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Eternamente Pablo

Por: Guillermo Segovia

Politólogo, abogado y periodista


En los inicios de la Revolución Cubana, el joven Pablo Milanés incursionaba con entusiasmo en la corriente del Filin, esa manera muy propia de hacer canción sentimental y poética, emparentada con el bolero, escudriñando formas para aportar en la música al tránsito que vivía la sociedad, conservando la riqueza de sus raíces. Simpatizaba con “Los barbudos” pero, desde el comienzo, por su forma de su ser franca y rebelde, hizo públicas sus críticas sobre la progresiva imposición ideológica y represiva que se inmiscuyó hasta en las letras de las canciones y en los ritmos admitidos en la cruzada “anti yanqui”.


Pablo, con Mis 22 años y Tu, mi desengaño, a mediados de los 60, se colocaba a la vanguardia de la canción romántica con trazas trovadorescas, influencias del barroco y el renacentismo y lograba el reconocimiento entre los cultores de la canción elegante, amadrinado por Aida Diestro, Marta Valdéz y Miryam Ramos. A la vez que sus críticas y cuestionamientos públicos a sectores del poder, por las imposiciones y la intolerancia, le cobraron factura. Convocado a cumplir el servicio militar patriótico fue conducido a un campo de reeducación para corregir sus “desviaciones”.


El maltrato a Milanés fue un error, como tantos que cometió y comete la dirigencia de la Revolución Cubana, intentando ayer, sosteniendo hoy, una alternativa para América Latina y El Caribe, acechada siempre por los zarpazos imperiales y en una difícil lucha por ser auténtica, pero atada a intransigencias anacrónicas, frente a una realidad que exige reformas y apertura. Pablo se escapó del “correccional”, que, ante las denuncias, el gobierno trataba de hacer presentable, reduciendo, por ejemplo, la altura de las alambradas de púas de 23 a 14 líneas (pelos), lo que le dio pie para componer 14 pelos y un día me separan de mi amada. Al final, no sin pasar otros malos momentos, quedó libre.


Junto con varios talentosos noveles compositores inspirados en la efervescencia revolucionaria, hizo parte del disruptivo Grupo de Experimentación Sonora del Instituto Cubano de Artes e Industria Cinematográfica (Gesi-Icaic), creado para componer bandas sonoras del naciente nuevo cine y explorar sonoridades. Con esa base, en noviembre de 1972, con Milanés, Silvio Rodríguez y Noel Nicolá, como insignias, surgió la Nueva Trova Cubana, que bebió en el agua de la trova tradicional, de comienzos de siglo, para decir lo que inspiraba un acontecimiento como la Revolución. Justo en el cincuenta aniversario de ese alumbramiento, Pablo Milanés dejó de existir físicamente.


Más de 50 años de carrera artística e igual número de trabajo discográficos publicados, escenarios repletos y delirantes por toda América Latina y El Caribe, España y otros lugares, temas profundos que en voz alta dijeron en bellas composiciones sus reflexiones sobre la soledad, la muerte, el tiempo, los años, la vejez, la juventud, el amor, el desamor, las humedades, las luchas, las esperanzas y la patria. En los inicios cantó a los poetas, a Martí y a Guillén, de quien creo con Canción una página sublime. Ya ves, Para vivir, Yolanda, El breve espacio, El tiempo, El implacable, El que pasó, Proposiciones, son entre muchas, canciones de obligada recordación entre bohemios, amantes y enamorados.


Parte de su discografía estuvo dedicada al bolero y al rescate de la tradición con tres volúmenes de Años interpretados en compañía de connotados ejecutantes de las cuerdas y la música tradicional, como Luis Peña, “El albino”, Octavio Sánchez, “Cotán” y “Compay Segundo” (Francisco Repilado), con quien hizo la primera versión del mundialmente famoso son Chan Chan. Con Armando Garzón hizo la segunda voz para que brillara “el jilguero de la voz de terciopelo” con celebrados temas de antaño. En Venezuela, con la folclorista Lilia Vera realizó un hermoso homenaje a la canción vernácula. Reivindicó a los músicos tradicionales opacados por las nuevas generaciones, mucho antes del impacto comercial de Buena Vista Social Club.

