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El matrimonio entre política y mafia en un relato fascinante

Por: Redacción Pares.


«Mis personajes Echeverri y Ferraro son ancianos de 82 y 83 años en el presente de la novela y están muriendo en el 2035, es decir, en un tiempo futuro, mientras que para este tiempo Echeverri estaba entrando en prisión domiciliaria -para este tiempo es mitad de 2020-. Eso lo había escrito con mucha anticipación y trabajado durante muchos años. Por eso muchos lectores relacionan a Echeverri con el expresidente Uribe.»


El analista, escritor y director de la Fundación Paz y Reconciliación, León Valencia, habló con el periodista Víctor Ogliastri quien dirige y presenta el programa radial Distrito Cultural que es, desde hace más de veinte años, un referente para la cultura del país.


Escritores, teatreros, músicos, bailarines y artistas, entre otros, han deleitado a los oyentes con sus historias y reflexiones sobre su vida y obra, en un programa que busca tender lazos entre los gestores culturales y el público en general. A continuación reproducimos la conversación.

Víctor Ogliastri: ‘La sombra del presidente’ es la nueva novela de León Valencia, publicada por Editorial Planeta. En la buena tradición de la novela de mafia o de criminales, esta novela es la inmersión en la historia de una época que se niega a acabar en el presente pero que gracias a la literatura termina en la última página.


León Valencia: Yo he hecho investigación académica sobre el poder y había escrito columnas y libros sobre estos temas, pero me metí ahora a escribir ficción con unas cosas que son pasiones. El poder es una pasión, la política es una pasión, la disputa por el poder también lo es, y en Colombia eso tiene unas características en los últimos 40 años y es que hay un involucramiento enorme de las mafias en estas disputas y eso quería mirarlo y trabajarlo desde la ficción. De eso se trata la novela.

Hace parte de tradiciones de la novela tanto latinoamericana como europea. Esta es una novela en clave y tiene una referencia de la novela francesa del siglo XIX, sobre todo de esas novelas que retrataban esa realidad francesa: Víctor Hugo es la cúspide de ese estilo. En América Latina también se ha hecho mucho de eso. Una primera novela del año 49 fue ‘El reino de este mundo’ de Alejo Carpentier y luego comienzan a salir varias novelas de dictadores en Latinoamérica.


«En esta obra hay un ingrediente particular que son las mafias y el conjunto del mundo mafioso colombiano, y la influencia de éste en el poder, y, también, claro, la influencia de la política en las mafias. Eso es lo que está contando en esta novela. Me sentí con mucha libertad para hacer eso, incluso más libertad que la que siente uno con el trabajo académico o el trabajo periodístico.» Fotografía: Pares.

V.O: Si uno no supiera que usted entregó la novela a finales del año pasado o comienzos de este, uno podría decir que usted iba escribiendo la novela según se iba dando el día a día de las acciones políticas, sobre todo de un personaje como Echeverri que es como el vivo retrato de Álvaro Uribe.


L.V: A mí me impresionó mucho eso, cómo la literatura se puede parecer mucho a la realidad, o a veces, incluso, penetra más en la realidad que las mismas investigaciones. Mis personajes; Echeverri y Ferraro son ya ancianos de 82 y 83 años en el presente de la novela y están muriendo ya en el 2035, es decir en un tiempo futuro, mientras que para este tiempo Echeverri estaba entrando en prisión domiciliaria (para este tiempo es mitad de 2020), eso lo había escrito con mucha anticipación y trabajado durante muchos años, luego eso se refleja y muchos lectores con Echeverri reconocen a Uribe.


Me sorprendió la coincidencia entre un personaje de ficción y un personaje de la realidad colombiana y el momento en el que estaba este personaje de la política colombiana en el país. Me llama mucho en la literatura que tiene unos misterios enormes.


