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Foto del escritorLeón Valencia

El papayazo que la izquierda no quiere aprovechar



El país sigue arrojando hechos favorables a la izquierda, pero la izquierda no se da por aludida, no se mueve, no se sacude. Es una verdadera lástima. Está desperdiciando una oportunidad fabulosa para meterse en serio a la contienda presidencial.

Óscar Iván Zuluaga no despega, parece como si no existiera. Tanto que en la encuesta de Cifras y Conceptos aparece por debajo de Enrique Peñalosa, que aún no ha sido proclamado candidato. Es muy probable entonces que uno de los temas de la reunión entre Uribe y Pastrana hubiese sido la búsqueda de un candidato viable, quizás alguien del Partido Conservador para jugar a dos bandas: salir de Zuluaga y dividir al conservatismo para restarle fuerzas a Santos.

Pero esta maniobra no es fácil. Un personaje de renombre, un Luis Alberto Moreno, por ejemplo, difícilmente se mete a última hora en una campaña para correr el riesgo de quemarse. Tampoco es sencillo bajar del bus a Óscar Iván Zuluaga después de haber sido proclamado con bombos y platillos en una tortuosa convención. Ahí está la primera circunstancia favorable para la izquierda. Un candidato unitario con arrastre en la opinión pública tiene todas las posibilidades de situarse rápidamente en el segundo lugar de la competencia. Pero este no es el único hecho favorable. Hay más. El avance de Santos en las encuestas es lento, la intención de voto a su favor es aún baja y ya estamos a cuatro meses de las elecciones, de ahí que la pretensión de ganar en primera vuelta no está cuajando. La izquierda podría forzar una segunda vuelta y por primera vez competir con opción por el sillón presidencial. También ocurre que la única persona en dificultades en el uribismo no es Óscar Iván Zuluaga. El propio Uribe está sufriendo en las plazas públicas ante el asedio de manifestantes que lo rechiflan o le tiran tomates, como sucedió en Tunja y en Soacha. Le reclaman airadamente las violaciones de los derechos humanos o las decisiones económicas onerosas para el campo que su gobierno acometió. Se ha roto el encanto y Uribe corre el riesgo de convertirse en un político en decadencia al que mucha gente le falta al respeto. Y, para completar el ambiente, el Tribunal de Cundinamarca acaba de suspender la destitución de Petro y en consecuencia se abre paso la revocatoria y el alcalde de Bogotá tiene todo para lanzarse al ruedo electoral en una batalla política en la que fungirá como víctima de una conspiración de la derecha. Esto, sin duda, fortalecerá las alternativas electorales de la izquierda del país. No puede haber mejor escenario. Santos ni deslumbra ni avasalla y Uribe, al parecer, ha entrado en un túnel oscuro. Pero la indefinición de la Alianza Verde, el estancamiento de la candidatura de Clara López y la dispersión en tres posibles opciones presidenciales de las izquierdas no permiten capitalizar el momento. Se necesita un verdadero revolcón de esta corriente política. Lo mejor, el gran hit, sería que el Polo, la Unión Patriótica, la Alianza Verde y la amplia gama de independientes se unieran para proclamar un solo candidato y ese pacto, solo ese pacto, ameritaría aguardar a las elecciones parlamentarias y realizar allí una consulta popular para escoger la fórmula presidencial. El escenario es improbable porque los líderes del Polo y de la Unión Patriótica se niegan a meterse en este proceso con el argumento –ya fuera de lugar– de que Peñalosa ni es de izquierda ni garantiza una verdadera independencia tanto de Uribe como de Santos. En estas condiciones, la Alianza Verde debería emprender inmediatamente una fuga hacia adelante para aprovechar el papayazo que le está ofreciendo la coyuntura. Tendría que presentarle al país la candidatura de Enrique Peñalosa, un programa de paz y de reformas profundas y unas reglas de juego tajantes y claras, para que en ninguna circunstancia este proyecto resulte al final en manos de Santos o de Uribe. Creo que Enrique Peñalosa entiende que las circunstancias lo han ubicado al lado de la izquierda y así lo ha dejado ver en las últimas semanas. Ha hecho a un lado las referencias negativas sobre Gustavo Petro y está concentrado en los temas nacionales y en la promoción de la lista encabezada por Navarro al Senado. Sabe que sería una gran estupidez permitir que se le arrimara el uribismo con los síntomas de decadencia que experimenta.

Columna de opinión publicada en Revista Semana



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