Con el canario Caco Senante versionó preciosos boleros y con el boricua Andy Montañez se dieron gusto cantando, soneando y salseando. En Brasil, son inolvidables sus conciertos con Caetano Velozo, Chico Buarque y Elsa Ramalho, como en Buenos Aires con Silvio, Mercedes Sosa y otros cantores. En Santiago cumplió la promesa de pisar “las calles nuevamente”. Bogotá vivió un hermoso concierto suyo en compañía de Piero, registrado en grabación producida por el pastuso Javier Martínez Maya. Querido Pablo de 1995 y Pablo Querido de 2005, compilan versiones de una pléyade de artistas iberoamericanos entusiastas de sus letras y amistad, con presentación, este último, de Gabriel García Márquez: “Este disco es una casa sin puertas ni ventanas…”.


Su rítmica y melodía, permitieron que canciones tristes se convirtieran en varios éxitos salseros interpretados por las mejores agrupaciones del género, como la Sonora Ponceña y el Gran Combo de Puerto Rico. Con el magistral “Chucho” Valdéz en el piano y temas íntimos, grabó Más allá de todo, producido en su propio estudio en La Habana, una de las ventajas que permitió por un tiempo la concesión del gobierno a algunos músicos de cierta autonomía a través de fundaciones. En los teatros Mella y Carlos Marx de La Habana, un público emocionado acompañó los conciertos con sus hijas Lynn y Haydée, que brillan con luz propia. Su último trabajo en estudio fue una selección de estándar del jazz.


La rebeldía de Pablo era conocida en Cuba, él se calificaba liberal para decir lo que pensaba y lo que no le gustaba pero siempre reivindicó la Revolución como una ruptura histórica en busca de justicia. De tanto en tanto fustigaba a la dirigencia, por poco diligente, y, en los últimos años, dio respaldo a manifestaciones de inconformidad después de tantos años de resistencia. No obstante, con Fidel Castro mantuvo una relación de admiración por la que, al llamado de este, o en los que se hacían en su honor, siempre estuvo en la tarima, “si el poeta eres tú, qué puedo yo cantarte comandante”. Fidelidad, motivo del famoso impasse con Rubén Blades, al que calificó de oportunista cuando le increpó por su respaldo a Castro, y de la bronca no curada con la pequeña Habana miamense.


Los últimos años de vida de Pablo Milanés fueron dolorosos por un cáncer prolongado que lo llevó a vivir a España, donde tuvo muchos amigos y admiradores, giras y trabajos con Joan Manuel Serrat, Ana Belén, Víctor Manuel y Miguel Ríos. En medio de la enfermedad, el arañazo cruel de la tristeza vino con la muerte, en enero de este año, de su hija Suylén, música y gestora cultural de 50 años, por un accidente cerebro vascular. En julio, en el multitudinario y estorbado concierto “Mi Habana”, se despidió: Amo esta isla soy del caribe y Yo me quedo. A su pena se agregó el deceso, en agosto, por trombosis pulmonar, del esposo de Suylén, Camilo Guevara March, hijo del Comandante de la Revolución Ernesto Guevara de la Serna, “El Che”, a quien Pablo dedicara, Un homenaje para tu ausencia, lo llenas todo con tu presencia.


El 22 de noviembre se cumplió la cita y sentencia que Milanés había anunciado en Renacimiento, un precioso álbum publicado en 2013 con líricas trascendentes de corte de cuentas con la existencia y reivindicaciones al manantial inagotable de la música cubana en todos sus géneros: “Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz! ¡Vida, estamos en paz!”.


 

*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido autora y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación al respecto.

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