V.O: Muy de la mano con esto me acuerdo mucho de la presentación que usted hizo del libro de ‘El regreso del uribismo’ en la Feria del Libro. Allí usted decía, entre otras cosas, que la política se hace de emociones. Este libro está hecho como la política, con emociones, es un libro que se disfruta desde que se abre la primera página.


L.V: Sí, es que está el amor que es la emoción, creo yo, más grande del ser humano; está la política que es una pasión que ha llevado a los hombres y a las mujeres por senderos muy escabrosos. Está también el arte y la familia, que, en algunas zonas de Colombia, como Antioquia, la familia es una pasión. De manera que esas pasiones están contadas ahí en ese libro.


Me decía Carolina Sanín, que también hizo una presentación del libro, que por qué todos los personajes están en relaciones amorosas, yo le decía que esa es la vida de la gente, yo quería ir hacia la vida de la gente y no solo a los hechos políticos y a las acciones públicas, sino a la vida cotidiana de la gente y desde su mundo privado analizando el impacto de ese ámbito en el mundo público, porque, por ejemplo, ese amor a la familia se sobrepone a la política misma, e incluso, a veces se impone frente a la política.


V.O: En el relato se ve esa atracción que ejerce el poder, que se convierte prácticamente en una religión, en un vicio ¿es así?


L.V: Sí, se nace con esas pulsiones y también se construye en la familia donde se cultiva y convierte en hábito, luego en obsesión y después esas ganas de poder va generando otras cosas. Los personajes en esos hábitos que construyen se olvidan de todo. Nuestro personaje debería también deleitarse con otras cosas, pero no, la concentración absoluta está ahí y no ve nada más allá de eso.


Mientras él está enviciado con esa pasión también otra gente está ahí a su lado sufre mucho con eso. Está Ana María que es la esposa, quien lo acompaña toda la vida, hasta el lecho de muerte, pero quien tuvo que sufrir todo eso, también gozarlo, porque se dice que las esposas, sobre todo las antioqueñas, se gozan tanto la vida de sus esposos como las sufren y eso es una dualidad enorme en esos matrimonios de arraigo paisa.


V.O: Ahí me da pie para que hablemos de los personajes. Uno podría pensar que hay unos que son secundarios, pero en realidad no lo son. Por ejemplo, los nietos de Echeverri, como de Ferraro. Estos personajes son muy importantes en la historia. ¿Cómo surgieron? ¿Cómo surgió la trama de los personajes?


L.V: Los nietos son como la esperanza. En Adriana y Daniel se juega una lucha enorme que es la de los viejos y los nietos, atravesada por la angustia que tienen de que si se cargan el pasado de los abuelos o si se libran de eso. Yo ahí pongo, además, sueños y aspiraciones personales de estos personajes, que, como lo dije, encarnan la esperanza de que el país vaya hacia adelante, de que nos liberemos de esta atadura que nos tiene hacia las mafias, la violencia, y hacia una política muy baja que hemos estado viviendo en los últimos años.


Esos nietos encarnan esa contradicción; el pasa tratando de mantenerlos ahí, pero ellos en su lucha de halar hacia adelante. Además, estos dos personajes tienen mundo, no están atados a la provincia, han vivido en el exterior, saben varios idiomas. Sin embargo, es pasado está ahí persiguiéndolos, y, por ejemplo, Daniel no logra separarse completamente de ese pasado, lo logra más Adriana.

Estos personajes son muy importantes en la novela, no son solo los secundarios como ocurre en muchas novelas. Estos no son solo tributarios de los dos personajes centrales, sino que tienen una vida propia e importante.

«La historia de los abuelos obviamente se impone. En esta historia se cuentan cuatro generaciones, así que es una novela con una temporalidad larga; comienza en el siglo XX, pasa al siglo XXI, esa temporalidad larga también crea una serie de personajes, que no son solo familia, sino también negociantes, aliados políticos, en fin, hay un mundo ahí grande.» Foto: Pares.

