La historia republicana de Colombia ha sido la de abrir espacios de participación política a punta de guerras. Pareciera que la democracia colombiana siempre va a necesitar sangre. Hace muchos años, no podían votar; ni negros e indígenas, tampoco las mujeres, mucho menos los pobres, pues solo votaban los que sabían leer, escribir, eran blancos y tenían propiedades. El voto de la mujer llegó solo hasta la segunda mitad del siglo XX, después del famoso periodo de la violencia. Y desde los años 50 pareciera que ser de izquierda en este país es como tener un punto de tiro al blanco en la frente.
Cada guerra y conflicto armado ha dejado una constitución nueva o al menos una reforma. Y siempre cada reforma ha sido la puerta abierta a una nueva guerra o confrontación militar. El proceso de paz con las FARC tenía como objetivo mitigar o acabar con las causas estructurales del conflicto. Entre ellas el tema de exclusión de la participación política de minorías y fuerzas alternativa. Más de 4 mil militantes de la UP asesinados, centenares de sindicalistas masacrados, poco más de mil concejales, diputados ,alcaldes y gobernadores, secuestrados, asesinados o con un atentado encima en las últimas 3 décadas. Todo esto muestra lo cerrado, excluyente y violento de nuestro sistema político.
El acuerdo de paz de La Habana contempla, como uno de sus puntos en materia de participación política, no solo un estatuto de la oposición, sino sobre todo, una reforma al sistema de partidos y de representación que garantice la inclusión de sectores históricamente excluidos del sistema político colombiano y garantice la ampliación de los espacios para la participación en política, una vez más, como en la constitución política de 1991 la promesa está fundada en la ¡apertura democrática!
Hace algunos días se presentó ante el Congreso de la Republica el acto legislativo. “Por medio del cual se reforma el Artículo 108 de la Constitución Política”. La propuesta parece bastante buena al mirarla de forma general: crea un sistema progresivo de derechos para partidos y movimientos políticos, permite la creación de un partido o movimiento político con el 0.3% del censo electoral nacional y solo se adquieren la totalidad de derechos cuando se supera el umbral.
Sin embargo, en uno de sus párrafos dice lo siguiente: “Los movimientos políticos tendrán derecho a postulación de candidatos en las circunscripciones en las que haya demostrado un número mínimo de afiliados del 1,5% del respectivo censo electoral y gozarán de los demás derechos que señale la ley”.
Es decir, que si un colectivo político o persona quiere aspirar a la presidencia, deberá tener más de 500 mil afiliados para poderse postular, algo imposible. El PSOE español, un partido de más de 100 años, a duras penas tiene cerca de 200.00 afiliados.
Claro, la posibilidad de recoger firmas o crear movimientos de número significativo de ciudadanos o lo que popularmente se llaman partidos por firmas, sigue existiendo. Sin embargo, en la vida real esta opción es complicada, ya que las pólizas para que los bancos presten plata e incluso o incluso para que abran una cuenta bancaria son casi imposibles. Por ello la reforma al artículo 108 era clave. Pero el requisito del 1,5% deja la reforma prácticamente muerta.
Después de varias consultas hay dos versiones sobre la entrada del párrafo antes mencionado. La primera es que falta aclarar que para el tema nacional de Presidencia y listas al Congreso el 1.5% del censo electoral no es requisito, solo aplica a circunscripciones pequeñas como municipios e incluso gobernaciones. La otra versión se llama miedo y pánico de las élites tradicionales de este país, que no solo han utilizado la violencia como método de competencia política sino que además utilizan todo tipo de argucias para oponerse a la llegada de nuevos competidores, es decir, de apertura muy poco.
La aprobación de este párrafo no significa otra cosa que enterrar candidaturas como las de Gustavo Petro, Sergio Fajardo, Incluso la de Clara López que ahora está por fuera del polo, también la de Ordoñez por ejemplo. Es decir, en lugar de avanzar lo que quieren algunos sectores políticos es retroceder.
Señores de las élites tradicionales y viejo políticos que siempre han gobernado, les digo que la democracia y los cargos de elección popular se ganan en las urnas y no matando gente o inventándose leguleyadas y estrategias de exclusión política. Ese miedo a la democracia que los lleva a inflar candidatos en encuestas para causar pánico en la sociedad o esos cambios en las leyes a última hora no son la estrategia adecuada para mejorar la democracia en este país.
Columna de opinión publicada en Semana.com
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