Por: Juan José Cortés (asistente de investigación) y María José Parra (colaboradora) Línea de Investigación de Democracia y Gobernabilidad – Pares
La introducción a una clase de historia política colombiana debería tener, como tesis transversal, que el poder político en su etapa republicana nunca ha caído fuera del espectro ideológico de la derecha. Distintas colectividades, de colores diversos —pero de la misma gama—, han sostenido históricamente el poder nacional sin mayores complicaciones.
Aun con esto, el momentum político y social que atraviesa el país, sumado a una transformación, quizá sin precedentes, del electorado, puede ser un buen terreno para lo que sería el debut de un gobierno de izquierda. Esto en medio de un contexto que desde la Fundación Paz & Reconciliación (Pares) se ha definido como el “posuribismo”.
El principal representante de esta opción de oxigenación política, al menos en las encuestas para elección presidencial, es el Pacto Histórico, conformado de manera preliminar por la Colombia Humana, el Polo Democrático Alternativo, el MAIS y el partido Comunes, aglutinados alrededor del líder natural de la oposición al Gobierno de Iván Duque, Gustavo Petro.
Según una encuesta liderada por Invamer, en asociación con Caracol y Blu Radio, esta transformación en la afinidad ideológica se traduce en un electorado que empieza a reconocerse cada vez menos de derecha. En un lapso de 5 meses, la afinidad política de votantes por la izquierda aumentó en prácticamente 6 puntos porcentuales, casi la misma proporción en la que cayó la afinidad por la derecha.
Esto puede tener varias explicaciones:
Por un lado, un crecimiento del voto castigo, que nace de un Gobierno que no parece haber encontrado un rumbo claro a casi un año de su salida y cuya lánguida gobernabilidad se refleja en tres reformas obstruidas en menos de un mes.
Una “juvenalización” del electorado participativo (activo políticamente) que lleva una temporada larga de socialización en el marco de la movilización social y que quiere cambios.
Una debilidad discursiva y propositiva de lo que muchos se niegan a reconocer como el “centro” político.
Con este panorama externo (aparentemente a favor), un análisis útil parece deber concentrarse en los factores intrínsecos de este sector del mundo político que pueden convertirse en su propia piedra en el zapato, y que pasan por asuntos de cohesión interna de los partidos, protagonismos individuales y estrategias de captura de votos de otros sectores (o su ausencia). Este análisis, que contará con varias entregas, consta de un repaso por cada una de las colectividades que conforman este sector de la vida política bajo la pregunta: ¿es este el momentum de la izquierda?
A partir de entrevistas y análisis realizados por la Línea de Investigación de Democracia y Gobernabilidad de Pares, en esta primera entrega se analiza uno de los partidos que generan mayores tensiones y que no cuenta con tantos votos, pero que se hace necesario: el partido Comunes.
Partido Comunes: grietas internas y desinterés en la carrera por el voto
Con la creación del Partido FARC (Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común), en el año 2017, se dio paso al proceso de implementación de uno de los puntos del Acuerdo Final para la Paz (AFP), firmado en 2016 entre las FARC-EP y el Gobierno nacional. Por lo tanto, el partido FARC empezó a ocupar 10 curules (5 en cada Cámara) durante dos periodos legislativos (2018-2026) en los cuales el Estado colombiano se comprometería a garantizar la implementación de los acuerdos y la existencia de condiciones de seguridad para quienes participarían en la vida política como resultado del AFP.
No obstante, el proceso de reincorporación política de dicha colectividad se ha visto marcado por multitud de vicisitudes que comprenden tanto elementos de cohesión interna como circunstancias externas que, a manera de hipótesis, dificultarían su mantenimiento como partido una vez su permanencia en la vida política dependa de los resultados obtenidos en las contiendas electorales. Aunque, cabe resaltar, el senador Julián Gallo Cubillos no coincide con esta idea, según una entrevista realizada por Pares.
Sobre las tensiones existentes dentro del partido, es importante mencionar, como es conocido públicamente, que algunos de los actores del proceso de negociación política dentro del AFP firmado en 2016 decidieron desistir de la vía institucional y retornar a las armas. Los nombres principales: Iván Márquez y Jesús Santrich, quienes en 2019 decidieron regresar a la lucha armada como disidencias de las extintas FARC.
Posterior a esto, ocurren una serie de procesos de conflictividad interna en términos organizativos y de jerarquización en la colectividad política. Como prueba de esta estructura interna debilitada, hacia finales de febrero pasado, en el IX Pleno de la Dirección Nacional del partido, se toma la decisión de expulsar a Jairo Estada, Joaquín Gómez, Liliana Castellanos, Victoria Sandino y Benkos Biohó. Las dos últimas personas, más cercanas a Jesús Santrich que a Rodrigo Londoño, manifestaron no estar de acuerdo con varias decisiones tomadas, como la que implicó la expulsión de la colectividad de Benedicto González, Andrés París y Fabián Ramírez, por parte de la dirección nacional, bajo el argumento de asuntos disciplinarios.
Estas conflictividades, de acuerdo con el senador Gallo, también pueden ser consecuencia de un cambio brusco en la forma de liderazgo de un conjunto de personas que fueron entrenadas en el ejercicio de la guerra y cuya transición al escenario político-electoral implica una pronunciada curva de aprendizaje.
En este orden de ideas, y como se sostuvo en entrevista con Luis Alberto Albán, representante a la Cámara por el partido, esta serie de confrontaciones internas no surgen de la dinámica electoral per se, sino que se refieren a inconvenientes previos al ejercicio electoral y que se presentan al existir algunas personas militantes que, desde la visión de Albán, pretenden imponer sus posiciones, criterios y opiniones con un sistema característico: el de quejarse de la democracia al no encontrar mayorías para imponer sus criterios.
