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  • Foto del escritorRedacción Pares

«En Colombia hay una guerra contra la educación pública»

Por: Carlos Castelblanco Pinedo – Redacción Pares


“Colombia se ha movido con la idea de que uno va al colegio y le transmiten datos, llena cajoncitos. Ese concepto hay que sustituirlo por el de enseñar a pensar. En nuestro país no lo hemos logrado, y no por culpa de los maestros, sino por un Estado que no invierte en sus maestros, que estigmatiza a sus maestros, que no entrega textos y no hace cambios curriculares. Lo que tenemos es un Estado que abandona la educación y en los últimos 20 años no ha habido ningún avance en calidad educativa.”


Pares habló con Julián de Zubiría Samper, Magíster Honoris Causa en Desarrollo Intelectual y Educación de la Universidad Católica del Ecuador. Economista de la Universidad Nacional e investigador pedagógico. Ha sido Consultor del Ministerio de Educación y Cultura del Ecuador, de la Universidad del Parlamento Andino y del Convenio Andrés Bello.


Profesor de maestrías en México, Chile, Ecuador y Colombia y de cursos postdoctorales en Universidades de Venezuela.


Miembro fundador y director desde 1991 de la innovación pedagógica del Instituto Alberto Merani en Bogotá, en la cual se creó y validó la Pedagogía Dialogante.


Varios de sus libros son usados como textos en quince países de América Latina; en especial en Perú, Ecuador, México y Venezuela. Su obra más divulgada es “Los modelos pedagógicos”.

Ha investigado y publicado diversos libros y ensayos sobre las temáticas del desarrollo del talento, los fundamentos del currículo, la investigación en educación, las competencias argumentativas, las teorías de la inteligencia y los diversos modelos pedagógicos.


Pares: ¿De qué manera el conflicto armado en Colombia ha penetrado en la cultura, en la forma de ser de nosotros como pueblo?


Julián de Zubiría Samper: En 2009 se firmaron unos acuerdos, pero hay que diferenciar estos acuerdos de la paz; la paz implicaría múltiples tipos de procesos y quisiera enfatizar en uno en particular, el cambio cultural.


Colombia heredó una cultura de las mafias del narcotráfico y de la guerra. Es, como la denominó Antanas Mockus, la cultura del atajo; hace creer al que evade impuestos o irrespeta una fila que es más inteligente, y sí, se siente más inteligente porque ‘tumbó’ al Estado y al hacerlo le quitó la educación y la salud a los sectores más desfavorecidos.


Esa cultura se expresa en frases tales como cuando alguien ve un muerto en la calle y dice “quién sabe qué debía” o “quién sabe en qué andaba”. Esas expresiones convalidan la muerte, el asesinato.

O cuando en los medios de comunicación, para referirse a un asesinato, lo llaman ‘falso positivo’; eso es equivocado porque conceptualmente es una denominación que disminuye la gravedad de lo que pasó, en realidad es el asesinato por parte de un miembro de la fuerza pública contra un ciudadano indefenso y totalmente desligado del conflicto y lo hacen ver como otra cosa.


En la educación también hay miles de expresiones que nos muestran cómo la guerra permeó toda la cultura; usamos nombres como ‘concentración escolar’, ‘mortalidad académica’, ‘carga académica’ con esto lo que quiero señalar es que el problema de la guerra no es solo el enfrentamiento entre un ejército irregular y uno regular, es más complejo, porque permeó íntegra toda la cultura, por eso hay gente que habla de buenos muertos y que está bien matar a cierto tipo de personas.



Pares: ¿Se refiere concretamente a algunos mensajes publicados en redes sociales por el expresidente Álvaro Uribe?


J.dZ.S: El Centro Democrático, no solo el expresidente Uribe, ha sido un factor polarizador, generador de odio. En el paro más complejo de los últimos años aparece un mensaje diciendo que el presidente Duque no debe ir a la Minga, que no se reúna con los indígenas, sino que más bien deje bloqueada esa vía y fortalezca un paso alterno.