V.O: En lo personal me encanta mucho esa forma en que está escrita la novela, es un constante flashback en el que van surgiendo todos los motivos que hay dentro de la historia. Es muy cinematográfica también, ¿así la sintió usted?


L.V: Me alegra mucho que tú lo veas así, esos son esfuerzos que uno hace literarios y trata de lograrlos. El cine ha impregnado mucho la literatura porque condensa todas las artes y en eso los gringos han tenido la suerte de que allí en su territorio sea la meta del cine comercial y de las grandes series.


Por otro lado, son los tiempos que se juegan ahí; hay un pasado, hay un presente, un futuro y un cuarto tiempo que son unas expectativas que se mueven; por ejemplo, la reunión donde están esas dos familias juntas, esta esa noche y todo el tiempo está palpitando y siendo esperada la conversación y el encuentro ente los dos abuelos.


Esos tiempos se juegan dentro de la novela, y ese es un privilegio que tienen los novelistas de construir su propio tiempo y es un tiempo cerrado que se sobrepone a la fluidez y al misterio del tiempo.


V.O: Quiero que hablemos de esos diálogos que son muy motivantes. Este es un libro que va marcando las cosas y le va dando a uno esas pautas de poder seguir con esa lectura, de poder entrar en la vida de los personajes. ¿Cómo se fue dando ese proceso de escritura?


L.V: Hay una frase que dice que, si uno coloca un clavo al inicio de un cuento, una novela, no puede dejar ese clavo ahí, en algún momento tiene que darle una función a ese clavo. Nada puede quedar en una novela sin una razón. Yo voy poniendo cosas siempre, tengo la obsesión de ver cómo esas personas tienen un futuro en la novela en las páginas que siguen, también de ver cómo las acciones tienen unas consecuencias o de cosas simbólica que al final tienen una razón en la novela.


Por eso me decía Daniel Samper Pizano en estos días que le envié la novela que “la gente no sabe que eso es una cosa de mucha felicidad, pero también es una cosa dolorosa”, y sí, eso es una cosa de detalle, y a uno le duele porque tiene que hacer un ejercicio de memoria, y claro en algunos momentos tenía baches en esos procesos de memoria sobre nombres, fechas, y tenía que cuidarme para que en la novela no se note ningún bache de esos.


Entonces hay un esfuerzo por mantener la memoria sobre todo lo que se hace y eso en una novela no es fácil, es más fácil en el trabajo científico y en el ensayo porque se habla de cosas externas y cosas sobre las cuales hacen notas, incluso el tiempo en ese caso está prefigurado, mientras que en la novel hay que construir todo eso.


Yo he admirado mucho a los novelistas porque contar historias como novelas es una cosa compleja. He tenido el miedo de que las novelas podrían acabarse, pues el mundo de hoy está hecho para otras cosas, pero tiene una persistencia enorme la novela para contar historias y contarle cuentos a la gente con una validez enorme.


V.O: Hablando de eso, León, usted me ha dado a conocer pilares de la novela que a usted tanto le gusta, como lo es la novela francesa y rusa. ¿Estos referentes lo pusieron a usted al momento de pensarla y escribirla a releer obras de este género que a usted tanto le gustan?


L.V: Siempre que hago una nueva biblioteca tengo marcados los libros para volver a leer. Ahora soy muy selectivo, tengo una sección para la literatura del siglo XIX, una época que fue maravillosa para la novela, eso está muy presente. Y sí, un escritor tiene que leer muchas veces, y ahí está una clave de la novela.


Yo voy releyendo, para esta novela tuve que volver a leer ‘El Padrino’, por ejemplo, también releí ‘La Cocina de la Mafia’, volví a ese sur de Italia y volví a retomar las novelas clave de los franceses. Esas fueron lecturas que hice en el curso de hacer esta novela. Esas relecturas fueron de las cosas más especiales que me ocurrieron, es apasionante volver a leer porque siempre que se vuelve a un libro de verdadera literatura encuentra cosas nuevas. Uno nunca lee el mismo libro, siempre lee otro, porque la vida va cambiando, los ojos con los que se leen cambian, y ahí cambia el libro también.

