además de firmar contra viento y marea un acuerdo de paz, he dedicado todos estos años a buscar una salida negociada y pacífica al conflicto armado.
Y vea usted general Salcedo, para mis labores de investigación, para mi escritura, he recurrido muy poco o nada al Estado. Quince días antes de que terminara el segundo mandato de Juan Manuel Santos fuí a visitarlo al Palacio de Nariño en compañía de Ariel Avila. Le dijimos que acudíamos a agradecerle el haber firmado el acuerdo con las FARC y a recordarle que en este aspecto lo habíamos acompañado incondicionalmente, que no habíamos firmado siquiera un convenio, uno solo, con su administración a lo largo de los dos mandatos, que los dineros para nuestro trabajo venían de la cooperación internacional, cosa increíble, porque el uribismo nos endilgaba todos los días contratos con su gobierno, pero de las injusticias en el debate público también sabemos mucho.
General Salcedo, se duele usted de los procesos judiciales que los tribunales colombianos adelantan contra el expresidente Uribe y de la injusta condena a Andrés Felipe Arias. Le digo una cosa, a mí no me gustaría que el expresidente Uribe terminara en una cárcel pagando una condena dictada por la justicia ordinaria. Creo que él tiene el derecho de acudir a la justicia transicional que se está abriendo paso en Colombia y que asume como principio básico conceder penas alternativas diferentes a la reclusión a cambio de la verdad. Es el camino que han tomado el general Mario Montoya Uribe y otros generales que lo acompañaron en su gobierno.
Pero esto requiere declinar la conciencia heroica, aceptar que en la guerra, a pesar de la justeza de los ideales, se producen resultados indeseables y dolorosos por los que debemos responder. Para el tiempo en que firmé el acuerdo de paz con el presidente Gaviria, la normatividad colombiana tenía entre sus recursos la amnistía y el indulto incondicionales, con una sola excepción: el secuestro. Nos sometimos a esas normas.
En mi caso fui beneficiario de la amnistìa, pero debo contarle que 25 de nuestros presos siguieron en las cárceles y pagaron sus condenas completas por secuestro, aceptamos a cabalidad, esas, que eran las reglas del momento. Hoy estamos en tiempos de justicia transicional con sus más y sus menos y creo que para el expresidente Uribe, para su familia y para el país sería mejor la aceptación de esta nueva realidad.
General Salcedo, el caso de Andrés Felipe Arias ha dado muchas vueltas. También tengo la percepción de que le aplicaron más años de los debidos por los graves delitos cometidos, pero a él lo juzgaron con arreglo a lo que era norma en el momento: un grupo grande de funcionarios del Estado tiene el privilegio de fueros y juicios a cargo del más alto tribunal de la justicia. Los juzgan los jueces más experimentados y probos, a cambio, sólo tienen una instancia. El resto de los ciudadanos están en manos de tribunales regionales y locales, y para protegerles sus derechos tienen la posibilidad de acudir a una segunda instancia.
Eso puede cambiar, más ahora en los tiempos del ¨Derecho Dúctil¨. Se podía inventar para los altos funcionarios, además de los fueros y los tribunales especiales, una segunda instancia. Pero es un poco forzado llegar a este punto a propósito de la condena a un funcionario que logró escapar de la justicia por un tiempo y que ha tenido los mejores abogados del país en su baranda.
General Salcedo, en este grupo al que asistí por amable invitación de Gilberto Castillo, a quien admiro y respeto, a veces hay conatos de discusión sobre las orillas ideológicas. Déjeme decirle que es muy cierto que me ubico en la margen izquierda. Pero también allí puedo diferenciar ideales y resultados. Ahora más que nunca prefiero que el Estado se encargue de los servicios esenciales de salud y educación y de áreas estratégicas para proteger los derechos de los ciudadanos, especialmente los más desvalidos; hago énfasis en la libertad, aunque no deploro el orden y el control social tan apreciados por la derecha; me gusta más la idea de redistribuir para crecer, que la de crecer para redistribuir; le apuesto más a la seguridad y la convivencia como frutos del consenso que de la coerción. Son diferencias importantes en el marco de la democracia, pero están lejos de la bipolaridad entre comunismo y capitalismo que vivimos a lo largo del siglo veinte.
Ahora bien, desde ideales de izquierda o desde ideales de derecha se pueden producir por igual resultados desastrosos. Compare usted general los gobiernos de Evo Morales y Rafael Correa con el de Nicolás Maduro y sabrá, si se atiene con imparcialidad a cifras económicas y sociales, que los dos primeros les dieron un salto hacia adelante a sus países, en cambio Maduro ha liderado una verdadera tragedia. Y vea lo que dejó Macri, tan ponderado por la derecha en la Argentina. Así son las cosas general, el árbol de la vida es verde.
Por último, general Salcedo échele un vistazo a la declaración del Grupo de Puebla. Una cofradía de expresidentes y políticos de América Latina que se identifican como progresistas. Son gente que ha gobernado y ha tenido tantos aciertos como errores. Ahora están de vuelta de muchas de sus ideas, se esfuerzan por mirar a la par los ideales y los resultados y quizá de ahí salga algo bueno. En China un gigante lejano que no es para nada un mundo ideal, ni para la izquierda ni para la derecha en Occidente, tienen una institución central del Estado a la que denominan: El Consejo Consultivo del Pueblo Chino. En ella agrupan a los ancianos que tuvieron grandes responsabilidades en las instituciones o a sabios de la nación. Quizá el Grupo de Puebla cumpla esta función en una región que necesita luces en estos tiempos de gran crisis.
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