Luego sale a decir que es preferible una masacre a negociar con terroristas; no, eso es una irresponsabilidad descomunal. Pero no lo miremos únicamente a él, hay que mirar la cultura, es decir, por qué esas expresiones tienen tanto apoyo, eso habla muy mal del país; habla de un país que no ha logrado salir del odio que generan las guerras, de la desconfianza que generan las guerras.

Pares: ¿Cómo se ha fracturado esa convivencia y qué papel puede desempeñar la educación en un proceso, que podríamos llamar, de sanación social?



J.dZ.S: Por ejemplo, los colombianos creemos muy poco en las instituciones, pero a mí me ha interesado especialmente el tema de la juventud y en ellos el asunto es mucho más grave.

Los estudios nos muestran que los jóvenes confían solo en cuatro (4) de cada 100 personas que conocen: papá, mamá, un hermano, una tía o el abuelo, nadie más.

«Pese a que la Ley General de Educación estableció desde 1994, tres años de atención obligatoria a los menores, hoy tan solo el 55% de los niños y niñas del país están matriculados en transición. El Estado, una y otra vez, ha violado lo establecido en la Ley.» Foto: Pares

No confían en los vecinos, en la sociedad. Y esto es producto de la guerra que ha roto el tejido social, los lazos de confianza porque en la guerra, por definición yo tengo que desconfiar de todos para subsistir y ahí es donde entra la educación, porque es ella quien va a restablecer ese tejido social, quien va a fortalecer esa confianza, es a través de la educación que elevamos los niveles de empatía que permite que me ponga en el lugar del otro.


La educación es la encargada de fortalecer la confianza y la tolerancia, es decir, que yo entienda que los seres humanos tenemos ideologías distintas, deseos distintos, formas distintas de amarnos.

Pares: ¿Y ese proceso de cambio se construye en la escuela, en el aula?


J.dZ.S: Ahí el punto clave es entender que no solo se educa en un colegio. Cuando un expresidente dice, con cuatro millones 800 mil seguidores en una red social, que esto va para una masacre, él está educando, es decir, mal educando.


Cuando él dice que hay buenos muertos está mal educando, está llevando unos mensajes a la gente. Los medios de comunicación también educan, la clase política educa, los jueces educan; entonces qué ven los jóvenes, ven una clase política muy ligada y a unos jueces muy ligados a la corrupción, por lo tanto el proceso de educación no solo se da en un salón de clase, sino en un noticiero o en una sentencia de un juez también.


Entonces, cuando le preguntan a un joven de 15 años ¿para salir adelante pasaría por encima de otro? en zonas de conflicto uno de cada dos dijo que sí, que lo haría, y cuando les pregunta por qué, estos muchachos dicen que eso es lo que han visto.


Es decir, la cultura adopta esa idea del ascenso rápido y a costa de lo que sea, como la mafia y la guerra.


Pares: ¿Quiénes han sacado ventaja de ese desajuste cultural y educativo que hay en Colombia?


J.dZ.S: Eso lo han aprovechado algunos partidos políticos para sacar ganancia, desde esa cultura se instalan y le hablan a la gente, es decir, han convertido el odio en votos y eso es lo que promueven.

Además, cuando venimos de una guerra tan larga y tan dolorosa promover el odio es fácil porque quedan heridas. A esos dirigentes les ha faltado visión de futuro, esa clase política piensa en las próximas elecciones, pero no en las próximas generaciones.

«El Plan Nacional de Desarrollo menciona que de cada cien estudiantes que se matriculan en el primer grado, tan solo 44 logran graduarse del colegio, pero no se hace la pregunta más importante: ¿por qué sucede esto? ¿por qué el sistema no logra retenerlos?» Foto: Pares

Y los educadores también tenemos que pensar qué va a pasar con las próximas generaciones, se requiere un cambio cultural en donde la educación llegue a acuerdos con la clase política para construir, para no promover el odio, para no estigmatizar.


Por ejemplo, los maestros en Colombia están totalmente estigmatizados: que adoctrinan, que son guerrilleros; ningún país ha salido adelante con este discurso, ni uno solo existe en la historia humana que haya salido adelante sin apoyar la educación, sin invertir en la educación, formando mejores maestros. Pero en nuestro país hay un ‘discursito’ contra la educación