V.O: Usted ha venido hablando de Gabriel García Márquez y tampoco se pueden dejar de mencionar los libros que sobre dictadores se han hecho en nuestra América Latina, esos que muestran cómo se desnuda el alma de esos presidentes que de alguna manera se creen siempre eternos.


L.V: Sí, la novelística de dictadores y de poder en américa latina fue muy rica en el boom latinoamericano tuvo un antecedente interesantísimo en “El reino de este mundo” como les dice Alejo Carpentier, y, Alejo Carpentier reúne esa tradición francesa y la tradición latinoamericana, y bueno, fue un gran pionero en el año cuarenta y nueve en Cuba, pero todos esos libros contaron esa gran historia.


Ahora, leerlos para todos esos poderes que se expresan ahí en esa novelística, son poderes derivados de los cuarteles, son dictadores de origen militar o en relación con los militares, y esa es la determinante en esos dictadores, y esto me impresionó mucho cuando los leí.


Esto tiene una variante, este ejercicio autoritario de Echeverri del poder, porque tiene una variante sin interés, y lo que antes era el asunto militar o el cuartelario de estos dictadores, aquí es el asunto mafioso el que de alguna manera insta en todas las decisiones políticas que se toman.


Echeverri se gana las elecciones y su obsesión es no tener que ser nombrado por nadie, digamos para este presidente Echeverri si no ganarse el favor popular y refrendarlo permanentemente en las elecciones, y lo logra, logra desde la nuevas señas de la política internacional, la política mundial y las nuevas señas de ese mundo tan comunicado como en el que estamos, entonces tiene esos ingredientes tan contemporáneos que lo desprenden un poco de las antiguas novelas de dictadores.

V.O: Sin ataduras morales, eso es Echeverri también. Se sorprende uno cuando usted narra esa noche que pasa en vela cuando está reunido en la casa de Ferraro y va recordando y reconstruyendo casi que milimétricamente todo lo que ha sido su vida.


L.V: Sí, digamos muere con la memoria intacta y muere con los recuerdos y con las angustias, y hay momentos en que él de su adolescencia, momentos de su accionar político que no olvida nunca y que da angustia; digamos porque todo lo que a veces le produjo tanto placer en el ejercicio del poder, en esa decadencia se convierte en una angustia, porque también hay ese reclamo al conjunto de la sociedad, que es el por qué yo, que hice tanto por este país, que logré tanto, transforme tanto, que le di tanto al país, que le di mi vida; por qué hoy no soy tan aclamado como lo fui en su momento, qué paso.


Y entonces al final también piensa; pero algún día sabrán del prestigio que tuve, después de muerto queda la esperanza de la historia, porque hay esa fusión por la historia también, mañana sabrán lo que perdieron, cuando muera tendré una nueva valoración, está casi seguro de eso; el que lo desilusiona un poco es Carlos Ferraro en ese diálogo angustioso de finales.


Yo creo que la memoria gira y gira, y hay momentos de exhaustación y hay momentos de angustia y hay momentos de dolor en esos giros de la memoria que él va haciendo en ese tiempo que estamos ahí en una casona, donde se desarrolla prácticamente toda la novela, en una casona en Cartagena; entonces eso es un esfuerzo del escritor para que el lector tenga idea de cómo se va desenvolviendo la memoria y que lo sienta, y pues ojalá lo hayas logrado, porque siempre es un gran esfuerzo del escritor y que muchas veces no alcanza ese propósito, pero esta vez he recibido muy buenos comentarios, como estudios que son muy halagadores para mí de los que han leído la novela y entonces estoy esperanzado en que eso ocurra.


