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El Nogal: lo absurdo es haber negado el conflicto

Por: León Valencia, director – Pares


Todo el mundo se le vino encima a la magistrada Stella Conto ponente de la sentencia en la que el Consejo de Estado condena a la nación por el grave y ominoso atentado de las FARC al club El Nogal en febrero de 2003. ¡Absurdo! Fue la palabra más utilizada por los periodistas y los líderes políticos. Hasta el presidente Duque se fue lanza en ristre contra el alto tribunal y señaló de incongruente el fallo.

Es muy probable que, si hicieran una encuesta sobre la sentencia, la inmensa mayoría de los encuestados estuvieran en desacuerdo con la magistrada Conto y, en cambio, aprobaran las apasionadas voces que se han oído contra el fallo. En la superficie de este doloroso acontecimiento está la agresión de una guerrilla que despierta una gran animadversión en la ciudadanía y el clamor de los familiares de 36 personas muertas y doscientas heridas por el estallido del criminal artefacto.

Pero en el fondo de los hechos está una decisión de un gobierno, una extraña visión de un presidente, que negaba el conflicto armado del país y por eso no tenía en cuenta las disposiciones del Derecho Internacional Humanitario y no se detenía a pensar en separar y proteger a la población civil en los escenarios de la confrontación.

Era en todo caso una posición contradictoria de un presidente que en algunos casos le daba la espalda a la realidad negando el conflicto, pero en otros casos arremetía de manera temeraria contra la crudeza de ese litigio armado.  

Uribe, como pocos, le había visto la cara a la guerra en su desempeño como gobernador de Antioquía, cuando Medellín y el departamento ardían en los fuegos cruzados de las guerrillas, las Fuerzas Militares y los paramilitares; y se la vio en la amargura de su posesión cuando un comando guerrillero activó una carga explosiva que fue a dar un alero del capitolio nacional. Al poco tiempo decretó el “Estado de conmoción interior” que reconocía en toda su magnitud la gravedad de la situación.

No era para menos. Las FARC tenían en Cundinamarca, alrededor de Bogotá, 11 frentes guerrilleros y uno de ellos, el Antonio Nariño, en la propia Capital. La guerrilla estaba envalentonada y dispuesta a hacer sentir el peso de su accionar armado en el corazón del país, por eso acometió esta acción que ahora, después de haber firmado al Acuerdo de Paz, ya en la vida civil, califican como uno de los más grandes errores.

La magistrada Stella Conto deja ver todo este fondo en su fallo. Dice que el gobierno sabía de las amenazas que acechaban al Club el Nogal y no tomó precauciones para conjurar esos riesgos y, además, los agravó utilizando las instalaciones del Club para diversas actividades de funcionarios que tenían que ver de manera directa con el conflicto armado como el Ministro del Interior y la Ministra de Defensa. Es así de simple. Es así de absurdo. Haciendo caso omiso de que estábamos en un conflicto armado se transgredieron todas y cada una de las normas del Derecho Internacional Humanitario y se arriesgo de manera irresponsable a la población civil.

Algunos comentaristas para mostrar lo absurdo de la sentencia acudieron a la comparación entre el atentado en pleno centro de Nueva York contra las Torres Gemelas y lo acaecido en el Club el Nogal. La comparación cojea por todos los lados. Aquella sí fue una sorpresa en toda la línea, un hecho tan insólito que aún deja atónitos a los analistas. Estados Unidos estaba en todas las guerras del mundo, pero en su patio no había conflicto interno ni conmoción interior.

Las alusiones a la responsabilidad de las FARC y del propio Club el Nogal abundaron. Tienen toda la razón quienes ponen de primera a la guerrilla, eso ya lo saben las propias FARC, que se aprestan a un largo calvario en la Justicia Especial para la Paz. Pero eso no exime al Estado de sus responsabilidades.

Fallos como este, debates como este, abundarán el futuro próximo si el país decide ponerle la cara a la verdad. Quienes tomaron decisiones en el Estado pensando que la historia no examinaría sus absurdos se equivocaron de cabo a rabo. Todos esos fantasmas los perseguirán hasta la tumba.


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