Por su parte, la dirección nacional manifiesta que las decisiones tomadas se fundamentan en el hecho de haber constatado incumplimiento, por parte de las y los exintegrantes, de los estatutos del partido y que, una vez analizadas dichas situaciones por el comité de ética es que se opta por expulsar a estas personas de la organización política.
Albán declara que muchas de las divisiones que se presentan dentro del partido son propiciadas por las disidencias (lo que, técnicamente, podría considerarse un factor exógeno), quienes buscan desestabilizar la organización. El representante, así como un sector importante de la colectividad, consideran que darles visibilidad a estas ha sido una estrategia de la extrema derecha para darle sostén al argumento de que el partido está incumpliendo los acuerdos. Donde quiera que esté la razón, es innegable que estos grupos constituyen un elemento que, así sea de manera indirecta, ha lacerado la imagen del partido ante la opinión pública.
Cabe señalar que ambos grupos de factores —internos y externos— dificultan la proyección del partido a futuro, más aún cuando este no logra consolidarse todavía en el escenario electoral, lo que, de hecho, tampoco parece ser su interés a corto plazo, según lo que le comentó a Pares el representante Albán.
Esto último, pues sus diez curules en el Legislativo están blindadas por el AFP. Sin embargo, es importante cuestionarse qué tanto puede afectarle al partido este “desinterés en la carrera por el voto” en un escenario competitivo en 2026. Y es que, de manera preliminar, pareciese que la apuesta estaría en movilizar sus bases para apoyar la coalición de izquierda con mayor probabilidad de éxito (título que no parece tener mucha competencia en el escenario actual), en lugar de sus listas propias.
En 2018, en las elecciones a Senado, el partido obtuvo un casi invisible 0,34% de los votos, con un total de 52.532. Por su parte, para la Cámara de Representantes el partido conquistó un 0,21% del electorado, con un total de 32.636 votos.
Dentro de las acciones tomadas para responder a este problema, sumado al ya apuntado —y nada desdeñable— de imagen ante la opinión pública (según la última encuesta de Gallup, el partido goza de un 90% de desfavorabilidad), en enero de 2021 se realizó una Asamblea nacional para determinar un cambio de nombre. Como resultado de dicho proceso, se resolvió que la colectividad pasaría a llamarse partido Comunes, en últimas, para tratar de superar las dificultades que ha encontrado el partido en el proceso electoral dentro de una población colombiana que no está familiarizada con la identidad histórica de la comunidad fariana, en parte, según el senador Gallo, por una estrategia de vieja data de deslegitimación del alzamiento armado (Este artículo de Pares puede interesarte: El futuro del partido FARC, una discusión más allá del nombre).
En el momento de la discusión sobre el cambio nombre, el representante Albán defendió la conservación de la sigla FARC pues, según él, esta carga consigo un recorrido histórico y una construcción social que representaba un aporte a la sociedad. En este punto, es pertinente recordar que nuestra región ha visto casos de éxito en los que partidos políticos resultantes de procesos de desmovilización han llegado a ser Gobierno conservando una identidad construida en su pasado beligerante. Tal fue el caso, por ejemplo, del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) en El Salvador.
Con los ojos puestos en las elecciones de 2022, en febrero de 2021 el partido manifestó su interés por ser parte del Pacto Histórico. Según lo mencionaron a través de diversos canales, el partido Comunes aseguró encontrarse en entera disposición de participar de dicho Pacto, al cual consideran, por un lado, como un imperativo ético y político con los diferentes sectores políticos y sociales que creen en un país en paz con justicia social, y, por el otro, en la misma línea, como el proyecto “para sacar del poder a las élites”, según indica el senador Gallo.
Además de lo anterior, añaden que para el periodo 2022-2026 las curules que les corresponden como resultado del AFP harán parte de dicho bloque mayoritario que buscan impulsar los partidos que comprenden el Pacto Histórico. En función de lo anterior, si bien aún dicha coalición no se ha pronunciado frente a lo expuesto por Comunes, el senador Armando Benedetti menciona que no se opone a la participación del partido Comunes en el Pacto Histórico dado que este debe ser inclusivo, y además uno de sus ejes fundamentales es la paz de Colombia. En este punto, el senador Gallo introduce el concepto de la política de doble carril: todos los partidos de oposición en el Congreso buscan apoyo, votos y firmas en el ejercicio parlamentario por parte de quienes representan a Comunes; sin embargo, en el plano electoral “todos les hacen el feo”.
Finalmente, no es de olvidar que gran parte del trabajo del partido en el Congreso se ha concentrado fuertemente en denunciar la precaria implementación del AFP, y no ha logrado trascender a representar otros sectores o temas, más en un contexto nacional que demanda propuestas en múltiples frentes. En este sentido, el senador Gallo considera que “se equivocan quienes creen que no lograrán abrirse un espacio en el escenario electoral, es cuestión de tiempo y aprendizaje”. Es más, observa la coyuntura del paro nacional como una oportunidad para diversificar la agenda misma del partido y conectarse de manera más directa con la realidad de la “gente del común”.
En síntesis, con todo y sus problemas de cohesión interna, el peso que supone su vinculación con grupos disidentes en el mundo de la opinión pública, sumado a su ánimo de no correr, por ahora, la carrera de los votos (con el argumento de que el electorado prefiere el voto útil), el partido Comunes, su agenda y espacio en el Legislativo representaría un activo político importante para un próximo gobierno, de ser este el momentum de la izquierda.
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