V.O: Seguramente va a ser así, León. Oyéndolo hablar con esa pasión y con esa alegría que va contado lo que va sucediendo, yo creo que cuando usted la estaba escribiendo usted se debió divertir mucho con todas las situaciones y exploraciones que hizo para construir la historia, ¿no?


L.V: Sin duda, me divertí mucho más que escribiendo ensayos o libros académicos, y esto fue un impedimento para mí, y hay luchas porque los personajes a veces hicieran cosas que yo quería que hicieran pero los personajes a veces se le independizan a uno y también se les ve actuar solos, y le van llevando la mano a uno y le llevan la memoria a uno hacia lugares en donde uno no pensaba.


De manera que sí, esa libertad y esa dependencia de los personas es especial, porque es una decisión que va llevando él y para uno es una cosa muy extraña que lo sorprende a uno pero también lo alegra mucho en este mundo, porque afuera está la realidad brava que lo sorprende a uno porque uno a veces en esta realidad está un poco estreñido y atemorizado en esta realidad colombiana, y aquí pues que los personajes de ficción lo vayan llevando a uno es muy especial, y la verdad me divertí mucho escribiendo esa novela.


V.O: Además que es otra manera de contar la historia, es otra forma de contar eso que seguramente nunca va a aparecer en los textos oficiales. León, ¿le gustó la diagramación del libro, la presentación? La carátula es perfecta, describe muy bien todo lo que hemos venido hablando.


L.V: Yo miré esa carátula y dije ¿Cómo hacen para colocar tantos ingredientes tan bien puestos en una carátula? Instantáneamente la aprobé, y yo pocas veces discuto con los editores de estas cosas, porque como ellos saben vender libros saben qué ingredientes son mejores para vender un libro.


A veces los escritores discuten mucho con las editoriales acerca de los títulos, del diseño, de la portada o la carátula, entonces yo no acostumbro, pero a veces quedo con muchas dudas; recuerdo que siempre tuve muchas dudas cuando un libro de ensayo pues un libro de investigación, nosotros le enviamos a la editorial el título académico y todo, y la editorial llegó con “Los herederos del mal”, que era como un título religioso, y pues a mí no me gustaba, pero ellos saben porque ponen eso, y aunque es impactante el título y yo tengo muchas dudas.


Ese libro pues tuvo muchas ediciones, siendo un ladrillo porque era un libro de investigación sobre las elecciones del 2014, de manera que yo siempre confío mucho en los editores para las caratulas, porque siempre dicen que las carátulas es el primer ingrediente para vender un libro y ha habido cosas muy especiales.


V.O: ¿Cuál sería la banda sonora para este libro ‘La sombra del presidente’? ¿Esa banda sonora se confundiría con la banda sonora propia de León Valencia?


L.V: Ahí hay varias canciones de origen italiano, la de los partisanos ahí está referenciada, está muy referenciada también la ruana que es de la tradición paisa, toda esta música de tradición paisa está ahí; digamos que esto hace parte de las vivencias de los personajes que están, digamos los abuelos, y la banda sonora trae esas reminiscencias italianas y sobre todo napolitanas que están ahí expuestas y esas reminiscencias antioqueñas.


Hay una canción emblemática que es para el matrimonio de Carlos Ferraro como es hijo de una persona monteriana y en esa hay una cosa que es también un homenaje a María Varilla, que es un tramo que define esa zona de donde viene la mamá de Carlos Ferraro y yo creo que esos son los ingredientes.


También hay un recorrido por matrimonios, parrandas vallenatas y hay un momento en donde están los tres reyes del vallenato en el matrimonio del nieto de Echeverri que ya se ha casado con una antioqueña, pero que los hijos de Echeverri tienen unos matrimonios con unas mujeres costeñas y el matrimonio se desarrolla también en Cartagena, entonces hay una banda sonora muy rica, de origen italiano, antioqueño y costeño, alguna cosa contemporánea, pero con las raíces musicales.

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