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Fueron niƱos los que asesinaron a Miguel Uribe Turbay, a Jaramillo Ossa y a Pizarro

  • Foto del escritor: IvĆ”n Gallo - Coordinador de Comunicaciones
    IvƔn Gallo - Coordinador de Comunicaciones
  • hace 4 horas
  • 4 Min. de lectura

Por: IvƔn Gallo


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DespuĆ©s de dos meses luchando por su vida, Miguel Uribe Turbay murió este 11 de agosto en la clĆ­nica Santa FĆ©. Quien disparó contra el candidato del Centro DemocrĆ”tico fue un joven de 15 aƱos que fue neutralizado despuĆ©s del atentado. Alcanzaron a quitarle el arma y en este momento estĆ” detenido. Mientras estaba en el suelo, sujetado por policĆ­as, el muchacho gritaba lo siguiente: ā€œDĆ©jenme darle los nĆŗmeros. Pero si no me sueltan... DĆ©jenme darle los nĆŗmerosā€.


No es la primera vez que un menor de edad ataca y asesina a un candidato presidencial, de hecho el país vivió un momento muy oscuro entre 1989 y 1990. Este fue el recorrido.


Fue un muchacho que vivía en la calle a quien escogió John Jairo Alias Tascón, alias Pinina, sicario de confianza de Pablo Escobar, para que condujera un bus, robado previamente de la empresa de Acueducto y Alcantarillado de BogotÔ cargado con 500 kilos de dinamita, para hacerlo estrellar al frente de la sede principal del DAS. Pablo Escobar y sus socios tenían en la mira al director de esa entidad, el general Maza MÔrquez, y si tenían que volar un edificio entero lo harían. El saldo no pudo ser mÔs trÔgico: murieron 63 personas, algunos funcionarios, otros bogotanos que tuvieron la suerte de estar en el lugar y el momento equivocado. El crÔter que dejó fue de cuatro metros de profundidad por trece de diÔmetro. Quedaron arrasados 300 locales comerciales del sector de Paloquemado. Por la violencia del impacto algunos cuerpos fueron pulverizados. En ese momento, 6 de diciembre de 1989, ser colombiano era un acto de fe. Del muchacho que condujo el bus no quedó nada. Ni siquiera le pagaron el anticipo prometido.


Ese fue el aƱo en el que el Cartel de MedellĆ­n decidió declararle la guerra al Estado. La modalidad que usaron fue la de los suizos. AsĆ­ los puso el circulo de confianza de Escobar a todos esos ā€œpeladitos que no valĆ­an nadaā€ ā€œDesechables de comunaā€ que querĆ­an hacer cualquier cosa con tal de dejarles algo a su familia o de poder disfrutar, asĆ­ fuera por unos minutos, de unos Nike de Ćŗltima generación. De adolescentes estaban compuestos los ejĆ©rcitos formados por Pablo Escobar, sacados de los barrios mĆ”s pobres de MedellĆ­n.


A uno de esos pelados también lo engatusaron para hacer otro de los peores ataques que perpetró el Cartel de Medellín. El 27 de noviembre de 1989 un avión de Avianca haría la ruta BogotÔ-Cali. Se sabía que César Gaviria, quien había tomado la posta dejada por Luis Carlos GalÔn después del asesinato, se subiría a la aeronave. Por eso, Dandeny Muñoz, alias la Quica, encargado de hacer el operativo, le recomendó a un muchacho que acababa de conocer llevar un maletín, un portafolio, y abrirlo cuando el avión hubiera despegado. A cambio le pagaría un montón de billetes. César Gaviria nunca se montó al avión pero la orden no fue reversada. El avión explotó sobre el cielo de Soacha. Murieron 110 colombianos.

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Andrés Arturo Gutierrez tenía 21 años cuando mató en el aeropuerto el Dorado a Bernardo Jaramillo Ossa. Trabajaba en una fÔbrica para hacer la tiza con la que se les saca punta a los palos de billar. Le pagaban una miseria y llegaba a su casa en Medellín con las manos reventadas. Un amigo de toda la vida, llamado Yerry, fue quien le hizo una oferta de trabajo que le cambiaría la vida. Le dio una foto de Bernardo Jaramillo y le dijo que ese era el señor que tenía que matar. Gutiérrez, en su ignorancia, no sabía que ese hombre de bigote y con aire bonachón era candidato presidencial de la UP, una fuerza política que estaba siendo exterminada por los escuadrones de la muerte. Igual no importaba quien fuera. Había que hacer la operación.


La realizó en la sala de espera del aeropuerto El Dorado. A pesar del poderoso esquema de seguridad y que dos agentes del DAS habĆ­an estado dos horas antes en el aeropuerto para reportar que ā€œtodo estaba normalā€ el detector de metales para pasar a la sala de espera, no funcionaba. Por eso GutiĆ©rrez pudo ingresar la pistola que descargó sobre Jaramillo Ossa. Herido, el lĆ­der de la UP intentó pararse pero resbaló despuĆ©s sobre su propia sangre. Mariella, el amor de su vida, alcanzó a escucharlo decir ā€œme mataron mi amor, me mataron estos hijueputasā€. Jaramillo llegó sin signos vitales a un hospital en Kennedy. GutiĆ©rrez, una vez disparó, alcanzó a tirarse al piso y a suplicar por su vida. Llegó herido a la clĆ­nica y se repuso. Regresó a MedellĆ­n y dos aƱos despuĆ©s fue abaleado junto con su papĆ” mientras salĆ­an de un parqueadero. Los verdaderos asesinos de Jaramillo Ossa no querĆ­an dejar rastro.

Yerry tenía otra misión. Matar a Pizarro. El candidato presidencial por el M-19 abordó un avión BogotÔ-Barranquila. El verdadero nombre de Yerry era el de GermÔn Gutiérrez Uribe. Cuando el avión llevaba 15 minutos de vuelo, el joven sicario se levantó al baño, sacó una Mini-Ingram 380 y le pegó 13 balas en el cuerpo y la cabeza del ex comandante del M-19. Los miembros del DAS que formaban parte del cuerpo de seguridad de Pizarro le dispararon a Yerry sin mediar palabra. No quedaron testigos.


Los suizos fueron uno de los capítulos mÔs oscuros de la guerra del Cartel de Medellín contra el Estado colombiano y mostró hasta qué punto se degradó. La vida no valía nada.

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La historia se repite y, después de este 11 de agosto, cuando Miguel Uribe perdió la lucha con la muerte, se necesitan políticas que eviten que este loop de violencia se siga extendiendo.


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